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Ya
hay modas de estación hasta para la caridad. Como en la moda de
la pasarela Cibeles, hay caridad de invierno y caridad de
verano. La paga extra de Navidad mueve los corazones hacia unas
ciertas caridades y la paga de verano origina solidaridades de
temporada, cocina de mercado de la filantropía. Nos falta un
Luis García Berlanga que haga un "Plácido" genial sobre estas
nuevas caridades de temporada, tan ridículas como el "siente a
un pobre a su mesa". La moda de cada verano es "traiga a un niño
de veraneo". A Berlanga le saldría la película redonda, aun sin
Cassen y sin motocarro. Se trataría de hacernos ver la ridiculez
de progresía y lo políticamente correcto. Sólo quien ha
demostrado que se pasa por la manivela el subvencionado artisteo
del "no a la guerra" podría filmar este guión.
La caridad profesional es una cosa antigua, de
marquesas y rastrillos, beatas y roperos del Niño Jesús, de
catequesis y suburbios. La caridad era el "Elenco de la Nobleza"
metido entre las chabolas del Padre Llanos. Aquello, gracias a
Dios, pasó a la Historia. La Iglesia tiene a Cáritas y tiene las
casillas del 1,2,3 en la quiniela de nuestra declaración de la
renta. Pero queda mucho, muchísimo de aquella caridad de
exhibición. Las catequistas siguen existiendo. Ahora van de
feministas y de defensoras de la igualdad. Los caballeros de
comunión diaria siguen existiendo. Ahora van de concejales de
Bienestar Social, y a la limosna le llaman pensión no
contributiva. Mientras que la caridad se hacía con dinero
propio, la solidaridad se ejerce con caudales públicos. La
caridad bien entendida empieza por uno mismo y la solidaridad
bien administrada empieza por no soltar un solo euro propio y
cargarlo todo a los presupuestos.
Aquella caridad de "Plácido" y abrigos de
visión se retrataba sentando un pobre a la mesa por Navidad y
esta caridad solidaria de la moda progre se retrata trayendo de
veraneo a un grupo de niños bielorrusos, o saharauis, o afganos,
o de Chenobyl. Pobres niños a los que durante un mes les hacen
ver todo aquello de lo que carecen el resto del año y habrán de
seguir careciendo el resto de sus vidas, por mucha solidaridad y
justicia social que prediquen las catequistas progres. Niños
saharauis que tras bañarse un mes en la piscina no volverán a
ver el agua en su campamento de Argelia. Niños ucranianos que
quizá en toda su vida no volverán a ver la sonrisa de otros
niños. Ah, ¡pero es tan políticamente correcto traer a los
pobrecitos niños de veraneo! No lejos de nosotros, bajo los
puentes, hay niños de inmigrante rumanos que no veranean. El
niño del senegalés que vende pañuelos de papel en el semáforo no
veranea. En las chabolas de los asentamientos gitanos hay niños
que no conocen el mar. Pero esos niños no interesan. ¿Usted no
ve que si nos llevamos de veraneo a los niños de los vendedores
del "top manta" no podemos ir a recibirlos a Barajas ni nos
sacan por la tele?
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