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Ni
Valle Inclán lo hubiera imaginado con más fantasía. A Balmes,
a Aparisi y a Nocedal ni se les habría ocurrido, porque aparte
de carcas eran aburridísimos. Ocurrió en Palacio, en la plaza
de Oriente, ay, dolor, ese día en que a mangarle croqueta al
Rey va todo Madrid literario so pretexto de recepción del Día
de Cervantes. Del salón en el ángulo claro, estaba S.M.
saludando poetas, cuando me encontré con Fernando García
Romanillos, carlista de los tiempos duros, de cuando
aproximadamente seis o siete personas sabían que en la Junta
Democrática de España, intentando traer las gallinas de las
libertades, había dos PC: el Partido Comunista y el Partido
Carlista. Y fue entonces cuando ocurrió el valleinclanesco
lance. No lejos de donde estaba nuestro Rey Borbón, me saludé
con el viejo y querido carlistón, como siempre que nos
encontramos, al antiguo grito de las nostalgias:
-- ¡Viva el Rey legítimo!
Ni el general Cabrera con todos
sus tercios, ni Zumalacárregui con todo su golpe de caballo,
barba y boina lograron lo que Romanillos: proclamar al proscrito
Rey legítimo de los carlistas en la mismísima Corte de Madrid,
subiendo, a mano izquierda. La guasa literaria alzaba los
pendones que nunca tremolaron en Madrid. Y añadió Romanillos:
-- Pues por respeto al Borbón
no me he puesto la Cruz de la Legitimidad Proscrita, que me la
dio Carlos Hugo...
Me enternecen estos carlistas.
La gente no sabe que la guerra civil no la perdieron sólo los
republicanos: la perdieron también los carlistas. Franco les
hizo perrerías. Desde deportarles a Fal Conde a unificarlos con
los falangistas, que es algo así como si hiciéramos el Real
Madrid del Atlético y de las Jons. Y luego, en la larga resaca
de la guerra perdida a pesar de la sangre que les costó, en los
albores de la transición, la escisión. Tampoco se conocen
estas dos Españas, las dos ramas del carlismo. La España
integrista de los carlistas cuyo rey legítimo era Don Javier,
los del hombre de la gabardina con la pistola asesina de
Montejurra, y la rama democrática de los carlistas de Carlos
Hugo, que se quitaron la boina roja de los Tercios de Requetés
de la guerra, se pusieron la etiqueta de socialistas y
autogestionarios y entraron en la Junta Democrática de España.
Tengo que llamar a Romanillos a ver qué le parece esto de que
sin consultarle le hayan cambiado el Rey Legitimo, que Carlos
Hugo haya abdicado de sus derechos al Trono de España, que es
algo así como si yo renuncio a mis derechos a la presidencia de
Telefónica. Total, para lo que es hoy la Legitimidad
Dinástica... No dejo, empero, de reinar en la hija del
proscrito Carlos Hugo. Sería literaria e históricamente
precioso que se casara con el Príncipe de Asturias y, ea, se
acabaron para siempre los pleitos dinásticos: tararí, Carlos
Quinto entró en Madrid. Pero como es princesa Borbón-Parma y
no sueca ni modelo, me parece que este capítulo póstumo de
Valle Inclán cruzado con Rafael de León se va quedar por
escribir.
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