|
Como
la luna llegó a la fragua con su polisón de nardo, Rajoy vino
a Sevilla a debutar con caballos como preconizado candidato a
presidente. Su polisón de nardo andaluz era Javier Arenas,
monstruo, cumbre. Campeón como siempre. Y como siempre, con la
hoja de ruta de sus récords de Guinnes de los desplazamientos
por España. Como soy de letras, no conozco la velocidad de la
luz, pero evidentemente es bastante menor que la de Arenas.
Cuando aún era ministro de Administraciones Públicas, asistió
en el mismo día a cuatro tomas de posesión, cuatro, de
presidentes autonómicos. Al final de la jornada diría como el
título de la película sobre viajes turísticos de paquete:
"Si este tío es Areces, esto es Asturias".
Como Rajoy es tan cauto y
siempre tiene echado el freno de mano de la retranca, cuando
reunió en agasajo postinero a los empresarios de Sevilla, nadie
hablaba de su promesa de que al pulpo de la política económica
de Rato, ni reñirle. No se comentaba otra cosa que la movilidad
de Arenas:
-- Fíjate, esta mañana estaba
en Cantabria y ahora está aquí.
Lo de Arenas es estrictamente
divino: está en todas partes. En efecto, era la 1 de la tarde,
y a esa hora ya le había dado posesión en Santander al
delegado del Gobierno. Y tras almorzar, se iba con Rajoy a
Málaga, para volver a dormir a Madrid. Tanto se sorprendían
todos, que le pregunté:
-- ¿Pero lo tuyo es en avión
de línea regular o en aeroplano del Gobierno?
-- En estos casos utilizamos el
Mystere...
Así, cualquiera. Eso no tiene
mérito. Como lo de Aznar, de merendar con Blair en su casita
marroncita de Londres y cenar con Bush en la Casa Blanca. Así,
en Mystere o con el Airbus nuevo, hasta lo hago yo. Estos
presidentes y vicepresidentes que desayunan en Bruselas y
almuerzan en Nueva York no tienen mérito. Viajan sin saber qué
es un billete ni una tarjeta de embarque. No les preguntan lo de
ventanilla o pasillo. No tienen que facturar las maletas, ni
enterarse por qué puerta sale el vuelo. Que nunca les cancelan,
y donde nunca les pierden las maletas. Y al llegar, no tienen
que ir a la cinta de equipajes, ni buscar carrito para las
maletas sin llevar dólares sueltos, ni ver por dónde se sale
para encontrar al taxista más sinvergüenza de todo Nueva York.
Los aparentemente prodigiosos viajes de estos señores no tienen
mérito alguno. Mérito, el de Enrique Ponce, que toreó ayer
tarde en Nimes y hoy hace el paseíllo en Algeciras... sin
Mystere.
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
Correo
|