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Tendrás
ahora mismo, querido
Luis del Olmo, un síndrome que no ha sido descrito. El de
los secuestrados fue el de Estocolmo; al paso que vamos, éste
será el síndrome de España. Te lo describo someramente, como
si a Noé le pidieran un artículo sobre el diluvio. Habrás
experimentado un raro sentimiento, preguntándote qué iban a
solucionar los asesinos con tu muerte. Y lo terrible de sentirte
Lázaro, ver cómo te abrazan apretándote, tocándote como a un
aparecido, con la alegría de que los asesinos no hayan
conseguido lo que querían. Porque a esta hora, querido Luis del
Olmo, eres el hombre más abrazado de España. Te habrán dado
todos los abrazos del mundo, por la calle, por carta, por
telegrama, por teléfono, por correo electrónico. Hasta por
cosario.
Te dirán, Luis, que ya puedes estar tranquilo, que cuando
estos asesinos fallan nunca vuelven a intentarlo. Y seguirás
sin comprender nada, nunca podemos comprender la negación de
las libertades. Porque inmediatamente añadirán lo
"cuídate, cuídate mucho", bolero sentimental que
suena en la radio de todos los corazones que no sabías que te
quisieran tanto. Estarás viendo que la gente te quiere más de
lo que tú pensabas, que en el cara y cruz de la vida y de la
muerte, no hay colores ni ideologías. Todos somos del mismo
bando.
Y lo más terrible, Luis, es que habrás visto tu propio
entierro, como le dije en su día a Carlos Herrera: "Eres
como Miguel Mañara, el del mito del Tenorio, a quien Dios le
hizo contemplar su propio entierro para que cambiara de
vida". Sólo que nosotros, Luis, hemos visto nuestros casi
obituarios, los artículos de los amigos, no para cambiar de
vida, sino para continuar en este bendito descarrío de la
defensa de la libertad. Igual que Carlos Herrera me la dio, yo
ahora, querido Luis, te expreso la bienvenida al club. Cuyos
socios seguimos como si no hubiera pasado nada. Porque lo que la
gente no acaba de creerse es que para nosotros, viejos rockeros,
no ha pasado nada, apenas comprobar que ya piensan todos sobre
ese asesino innombrable de la revista de la muerte lo que
nosotros pensábamos. Para las que ha pasado, y mucho, ha sido
para Mariló, para Isabel, para Mercedes. Y eso no lo sabe la
gente. Como no sabe que ahora más que nunca le hemos puesto a
la vida ese nombre de mujer. Ellas sí que comprenden que la
mejor victoria de la libertad contra la muerte sigue siendo la
palabra.

Luis del Olmo en la web de Onda Cero
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Biografía de Antonio Burgos
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