Advocación.-
Títulos canónicos de la imágenes de las cofradías. Como las oficiales vienen todas en
el Pograma y las dicen del tirón, una por una, los pregoneros de la Semana Santa y esto,
gracias a Dios que está en San Lorenzo, no es el Pograma ni el pregón, nos fijaremos en
las advocaciones populares, que revelan más de lo que dicen, como es la familiaridad de
los sevillanos con las representaciones del Creador y de la Bendita Madre Que Lo Parió.
Demuestra mi vieja teoría de que en Sevilla las cosas se escriben de una forma y se
pronuncian de otra. Por ejemplo, la Virgen de la hermandad del Cachorro es La Señorita
del Patrocinio. Para los viejos costaleros, por su tez morena, El Gran Poder era El
Cisquero. El Nazareno de La O es El Jorobadito de Triana. Los hermanos del
Señor de la Salud se enfadan cuando los payos llaman a su Nazareno con el bíblico y
egipciano nombre de Manuel, yreconocen que casi todo el mundo lo mienta
como Cristo de los Gitanos, cuando no es Cristo, sino Nazareno, y en la hermandad
hay más payos que gitanos.. Hay veces en que la advocación popular prima sobre la
canónica. Muchos no saben siquiera que El Cachorro se llama Cristo de la
Expiración. Como La Macarena, por su barrio, extramuros de la ciudad, suele conocerse a
la Madre de Dios, aquella que está en San Gil. La Trianera llaman impropiamente a
la Virgen de la Esperanza. El Silencio es Nuestro Padre Jesús Nazareno. El Cristo
de los Estudiantes es el de la Buena Muerte; el de San Benito es el de la
Sangre. Y también hay advocaciones por un elemento del paso, como La Borriquita de
la hermandad del Amor, Los Caballos de Santa Catalina o Los Espejitos del
Valle.
Belmonte García, Juan.- El
Pasmo de Triana, que por las paradojas barrocas de Sevilla nació en la calle Feria
(1892-1962). En el juego barroco de contrarios de Sevilla y de su Semana Santa, Juan fue
mucho de la cofradía del Cachorro, frente a su oponente y rival, José (José Gómez
Ortega Gallito), que era mucho de la Macarena. Juan Belmonte salía todos los años como
maniguetero del palio de la Virgen del Patrocinio de su cofradía . Según una bella
tradición trianera, llevaba dentro de su cartera la papeleta de sitio para salir aquel
año en su cofradía cuando se pegó un tiro en su finca utrerana de Gómez Cardeña el 8
de abril de 1962, muy poco antes del día en que habría de cumplir sus setenta años y en
que habría de salir, como todos los Viernes Santos, su cofradía del Cachorro. Chaves
Nogales, en la biografía del Pasmo de Triana, cuenta una divertida anécdota cofradiera
de Juan. En uno de sus primeros grandes triunfos en la plaza de Sevilla, sus partidarios
trianeros acudieron a la iglesia de Señá Santana, a pedir al párroco el paso de un
procesión de gloria para lleva en él en triunfo a Juan hasta Triana. El párroco los
echó con cajas destempladas de la casa rectoral: "Blasfemos, descreídos,
profanadores de las cosas sagradas..", les decía, arrojándolos del templo como
Cristo a los mercaderes en el relieve de la Puerta del Perdón. Y les añadía,
rezongando: "Cuidado que pedir un paso para sacar a un torero, por mucho Juan
Belmonte que sea, eso es una herejía..." Y cuando ya se iban por aquellas puertas,
sacó la petaca, empezó a liar un cigarro y el buen párroco que no había nacido en
Triana ni profesaba la fe del belmontismo, soltó para que no pudieran escucharlo:
"Hombre, si el paso fuera por lo menos para Joselito el Gallo..."
Bulla.- Gloriosa, ilustre,
fervorosa y masiva hermandad de ir a ver las cofradías de los sevillanos echados a la
calle como unos agonías, de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección y
correspondientes e impacientes vísperas de Torreblanca, Heliópolis u Omnium Sanctorum.
