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Como
los empresarios turísticos andaluces no le han regalado ningún
yate, el Rey no viene a Marbella. No sabe S.M. lo que se pierde.
Ni motor, ni vela, ni moto náutica. Los veraneantes de Marbella
nos dedicamos a un deporte estival local mucho más divertido:
contar grúas. El horizonte de Marbella estaba antes dominado
por la Sierra Blanca, montes hermosos hechos como de papel
maché de belén, de Belén de Jesús, no de Belén de Jesulín,
se entiende. Ahora, el horizonte no está dominado ni por la mar
(bella) ni por la sierra (bellísima): está dominado por el
terrible microclima especulativo de 300 o 400 mil grúas de
obras. Las gaviotas antes se posaban en las jarcias de los yates
de los jeques en Banús. Ahora, a la caída de la tarde, se
posan en las plumas de las grúas de Dragados, de Prasa. Es la
hora preferida para el deporte local. Sales a la terraza del
apartamento, del hotel, del chalé, de la adosada y te pones a
contar grúas, innumerables como las estrellas del Camino de
Santiago. Lo comentas con los amigos: "Yo ayer, del Don
Carlos a El Fuerte, conté 358 grúas". Te dicen:
"Pues yo, del Pirulí a Río Verde, 421."
La inmensa milla de oro (y del moro) es ahora
Chernogil. Lo dicen los mismos gilistas. Debe de ser por los
terribles daños colaterales que el urbanismo de rapiña produjo
en el paisaje, arrasándolo. No hay antiguo jardín donde no se
esté construyendo una promoción. Gil, Gil, ¿por qué nos has
abandonado? Antes nos admirábamos de la cuidada y vigilada
Marbella. Ya tenemos atracos de joyerías a la marsellesa y
basuras por las calles a la marroquina. Los paseos, antes
aljofifados, son ahora vertederos. Todo da la impresión de que
Gil está lo suyo, en sus procesos, y que, conseguidos los
últimos objetivos de las hordas capitalistas, la guerra de la
especulación ha terminado: avíense ustedes como puedan.
Por eso está muy bien que el PP quiera traer
a Gabriel Díaz Berbel de alcalde a Marbella. ¿No fichamos a
Figo para el Madrid? ¿Por qué no vamos a fichar a Kiki para
Marbella? La mancha de la mora con otra verde se quita y el
desastre de Gil sólo se puede remediar con Kiki Berbel, un
granadino sin mala follá, rico por su casa, con pedazo de
chalé en Marbella, amigo de jeques y amante de las limusinas
blancas, populista, polémico, pero efectivo. Alguien tiene que
parar el desastre urbanístico de Marbella, que lleguemos un
día y no podamos practicar el deporte local de contar grúas.
Sólo puede ser Don Berbel. De todos los políticos, es el
único a quien veo despechugado, con la sahariana de alcalde de
Marbella, mirando debajo de las alfombras (persas, naturalmente)
del Club Financiero y mandando parar este perfecto desastre
urbanístico que ha hecho de Marbella un Benidorm con jeques y
mafia rusa.
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