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 Antonio Burgos
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El Mundo de Andalucía,  sábado 6 de diciembre del 2003

  ¿QUIÉN HACE ESTO?              


ANTONIO BURGOS | PUNTAS DEL DIAMANTE


De La Pepa a La Nicolasa

Antonio Fontan y Jose Pedro Perez Llorca, por Idígoras y Pachi
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Hoy cumple veinticinco años La Nicolasa. Así debería haber sido llamada popularmente la Constitución de 1978, en caso de haber nacido en Cádiz. Pero como nació en Madrid y allí hay bastante poca gracias, pues nació como innominada. Aquí un ingenio andaluz le habría puesto de mote La Nicolasa. El día de San Nicolás de 1978 fue cuando nació a la luz referendaria de la aprobación de la voluntad popular. Tal hubiera ocurrido, que ahora festejáramos a la Nicolasa, si la Carta Magna se hubiera echado sobre el tapete de la gracia de Cádiz, como su antepesada La Pepa, nacida el día de San José de 1812. La Pepa, la Constitución de Cádiz. A aquella primera Constitución, que fue una obra de arte de la primera formulación de la soberanía popular, le ocurrió como a los artistas nacidos en la Cuna de la Libertad que reguló. Todos los artistas de Cádiz tienen a gala llevar por el mundo el nombre sagrado de su tierra, que añaden al suyo como lo que en realidad es: un título de grandeza. La Constitución de 1812, en el mundo del arte de la política, es la Constitución de Cai, como en el mundo del arte del cante Juan Martínez es Pericón de Cai, Aurelio Sellés es Aurelio de Cai, Benito Rodríguez es Beni de Cai, Antonia Gilabert es La Perla de Cai o Los Escarabajos Trillizos son Los Beatles de Cai.

Pero a la Constitución de 1978, y ahí su grandeza, le pasa como a la canción de Facundo Cabral: "No soy de aquí ni soy de allá". Aunque nacida en la capital del Reino que reconoce como Monarquía Parlamentaria, la de 1978 no es la Constitución de Madrid como la 1812, es la Constitución de Cádiz. La de 1978 es la Constitución de todos los españoles. Incluso de los españoles que no quieren serlo, que se inventan RH y reniegan de nuestra Historia. y prefieren ser como Luxemburgo o como Puerto Rico. Pues ellos se lo pierden, la gloria de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra lengua, incluso el orgullo de las propias raíces de nuestro parlamentarismo y de nuestro reconocimiento de la soberanía popular.

Si en 1812 fue Cádiz la Cuna de la Libertad, en 1978 fue España entera la madre que parió las libertades colectivas. No sólo fue hija de un espacio, de un espacio de concordia, sino hija de un tiempo. Quizá por eso fuera bautizada por su año de nacimiento: como la Constitución de 1978. Por más que desde Cádiz la miremos como a La Otra, aunque a todo tenga derecho, porque tiene un anillo con una fecha por dentro, 1978 como antes fue 1812, y ese anillo no es otro que el de las felices bodas de un pueblo con sus libertades.

Una Constitución de todos y para todos, culminación de un proceso de ingeniería de Derecho Político único en el mundo, como fue el paso de una dictadura a una democracia desde las propias leyes, oyendo un clamor sordo, contenido aún por los miedos colectivos que suponen las falta de libertades, y con el recuerdo de pasadas guerras civiles que nadie quería volver a repetir. Y en esa Constitución, dos nombres andaluces a los que desde aquí queremos rendir homenaje. José Pedro Pérez Llorca, uno de sus redactores, y Antonio Fontán Pérez, el presidente del Senado constituyente que estampó su firma al pie de Don Juan Carlos en la sanción real del día de San Juan Evangelista de 1978.

El concejal satánico 

En la provincia de Cádiz, y más concretamente en Sanlúcar de Barrameda, ya había un político al que llamaban El Muñeco Diabólico. Pero en Barbate le han echado la pata y le han echado el sortilegio. En Barbate no sólo tienen un político diabólico, sino que ha llegado a serlo gracias a un rito satánico. Es el portavoz municipal del Partido Barbateño Unido (que jamás será vencido) y segundo teniente de alcalde, Jesús Marín Ariza. Cualquiera podía creer que Martín Ariza salió elegido concejal en el pasado mes de mayo gracias a los votos de los barbateños. Pues no. Salió elegido gracias a un rito satánico. Igual que hay concejales meapilas de la derecha que van a pedirle a la Virgen Patrona que salgan elegidos concejales, otros acuden a los brujos para que conciten los poderes del Maligno y les den el acta de concejales. Tal es lo que hizo Martín Ariza, que requirió la magia negra de un vidente, que atiende al nombre de guerra de Rhadú, porque si se pusiera su nombre de verdad, Juan Rodríguez Fernández, nadie lo tomaba por brujo ni por ná. Mas por la conjunción de los astros, por los conjuros de Rhadú y porque estaba del demonio como podía haber estado de Dios, la cuestión es que Martín Ariza salió elegido. Pero eso cuesta un dinero. No salir elegido, que es gratis y además se cobra luego el sueldo de concejal, sino el ritual satánico que le echó Juan Rodríguez, digo, Rhadú. Medio kilo de pesetas. Y como no las pagó, pues en el juzgado se ve ahora el concejal satánico, en los mismos tribunales gaditanos tan conocidos del Muñeco Diabólico. Pague o no pague, el asunto plantea un gran enigma de cara al futuro. Cuando lleguen las elecciones generales de marzo, ¿se imaginan la cola que va a tener la Bruja Lola delante de su casa para salir elegido diputado no por mayoría absoluta, sino por velas negras?