Aglomeración delante de un paso, en una calle estrecha, en una salida, en una entrada, en
un cruce de la carrera oficial. La bulla tiene sus leyes, sus ritos, su física y hasta su
química. Ante alguna cofradiera fragancia a sobaquina de la bulla, el padre Cue podría
haber escrito el "Cómo huele Sevilla..." Las bullas se producen en sitios y
lugares predecibles, como las entradas y salidas o los lugares recomendados por los
programas y secciones cofradieras de los periódicos. Pero también hay bullas
imprevistas, que nadie sabe dónde y cuándo se van a crear. Por ejemplo, una bulla en una
calle por donde no pasan cofradías, que cada vez están siendo más frecuentes, a causa
de que cada vez hay más gente que ha perdido la Aguja Sevillana de Marear Bullas, que se
aprendía de tradición oral en la Universidad de Mareantes de Bullas de San Telmo. En las
bullas hay técnicas de progresión, permanencia o retroceso ante la claudicación de
seguir adelante. La primera norma es no tratar nunca de ir contra el sentido de la bulla,
sino aprovecharse de las corrientes interiores que, a modo de afluentes, se forman en
ella. Pues aunque la bulla, vista de lejos, parece estática, nada hay más dinámico que
una bulla, que, como cuerpo vivo que es, nace, crece, se reproduce y muere cuando ya ha
pasado la cofradía, no sin antes tener más fuerza que la corriente del Golfo o que un
patero de Los Caballos. En la bulla hay que dejarse ir, abandonarse en el gentío, y nunca
tratar de luchar contra corriente del sentido de sus movimientos. Hay, pues, que seguir la
(digamos) mentalidad dominante de la bulla, que es la masa vertebrada según Sevilla: si
estática, permanecer en el sitio mientras se pueda; si dinámica, dejarse ir. Otra
condición indispensable para sobrevivir a la bulla es arrastrar siempre los pies,
rachearlos al modo del andar de los costaleros. Hay bullas clásicas, bullas barrocas y
bullas contemporáneas. Entre las bullas clásicas, citaríamos la bulla de la salida de
la Macarena o de la entrada de la Esperanza de Triana. Entre las bullas contemporáneas,
cabría citar la bulla en el Cerro del Águila a la entrada de la Cofradía de los
Dolores. Y entre las bullas barrocas, la bulla de Las Cuatro esquinas de San José, en el
cruce de la carrera oficial, ante la barroca fachada de la Capillita del Patriarca.
Igualar.- Composición con la altura
del cuerpo de sus hombres con que el capataz, antes de echar a la calle su obra de arte,
dispone armónicamente los elementos que la componen. Una igualá bien hecha es
imprescindible para un buen trabajo de la cuadrilla, y se decía siempre que los grandes
capataces empezaban por saber igualar bien. Cuando las cuadrillas la formaban costaleros
asalariados, los capataces igualaban para cada salida, según los hombres que calzara cada
parihuela y según los que tuviera disponibles dentro de su telar habitual de peones. La
igualá la hacían bien en las cercanías de la iglesia de donde habían de sacar la
cofradía o en un sitio fijo. Angelillo igualaba en la taberna El Colmo de la
Puertaosario. Ariza el Viejo, en la Acera del Negro de la Puerta Larená. Alfonso Borrero,
en la plaza del Triunfo. Rafael Franco igualaba en Santa Catalina. El Penitente, en
Portela. Ahora las cuadrillas están más que igualadas durante los ensayos, con sus
correspondientes relevos, por lo que la operación pierde en gran parte el carácter
ritual que tenía antaño, pues de hecho la igualá era la contratación en firme del
costalero para sacar una cofradía un día determinado. La igualá se hace trabajadera por
trabajadera. El capataz alinea primero a los hombres en una sola fila y dándoles todos
frente, a lo largo del bordillo de una acera o de una superficie plana. Para ello, los
ordena de los más altos a los de menor estatura. De entre los seis o cinco más altos y
de más pareja estatura, los pone junto, de cinco o seis en fondo, según calce la
trabajadera del paso, y, desde atrás, para ver la altura de la cruz de cuello y sus
hombros (donde cargará el peso del palo) los dispone de modo que todos queden al mismo
nivel. Cuando los de la primera trabajadera están igualados, la voz clásica era,
"fuera la primera", o "apunta la primera", dirigido al listero, para
que apuntara sus nombres y disposición en el cuadrante. Después, y por el mismo
procedimiento, trabajadera por trabajadera, se va igualando al resto de los hombres, hasta
el total de los que calce el paso.
