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Lo
peor de todo es la rutina, que admitamos como normales las
mayores aberraciones. Que demos rutinariamente por perdidos
territorios geográficos, cuando no la
batalla del lenguaje con eufemismos como "violentos".
Hasta damos por perdida la libertad de ir
a San Sebastián, con lo hermosa que es, con el gozo que da
pasear por La Concha con marea vacía. San Sebastián ha
celebrado su fiesta patronal, en honor del mártir romano que no
sé si les suena lo que le pasó: era un señor que trabajaba en
las Fuerzas Armadas y tras ser públicamente denunciado y
señalado como cristiano, lo mataron. En otros pueblos y
ciudades lo sacan en procesión con su taparrabos y sus saetas,
lo que movió los versillos que me ha recordado desde Canadá el
embajador Cuenca Anaya: "Glorioso San Sebastián,/ si en
este invierno tan crudo/te sacan medio desnudo,/en el verano
¿qué harán?". En San Sebastián no lo sacan desnudo,
sino que, ran, cataplán, van de de Tamborrada. Como la Calanda
de Buñuel, pero por lo civil.
Bueno, pues hasta la Tamborrada es ya territorio arrebatado
por los enemigos de la libertad... y otorgado por miedo. Fue
sorprendente oírlo la otra noche. Tengo adicción nocturna al
gran informativo de Manuel Antonio Rico en RNE. San Sebastián
estaba en fiestas y conectó para la Tamborrada. Fue terrible
oír al informador local hablar del paisaje de pancartas en
defensa de los criminales. Este señor, como vive en San
Sebastián, lo consideraba lo más normal. Se oía el miedo. Las
llamaba "pancartas alusivas a ETA". Daba angustia ver
cómo Rico tenía que sacarle las palabras:
-- ¿Pero esas "pancartas alusivas", son a favor de
ETA, no?
-- Si, y del acercamiento de los presos vascos...
Los presos vascos, traduzco, son los asesinos condenados. Con
sacacorchos tuvo que conseguir Rico la información de un San
Sebastián con los balcones llenos de pancartas de la
complicidad o del miedo. A duras penas logró que su
corresponsal dijera que la Policía Autonómica Vasca estaba por
allí, pero que no hacía nada, que no retiraba una sola
pancarta. Al día siguiente, miré los periódicos con ese
recuerdo. Me esperaba esos editoriales condenando la pasividad
de la Policía de Arzalluz ante la colectiva apología del
terrorismo con tambores. Ni palabra. Sólo una foto, en la que
Juan M. Abad, con su uniforme de húsar de opereta de jefe del
desfile de la Tamborrada, pasa ante un cartel de la ETA, con su
bicha, su hacha y todos sus avíos, como lo más normal del
mundo. O será que a estas cosas no le dan importancia porque en
materia de denuncia de los asesinos y sus cómplices es más
cómodo y más seguro seguir tocando el tambor. Así está todo
el año Odón Elorza, el alcalde donostiarra: tocando el tambor.
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Biografía de Antonio Burgos
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