Ole, ole, Hohenlohe

Ole, ole, querido Alfonso de Hohenlohe, que por fin el Ayuntamiento de Marbella se ha olvidado de las guerras internas y de las guerras púnicas, y le ha hecho a usted lo que hace muchos años la ciudad que usted inventó para el turismo le debía: hijo adoptivo. Más bien es al revés. Más bien es que Marbella, tal como la conocemos en su esplendor turístico, es hija de Alfonso de Hohenlohe. Don Alfonso fue quien tiró de todas sus amistades internacionales de alto copete para dar lustre a la Costa del Sol, cuando Marbella era el famoso pueblo de pescadores (que quizá nunca fue un pueblo de pescadores, pero queda muy bonito citarlo así). Más bien tarde, Marbella por fin le ha reconocido a Hohenlohe lo que parecía que costaba tanto trabajo reconocer. Ahora, que lo que no nos gustó ni pizca es que el título se lo entregaran en una cena en plan compadre, como si fuera una reunión veraniega para recoger fondos para cuidar a los perros abandonados. La cena de la Triple A es una cosa y el título de Hijo Adoptivo es otra. Y para entregar los títulos a sus hijos adoptivos, las ciudades abren las puertas solemnes de sus salones de plenos, y celebran sesiones extraordinarias con los maceros municipales por delante.

Exhumación de odios

Cada día hay quien se empeña en enmendar la plana al espíritu de concordia y reconciliación nacional que supuso hace la Constitución. Por ejemplo, la Junta. Y dale con la recuperación de la memoria histórica y las víctimas de la represión franquista. Avivando esos fuegos no se hace otra cosa que abrir heridas ya cicatrizadas. La Junta se empeña ahora en financiar las espantosas excavaciones de fosas comunes de las víctimas del bando republicano de la contienda. Como si solamente hubiera habido muertos de un bando en la horrible guerra incivil y fratricida, que ojalá nunca más vuelva a ocurrir y que parecía que estaba ya felizmente olvidada en la concordia común, hasta que han venido estos Juan Simón a desenterrar muertos y a desenterrar también odios, que todo hay que decirlo. Y si son absolutamente imprescindibles esas exhumaciones, pues, señores, vamos a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad de la contienda en los pueblos de Andalucía. Si se excavan las fosas de los indignamente fusilados por quienes en 1936 se sublevaron contra la II República legal y democráticamente constituida, exhumemos también en justicia la memoria de los ciudadanos de otras ideologías tan respetables como la comunista, la socialista o la anarquista, asesinados en los sangrientos días de julio o en los fríos días de 1938 por los comités revolucionarios y las milicias populares en muchos pueblos andaluces. Mal está que sigamos a muertazo limpio a costa de una guerra civil que creíamos ya superadas, pero peor aún este pensamiento tan políticamente correcto y tan éticamente deleznable de que los muertos de los republicanos son más muertos que los muertos de los nacionales. En este punto nunca nos cansaremos de repetir las palabras de don Manuel Azaña, que no era un facha precisamente: "Paz, piedad, perdón".

Leopoldo de Luis

No anda mal la suerte de la poesía andaluza en los últimos tiempos en cuanto a reconocimientos. A la sevillana Julia Uceda, gran autora de la Generación de los 60, le han dado el Nacional de Poesía. Ahora, al cordobés Leopoldo de Luis, el Nacional de las Letras, por el conjunto de su obra poética. Leopoldo de Luis nació en Córdoba en 1917, para que se vea que en la literatura cordobesa no es Gala todo lo que reluce. (Ahí está, por ejemplo, pendiente de recuperación y valoración, la obra de Mariano Roldán.) Leopoldo de Luis hizo una tarea decisiva en la recopilación y valoración de la poesía social. Fue firma importante en la crítica poética de las revistas de los años 50 a 70. Algún epigrama de las tertulias poéticas madrileñas lo describió, en glosa de Rubén Darío, como "el mínimo y dulce Leopoldo de Luis". Tras lo cual, hasta este premio, su olvido había sido máximo y amargo. (Y hablando de aquel Madrid poético nos atrevemos a decir: tenemos en Málaga un poeta excelso, que además de uno de nuestros mejores articulistas: Manuel Alcántara. Sin que lo haya cogido esta ola de premios que invade a la poesía andaluza, nosotros nos acordamos aquí y ahora de Alcántara. ¿Por qué? Por una cuestión importantísima: porque nos da la gana.)


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