| Cuando
                en un barrio un drogadicto mata a su abuela o un marido borracho
                le quita la vida a su maltratada mujer, estoy convencido de que
                las vecindonas del bloque se van urgentemente a la peluquería.
                Por si les preguntan los de la tele. De otra forma no me explico
                que todas las testigos presenciales y vecinas del bloque salgan
                tan repeinadas, laqueadas y compuestas cuando se erigen en el
                tribunal popular de urgencia de los telediarios:
                 -- Pues sí, él le pegaba a ella. Pero todas las noches.
                Claro, como siempre volvía borracho. Nosotros lo oíamos,
                porque como las paredes de estos bloques son tan finitas... Y yo
                se lo decía a mi marido: "Pepe, aquí un día va a pasar
                algo..." Así que cuando oí los tiros, lo desperté y le
                dije: "Pepe, ahí ha pasado algo..." 
                Terrible España en permanente estado de Puerto Hurraco,
                donde cada vez hay más sangre en la primera. Los telediarios
                parecen "El Caso". Nunca se ha matado tanto, como si
                estrenáramos siglo XXI con el "remake" continuo del
                crimen de Cuenca o del Huerto del Francés. Con lo cual las
                marías que salen como vecinas para dar su testimonio están
                encantadas. Lo populares que se hacen: 
                -- Mari, que te vi ayer en la tele... 
                Marchando los veinte segundos de gloria para la vecina del
                tercero izquierda de la asesinada. La cual, en la mayoría de
                los casos, no solamente no sabe nada del suceso, sino que no
                tiene absolutamente nada que decir, testigo falso en una falsa
                información. Nos quejamos de la lentitud de la Justicia, pero
                yo me quejo de la insensata celeridad de esta justicia
                populachera de los testigos de nada en los crímenes de los
                telediarios. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, los
                reporteros insensatos les meten el micrófono y la cámara a la
                maría que ha ido a la peluquera para salir en la tele y que
                está encantada: 
                -- No, yo a él no lo conocía, ni a ella, pero vivían
                arriba, en el cuarto... 
                Pues si no los conocía, cállese usted, señora. Y cierre
                usted el micrófono y apague la cámara, señor reportero, que
                en esta España de sangre en la primera lo único que nos
                faltaba era este diario coro trágico del tribunal popular que
                se montan las que se tiran de espontáneas al ruedo del fiscal,
                sólo por no ser menos que Carmen Ordóñez o que Tamara y salir
                en la tele: 
                -- Pepi, que te vi ayer en la tele con lo de la pobre de la
                Carmeli. Saliste divinamente... 
                Por eso digo que cuando se produce un crimen en un barrio,
                las peluquerías se ponen de bote en bote. Por si las moscas del
                testimonio sobre nada. 
                  
                  
       
       
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