Macarena.- 1. Barrio de Sevilla,
arrabal extramuros de su recinto fortificado. Contra lo que se cree, el barrio de la
Macarena no estaba dentro, sino fuera de las murallas y del Arco de su nombre, la única
puerta, junto con el Postigo del Aceite, que se salvó de la quema de los derribos
"modernos" a lo largo del siglo XIX. La gente entiende ahora por Macarena los
alrededores de la basílica de la Virgen, confundiéndolo con el barrio de San Gil, su
parroquia, donde recibía culto la Virgen de la Esperanza hasta su destrucción en la
guerra (in)civil, el traslado provisional de la cofradía a la antigua iglesia de la
Universidad en la calle Laraña y la construcción de su propio templo. La Macarena
propiamente dicha son los que los viejos del barrio llaman Los Callejones, desde la
Resolana hacia el antiguo Hospital de las Cinco Llagas, por donde por cierto iba antes la
cofradía en el tramo final de su itinerario antes de entrar de vuelta al templo. Esos
Callejones Macarenos, tan esencia del barrio al menos como la parte intramuros de San Gil,
son las calles Torrigiano, Monederos, Jaira, Juan de Astorga, Vicente Espinal, Juan de
Robles, Adelantado o Don Fadrique. Este Macarena dicen los historiadores de la lengua que
es uno de tantos topónimos españoles en -ena, como Marchena, Mairena, derivados de un
nombre propio latino, posiblemente de un patricio que tenía por allí una villa, vamos,
un señorito romano que tenía un cortijo. Marchena dicen que viene de la villa o dominios
de un Marcus, y Mairena, de un Marius. Del mismo modo, aseguran que Macarena haría
referencia a la villa que en las afuera de Hispalis, a modo de chalé de Simón Verde o
Santa Clara, tenía un hipotético Macarius, de donde Macarena. Lo cual abonan con una
Huerta de Macario donde los hortelanos están todavía recogiendo en la memoria del barrio
las mejores lechugas para llevarlas al Mercado de Entradores antes de que llegue al
Pópulo la Esperanza de Triana... Otros incluso se inclinan por decir que Macarena viene
de Macaria, la legendaria hija de Hércules, el mitológico fundador de Sevilla, el de las
columnas de la Alameda. La Madre de Sevilla que es la Macarena estaría ahora, pues, en el
mismo lugar donde legendariamente anduvo la hija del Fundador de la Ciudad. La Virgen
sería, por tanto, en el sincretismo de las religiones, la cristianización del mito de la
heraclea fundación de la ciudad, pero vamos a dejarlo, que las del sincretismo religioso
son siempre arenas movedizas y no pisoplaza de amarillo albero a la hora de hablar de
cuestiones semanasanteras. 2. Nombre de la cofradía de dicho barrio, establecida, como
hemos dicho, primero en la iglesia de San Gil y luego en su propia basílica, cuyos
titulares son el Cristo de la Sentencia, la Virgen del Rosario y Nuestra Señora de la
Esperanza. 3. Denominación histórica y popular de la Virgen de la Esperanza de San Gil y
advocación oficial de dicha imagen desde 1964, año de su coronación canónica. La
Macarena era antes oficialmente Nuestra Señora de la Esperanza a secas; desde dicho año,
es oficialmente Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, lo cual a algunos muy macarenos
no nos gusta, porque la Esperanza de la Virgen no tiene frontera, no puede haber una
Esperanza Macarena y una Esperanza Madrileña, sin ánimos de señalar hacia a otro barrio
y hacia otra banda del río. Todos los fuegos son el fuego, toda la vida es la vida, todos
los atardeceres son el atardecer y todas las Esperanzas son la Esperanza. Las veneremos en
la Macarena o en Triana, en La Trinidad, en San Roque o (oh, la O) en la calle Castilla...
