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Como
aprendimos en las obras completas de Ortega (de Rafael Gómez
Ortega "El Gallo") que "perfecto es lo que está
bien arrematao", solemos concluir los artículos con una
media verónica. Sin que esto salga de Europa les diré que,
siguiendo los consejos del supremo maestro del articulismo en el
siglo XX, que era gaditano y se llamaba Pemán, no empiezo a
escribir el artículo nuestro de cada día si no tengo el
remate. Decía Pemán: "Un artículo se ha de componer con
dos elementos, un buen título y un buen final; el resto ha de
rellenarse con honesta carpintería del oficio". Fieles a
las divinas enseñanzas pemanianas nos atrevemos a decir que el
artículo es una casa que hay que empezar a construir por el
tejado, esto es, por el final.
De esta manera compuesto,
hablando el otro día del chorizo
de venado rematamos con la media verónica de la invención
de una ciencia: la Tucetología Celestial. ¿Qué es la
Tucetología Celestial? Como su mismo nombre latino indica, de
"tuccetum", la Ciencia del Tocino de Cielo,
investigada no sólo en las alacenas de las monjas sino en los
obradores laicos de todo el santoral pastelero, de San
Buenaventura de Sevilla a San Joaquín de Alcalá, los dos
grandes santos de nuestra hagiografía confitera, cuyas
biografías debería escribir José María Javierre.
En aquella cita científica
puse como supremo experto en Tucetología Celestial de todo el
orbe católico al difunto director teatral y viajero escritor
Cayetano Luca de Tena, de arundense observancia, para quien los
mejores tocinos de cielo eran los de Aracena. Craso error por mi
parte. Olvidéme de que en Sevilla tenemos al pontífice máximo
en Tucetología Celestial, que es el señor Obispo de Scalas,
quien me suele enviar billetes desde el otro barrio de su
capilla catedralicia. Y me ha escrito el señor obispo ahora lo
que transcribo: "No puedo estar de acuerdo con vuesa merced
en lo de los tocinos de cielo. Ni los de Aracena, ni los de
Sanlúcar -donde parece que nacieron- ni los alcalaínos de San
Joaquín, los cuales conozco bien, al igual que sus inigualables
bizcotelas, pues para mí la comida es un puro trámite hacia el
postre. Tengo la obligación y el honor de salir en defensa de
los tocinos de cielo de las Jerónimas de Santa Paula, a los que
por Dios bendito no vaya a hacerle propaganda alguna V.M., pues
los venden con cuentagotas, cuando a Sor María Magdalena (en el
siglo, de la familia que tenía los Almacenes del Duque en el
palacio del Conde de Palomares), con sus ochenta y tantos años,
le da por hacerlos. Y dése prisa en probarlos si no lo ha hecho
aún, pues me parece que la receta se va a ir con ella a la
tumba del claustro. Puro placer de dioses hecho, como todo lo
monjil. He tomado tocinos de cielo en mil y un sitios, y ninguno
eran de verdadero cielo, pues el cielo que no se perdió ni
pudieron tirar ya sabe V.M. que se guarda en las clausuras de
Sevilla. A.M.D.G."
Tras tan alto y episcopal
testimonio, corregimos, pues, la máxima cotización en el
Indice Nikkei de la Tucetología Celestial y la cambiamos de
género y de estado religioso, pasándola de San Joaquín a
Santa Paula, y del obrador civil al profeso perol jerónimo.
Dicho sea con toda suerte de precauciones, pues tal como se
están poniendo en Sevilla las cuestiones turísticas y sus
adyacentes islas gastronómicas, como lea esto Felipe Luis
Maestro es capaz de organizar la Feria Mundial del Tocino de
Cielo en la FIBES, una vez le hayan aprobado la ampliación.
Aunque por otra parte sería conveniente se celebrara esa feria,
para mundial conocimiento de la norma principal de la
Tucetología Celestial: el tocino de cielo nunca ha de tomarse
con nata. Tomar tocino de cielo con nata es la mejor forma de
estropear tanto la nata como el tocino de cielo.
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