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¿Cuánto
hace que no ve usted por la calle a un señor vestido de militar,
con el (honroso) uniforme del arma o cuerpo al que pertenece?
Con estrellas o de soldado raso, por las calles de nuestras
ciudades ya no se ven uniformes militares. El servicio militar
ha sido suprimido por un gobierno de la derecha militarista, a
lo que quizá no se hubiera atrevido la izquierda
antimilitarista. La reconversión industrial la hace la izquierda
para que no se le subleven los obreros y la supresión de la mili
obligatoria la hace la derecha para que los militares no se le
suban a las barbas. A lo que quería llegar don Manuel Azaña en
materia militar en aquella democracia de la II República es a lo
que hemos llegado felizmente en esta democracia del reinado del
suegro de Letizia. Contra la Ley Azaña hubo en el fondo hasta un
golpe de Estado, el de 1936. Ahora ni sabemos el nombre de quien
hizo estas leyes que han desmilitarizado la llamada sociedad
civil. No se ven uniformes militares,
pero se ven uniformes civiles. Los chavales van uniformados, con
la uniformidad A, que es modelo Gran Hermano, o con la
uniformidad B, modelo Operación Triunfo. Todas las niñas pijas
de nuestras ciudades van con pantalones de uniforme, que es
llevarlos largos, largos, largos, arrastrándoles por el suelo,
en una importante labor de colaboración con los servicios
municipales de limpieza a efectos de dejar las aceras sin
porquerías, que se las llevan todas en los bajos de sus prendas.
Y luego están los uniformes de los políticos.
Los políticos van de uniforme. Al contrario que los usos
militares, el uniforme de bonito de los políticos es para faena,
para el trabajo diario en el destino, y el uniforme de bonito es
para paseo. Cuando van a su despacho, el traje de faena es un
terno carísimo, una corbata de seda a la moda en cuanto a
colores y dibujos. Ý en los días de descanso, como tienen mitin,
van con el uniforme de faena. A los mítines van todos
uniformados. La uniformidad reglamentaria consiste en el
desaliño. Un tío tan atildado como Rodrigo Rato, cuando hay
mitin acude descorbatado, despechugado. Los más, recurren a
Ubrique. Ubrique surte de uniformidad reglamentaria a todos los
políticos españoles para el atuendo oficial de mítines. ¿Cuántas
cazadoras de ante no se habrán vendido en Ubrique para el
uniforme de mítin de los políticos? Miles. Antes. El ante era
antes. Ahora es el chaquetón de cuero negro. Manuel Chaves, que
es el árbitro de la elegancia en materia de uniformes de
mítines, ha cambiado la cazadora de ante por el chaquetón negro
de cuero. Lo ha impuesto. Chaquetón negro de cuero llevaban los
que salían al escenario en la gala de los Goya, sin premio.
Chaquetón negro de cuero lleva Antonio Rodrigo Torrijos para
hacer de cura laico en los matrimonios civiles. Pero ningún
chaquetón negro de cuero como el de Chaves. Impondrá la moda. Se
nos acerca no sabemos si la campaña electoral o la campaña
publicitaria de los chaquetones de cuero en la Pasarela Cibeles
de la política. Todos han chaqueteado. Se han pasado de la
cazadora al chaquetón. Me queda la duda. Si dicen que son tan
ecologistas y si la defensa de los animales da votos, ¿por qué
siempre van vestidos de piel? Y los ecologistas radicales, ¿por
qué no protestan¿ No sé qué hacen Los Verdes. En las listas de
Chaves van Los Verdes. Los mismos Verdes que por ahí manchan de
pintura los abrigos de piel de visón o de zorro de las señoras
como señal de protesta, aquí no dicen ni pío por el pobre
animalito que han tenido que matar para hacerle a Chaves su
chaquetón negro de cuero. Abrigo de visón o chaquetón de Ubrique,
¿no es lo mismo? Porque en materia de uniforme de mítines, son
unos chaqueteros. Todos han chaqueteado con el chaquetón.
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