Madrugá.- La
noche por antonomasia, no solamente de la Semana Santa, sino de todo el Año Cristiano y
Civil sevillano. La Madrugá quizá sea el único caso de los husos horarios de todo el
mundo (que se vaya Greenwinch a coger caracoles) donde la Madrugá, por ejemplo, dura
hasta que el sol está en su cenit, con tal de que se cenit sea medido en el azimut de San
Román, el Arco de la Macarena o la calle Pureza. Según los más recientes estudios del
profesor doctor don Enrique Sanchís, de la Universidad de los Relojes del Cronómetro de
la Calle Sierpes, la Madrugá empieza exactamente cuando el Jueves Santo por la tarde, en
una hora indeterminada, se ve el primer armao por la calle Feria o el primer nazareno de
la Esperanza por la calle Castilla, que va a hacerse un retrato con su novia. Eso, a los
efectos del meridiano de barrio de la Madrugá. en el meridiano del centro, la Madrugá
empieza exactamente cuando se ve el primer nazareno de túnica negra que va camino de San
Lorenzo o de la calle de las Armas. Una última confirmación del comienzo de la Madrugá
es la entrada del palio de Montesión en la Plazaloscarros o la llegada de la Virgen del
Valle a la esquina de la casa de los Marqueses de la Motilla en la calle Cuna. La
duración de la Madrugá también depende en los meridianos en que sea científicamente
medida según los citados métodos del profesor doctor don Enrique Sanchís, en su
monumental estudio "De cómo ganar el cielo dejando minutos en la Campana".
Medida en el meridiano de la calle Bailén, la Madrugá acaba con los primeros vencejos
del amanecer que vienen a quitarle las espinas al Señor de Sevilla mientras va con paso
racheao de vuelta a San Lorenzo, mientras que medida en el meridiano de la calle Alfonso
XII acaba exactamente cuando se apaga la vela del preste que va detrás del palio de la
Virgen de la Concepción. Tomada en las coordenadas Lambert de los cañonazos de ruedas de
calentitos en los barrios cofradieros, la Madrugada acaba, empero, mucho más tarde, yo
calculo que en algunos casos a las dos de la tarde e incluso se ha dado que casi a las
tres. Según el estudio de frecuencia de las ruedas de calentitos incluido en los ya
citados estudios del profesor Sanchís, la terminación de la Madrugá es directamente
proporcional a la velocidad de entrada de los palios de las Esperanzas y de la Virgen de
las Angustias, formulados por dicho científico con el conocido principio de: "Contrimás
tarde en entrar Los Gitanos, más tarde acaba la Madrugá". Por lo cual puede
decirse sin exageración que el Viernes Santo de Sevilla es el único lugar de la
geografía y de la Historia donde una Madrugada puede empezar a las cinco de la tarde de
un día y llegar hasta las tres de la tarde del día siguiente. Razones todas por las
cuales hemos dado en llamarla la Madrugá, para que nadie tenga que preguntar de qué
madrugada se trata.
Parihuela.- Armazón interior del paso,
donde van armados todos sus elementos como canastilla y monte en los casos de pasos de
Cristo y varales y palio en el caso de los pasos de Virgen. Su parte superior, salvo en el
caso del monte de los pasos de Crucificado, forma el tablero del paso, donde van colocadas
las imágenes, sobre una peana en el caso de las Vírgenes. La parihuela se compone
fundamentalmente de las patas o zancos, la zambrana y las trabajaderas. En el símil de
una mesa (que es la que los chiquillos usan como parihuela para sus cruces de mayo, anda
que no saben ná de cofradías...), los zancos serían las cuatro patas de la silla; la
zambrana, los travesaños que las unen; y las trabajaderas, como los palos interiores que
sostienen el asiento. La parihuela va cruzada horizontalmente, por debajo del tablero, por
las trabajaderas, que son las que cargan el peso del conjunto sobre los cuellos de los
costaleros. En los grandes pasos de misterio, los zancos a veces son seis en lugar de
cuatro. Hechas antiguamente de madera, últimamente, casi todas las parihuelas son ya
metálicas, para que los hermanos costaleros tengan que soportar menor peso. Cuando eran
los costaleros asalariados los que tenían que cargar con ellas, prontito hubieran
accedido los fundamentalistas talibanes de la Semana Santa a hacer unas parihuelas
metálicas para que fueran más aliviados los gallegos, esos tíos del muelle, venga, dile
al capataz que entre ya la cuadrilla y que se metan debajo del paso, que es lo que tienen
que hacer, y a ver si este año no dan escándalo como el año pasado... Estad. El
número de trabajaderas es, por razones lógicas, un método de aproximación al peso de
las parihuelas. Una clasificación podría ser la siguiente:
Pasos de Misterio.-
Son, obviamente, los que mayor número de trabajaderas tienen: 9 los "barcos" de
La Cena, La Amargura, Pilatos de San Benito o Los Caballos; 8 los de La Carretería, San
Gonzalo o la Esperanza de Triana. Por lo general van igualados 6 hombres por trabajadera.
