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Por
el mágico teletipo de las amapolas que es el correo
electrónico, me piden que vaya de algo tan por el plan antiguo
como abajofirmante, lo que a algunos nos rejuvenece bastante y
nos pone en reloj en el 1001. Desde www.notodo.com
me piden la firma para que a Miguel Delibes le den el Nobel.
¿Dónde hay que firmar? Por Delibes, como partidario de toda la
vida, firma servidor donde haga falta. Si se tercia, hasta en un
librito de papel de fumar de los que sacaba para hacerse su
liadillo de picadura en las sobremesas de café de colegio mayor
del frío de la Universitaria, mientras nos contaba la
gestación de sus historias de perdices rojas, pueblos
abandonados, hijos idolatrados y horas con Mario.
Nada sería más justo y oportuno que, dadas las actuales
circunstancias de la cultura española, la veleta de Estocolmo,
tan veleta, apuntara a Valladolid. Que señalara algo tan pasado
culturalmente de moda (y de ideología) como Castilla. Y que se
premiara, además, una obra hecha a pesar de la censura
literaria de la dictadura. Compruebo con estupor cómo los
truchimanes del retablo de los clichés y ESO están imponiendo
la idea de que desde 1939 a 1975 fue España culturalmente un
páramo. Pues si fue un páramo, menudo páramo. Un páramo de
Castilla donde Delibes escribe "La sombra del ciprés es
alargada" y Rodrigo compone "El concierto de
Aranjuez", por sólo (recor)darles dos rabitos de pasas.
Por la prosa de Delibes no pasan ni los regímenes políticos ni
las modas literarias, porque estuvo al margen de todo, y donde
tenía que estar: en su Valladolid. Como andaluz con ejercicio y
servidumbre admiré siempre en Delibes la lealtad a su tierra.
No hubo guardias civiles ni académicos de la Española
suficientes como para obligar a Delibes a irse a vivir a Madrid
y ponerse en la cola de la gloria del parnaso. La gloria, para
Miguel, es la soledad gozosa con escopeta y perro, la verdad del
campo. Otro gran señor del campo como fue Manuel
Halcón, tuvo que irse a
Madrid para hacer carrera literaria. A Delibes no le dio la
gana vivir en una ciudad donde el repartidor no le llevara por
la mañana "El Norte de Castilla", un periódico que
se sabía antes de leerlo, porque muchas noches lo había hecho.
Ha tenido que pagar Delibes a lo largo de toda su vida este
IVA terrible que la España literaria cobra a sus periferias.
Para los que escribimos al Sur de Despeñaperros, este IVA es el
Impuesto por Vivir en Andalucía. Por gozar de la luz de Sevilla
tenemos que pagar un recibo aterrador. El mismo que toda su vida
ha pagado Delibes por gozar de la luz de Castilla. Espero que a
la hora de otorgar el Nobel no le sigan cobrando a Delibes el
terrible IPC que ha pagado toda su vida, el Impuesto por
Castellano, ahora que España es el Estado Español y Castilla,
la opresora de este, el otro y el de la moto.
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