Como España había dado el salto hacia el desarrollo, un salto
cualitativo que decían los discípulos de López Rodó y de López Bravo, la
dictadura de Franco tenía que inventar un símbolo. Vino entonces El Cordobés e inventó
el salto de la rana. Que era, en realidad, una manifestación unipersonal de protesta
contra el régimen. Había manifestaciones de los estudiantes que estaban apuntados en la
Joven Guardia Roja y que tanto corrían ante los guardias que no eran rojos, sino grises.
Había manifestaciones de los obreros que acababan de fundar las Comisiones Obreras,
mayormente en torno a la fiesta del 1º de Mayo, que el sincretismo del régimen había
convertido en San José Obrero. Vamos, que había apuntado al padre putativo de Jesucristo
poco menos que en enlace o jurado de empresa de los Sindicatos Verticales de Pepe Solís,
a quien por las raíces latinas de la Bética le llamaban egabrense aun habiendo nacido en
Cabra. Las dichas eran manifestaciones colectivas, como los primeros convenios colectivos
que impuso Franco para cabreo de los empresarios. Pero El Cordobés inventó la
manifestación unipersonal. Cada vez que llegaba el Primero de Mayo, para que el obreraje
no se fuera a la manifestación ilegal, Franco organizaba una corrida de toros para que la
dieran por Televisión Española y la retransmitiera Manuel Lozano Sevilla, que era su
taquígrafo personal y de quien Jame Ostos dijo ante España entera por esas mismas
cámaras que no era taquígrafo, sino un trincón.
Y como El Cordobés no había
perdido ni el pelo de la dehesa de Palma del Río ni el sentimiento de clase, se vengaba
de su utilización por el régimen como adormidera televisiva de reivindicaciones
sindicales, aquello que sus actuaciones del 1º de Mayo eran como las demostraciones de
los coros y danzas del verticalismo en el estadio Santiago Bernabeu, que era como Franco,
pero presidiendo el Real Madrid.
Que el salto de la rana era
una protesta contra la dictadura lo hemos podido establecer según el siguiente silogismo
en forma de sofisma que acaban de publicar en la revista de la Fundación de Estudios
Taurinos de Bollullos Par del Condado, un tocho así de gordo. A saber, que lo pone allí
un profesor de Instituto tipo Aula Taurina, pero muy partidario del toreo de El Fundi, de
El Juli y de El Mangui, para que se enteren de lo que vale el peine que no usaba Manuel
Benítez, dicho El Melenas en el planeta de los toros:
1.- Al padre del Cordobés,
como al padre de Manolo González, lo fusilaron los nacionales.
2.- A Franco, como inauguraba
tantos pantanos, le llamaban de mote Paco Rana, porque va de pantano en pantano.
3. -Luego el salto de la rana
era, pues, una protesta contra Franco. Lo de la rana iba por Paco Rana.
¿No iba a surgir poco
después la canción protesta contra la dictadura de Franco, pidiendo las libertades? Pues
Manuel Benítez se adelantó, e inventó el toreo-protesta, pidiendo de momento la
libertad de dar muletazos sin tener absolutamente nada que ver con el arte de la
Tauromaquia, ni incluso en su sector de Llapisera. También pedía un millón de pesetas
por corrida, el primero que pidió tal cifra, y lo malo es que los Choperas de la época
se lo daban, encantados, porque El Melenas llenaba las plazas y llevaba a los toros a los
que no iban desde los tiempos de Manolete.
El Cordobés fue un invento de
otro cordobés, un tío con un sombrero la mar de grande, un puro, una tumbaga, creo que
unos cuantos dientes de oro y mucho por aquí te quiero ver en el planeta de los toros:
Rafael Sánchez El Pipo. Los Califas de Córdoba siempre tienen al lado un
inventor, y El Pipo fue a El Cordobés en plan chufla lo que Camará había sido a
Manolete en plan serio. El Pipo fue la Secretaría General de Prensa y Propaganda del
Movimiento Cordobesista. El Cordobés fue muy bien llevado y traído en una fiesta en la
que estaban Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Curro Romero, pero la gente llenaba las
plazas para ver a su cocacola taurina, su 600 de la tauromaquia, su encarnación
desarrollista del maletilla que sueña con ser matador.
Con el cortijo Villalobillos,
con una avioneta, con una francesa para él solo en la España de la castidad obligatoria,
hasta con una plaza portátil, La Guerrillera, para hacer la guerra taurina por su
cuenta, El Cordobés se hizo millonario podrido con los toros, se desclasó y dejó en
1972 de dar el salto de la rana contra la dictadura que simbolizaba. Aquel trueno vestido
de luces sentó la cabeza y se retiró a sus latifundios. Así, degenerando, degenerando,
aparece en las fotografías muy sonriente con Franco, invitado especial a las monterías
del Caudillo. Quiero decir que El Cordobés estaba encantado de ir a las monterías con
aquel militar sublevado que en el verano de 1936 mandó dar por Andalucía una batida de
obreros, sindicalistas y republicanos, montería en la que cayó el padre de Manuel
Benítez. Ni que decir tiene que El Cordobés no llevaba luto por él cuando sonreía con
sus melenas y sus dientes en las monterías de Franco.