Pudiera parecer que Los Caballos es el barco que mayor número de costaleros calza, pero
no es así; el que lleva más peones es el de La Cena (54), siguiéndole La Esperanza de
Triana, La Carretería, Montserrat y Santa Marta (48) y La Lanzada (46).
Pasos de Nazareno.- Los
pasos de Nazareno suelen tener 7 0 6 trabajaderas, igualadas a 6 o 5 hombres por palo; por
ejemplo, 7 trabajaderas con 6 hombres por palo el Gran Poder; 7 con 5 hombres Pasión; 6
con 5 costaleros Las Penas de San Vicente, etc.
Pasos de Crucificado.-
Habitualmente tienen 7 0 6 trabajaderas, con 5 o 6 hombres por palo. En algunos casos, el
espacio que en el interior de la parihuela ocupa el cajillo de la Cruz hace que las
trabajaderas centrales no puedan calzar igual número de costaleros que las situadas más
hacia la delantera o la trasera. Esta trabajadera suele ir en banda, que es como se llama
cuando lleva igualados menos hombres de los que hipotéticamente puede calzar.. En estos
casos, el número de costaleros no resulta, pues, de multiplicar las 7 0 6 trabajaderas
por 5 o 6 hombres. Así, El Cristo de Burgos tiene 6 trabajaderas, igualadas con cinco
hombres, excepto la que cae bajo el cajillo de la Cruz, que va en banda: no lleva al
corriente, sólo los dos costeros y los dos fiadores. Lo mismo ocurre en el paso del
Crucificado de Santa Cruz, por las mismas razones del cajillo y el larguero de la Cruz.
Pasos de palio.-
La inmensa mayoría tienen 6 trabajaderas que calzan 5 hombres cada una, lo que da el
repetido número de 30 costaleros por paso. Las excepciones son los pasos del Rocío y de
La O, con 7 trabajaderas y 42 hombres (esto es, calzadas a 6 hombres por palo, con dos
corrientes, como un paso de Cristo), y los de los palios del Amor, Los Estudiantes, Valle,
Gran Poder, Esperanza de Triana y La Trinidad, que aunque tienen 6 trabajaderas, van
calzadas con 6 hombres, lo que da 36 costaleros por paso. Los palios de La Macarena y Las
Penas calzan 35 hombres, esto es, que van 5 en cada uno de los palos. Los antiguos
capataces profesionales gustaban de igualar las trabajaderas de palio con 6 hombres por
palo, esto es, con dos corrientes, para llevar más carne (más capacidad de fuerza).
Una semblanza histórica del último medio siglo a
través de Antonio Burgos, quien acude a sus recuerdos a los de su generación para
hilvanar el retrato de una época en la línea del anterior "Mirando al mar
soñé"
La
vida y la filosofía del Farón de Camas, en una
narración en primera persona que es también un
excepcional testimonio sobre la España de la postguerra,
el desarrollismo y la transición.
Los
recuerdos y las emociones de la generación que hizo la transición, vistos con nostalgia
y con humor, a través de estampas literarias que son como postales en color sepia que se
sacan de un cajón
" El mundo se divide en dos grandes partes:
Sevilla y Cádiz", dijo Fernando Villalón. Homenajes literarios a las dos ciudades,
con el Discurso del Patrimonio Inmaterial de Sevilla y el Pregón del Carnaval de Cádiz.