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En la esquina de la calle de la Mar, un letrero en azulejos
pone que allí estaba la Puerta del Arenal. Para el recuerdo de
la luz y de los sonidos de la tarde de los toros no hace falta
la memoria trianera de la cerámica de los alfares. Camino de
los toros, la gente que viene por el Compás de la Laguna con la
almohadilla de listas de manta caballera debajo del brazo, pasa
por la esquina de Los Jabuguitos. Y saben que atraviesan la
puerta que derribaron. Cambian la luz, los sonidos cuando se
pasa por delante de la Pescadería de Isabelita, por la esquina
del bar de Ventura, el alguacil que fue el protomártir en la
relación de damnificados por el sector renovado de la Empresa
Pagés, en cuya lista de los caídos ya está Antonio Peña, el
alcalde de caballos o Luis Valdenebro, que como este año iba a
cumplir sus bodas de oro toreando la corrida de rejones, pues
para celebrarlo le han pegado un costalazo de los carteles,
menos mal que tiene temple y no se ha quedado con el ánimo
estribado. Ojalá no entre en esa lista Lebrija el Puntillero,
que como está a punto de cumplir 50 años en la cachetería que
heredó de su padre, quizá con las nuevas tradiciones se lo
celebran poniéndolo en la calle Adriano.
En esta calle Adriano que sigue siendo el secreto paraíso
desconocido para llegar a la plaza de los toros, será que nos
tira la memoria infantil de nuestro barrio, el olor a cebada y
alpiste del almacén de granos de Manolo Espinosa en la esquina
de Valdés Leal, que ahora han vaciado por dentro para hacer un
hotel. El largo mostrador de caoba de la Bodega San José, como
un barco de la Carretería sin garras de bronce en los zancos,
contempla el paso de esos pueblos que vienen a los toros por la
calle Adriano. Aljarafe puro. Mosto nuevo de viseras para el sol
en los viejos odres de las botas de Villanueva.
Luego, con los coches de caballos y los trajes de gitana,
llagarán las furgonetas del vamos al turrón, pero ahora la
calle Adriano tiene el aire de este pueblo interior de Sevilla
que son El Postigo, El Arenal, La Carretería, La Cestería,
territorios de tinto de Florencio Quintero, del Pali,
escritorios de los consignatarios de buques de un muelle de
capataces y collas. Y en el barrio, abierta, la capilla de la
cofradía. Tienen ahora los hermanos del Baratillo el buen gusto
de no hacer la desarmá hasta que se arrastre el último toro de
Miura. Pasa la gente del Aljarafe camino del tendido 11 y se
santiagua. Pasan los turistas y entran a curiosear. Para el
cochazo de un nuevo rico de Madrid que viene como a pintar la
mona, baja la ventanilla charolada y pregunta:
-- ¿Qué Virgen es ésta?
Y el enterado, el clásico enterado, se acerca al Bentley de
color verde carruaje y le responde:
-- Esta es la Virgen del Baratillo, que le dicen así porque
era hermano de la cofradía un torero muy famoso de Sevilla que
se llamaba El Baratillo.
El Baratillo o Pepe Hillo, ¿qué más da? A lo mejor El
Baratillo era un torero que plantó una cruz de hierro en el
Arenal para conmemorar cuando Hércules el de la Alameda cuajó
un toro de Gerión. De lo que sí tengo absoluta certeza es de
que estos pasos de La Piedad y de La Caridad son como una
tarjeta de visita que Sevilla ofrece al mundo en estos días,
absolutamente gratis, nuestra abierta hospitalidad. Lo pienso
mientras un reventa me ofrece un sol alto, como si me invitara a
comprarme para siempre la luz antigua y cierta de mi barrio.

Triana
en la "Guía Secreta de Sevilla"
Triana:tradiciones
escritas en el palo de la cucaña
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