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ese tal Arzalluz que es un tal y un cual al que nadie se atreve
a empapelar por su cotidiana apología del terrorismo (y menos
ahora, que le han metido para el chaleco 80.000 votos calibre 9
milímetros Parabellum) le parece muy mal que la ETA haya
asesinado a un empleado de un periódico. Pero no por el crimen
en sí, sino porque dice que los empleados de las empresas
editoras no tienen arte ni parte en esta suprema contradicción
de la objetividad periodística. La suprema contradicción de la
objetividad periodística es que si eres objetivo en tu oficio,
y oyendo los gatos de su barriga que suelta Arzalluz por esa
boca te acuerdas de todos sus antepasados, uno detrás de otro,
y lo escribes, como lo estoy poniendo aquí ahora con la máxima
objetividad, de periodista objetivo te conviertes
automáticamente en objetivo entre los periodistas. Y miren
ustedes qué casualidad, hasta ahora no ha habido un sólo
periodista que haya sido declarado objetivo por haber dicho
(borracho, claro) que este Arzalluz es el mejor de los nacidos.
Como los objetivos somos el objetivo, estamos mayormente
pendientes del terrible anuncio de la ONCE que nos puede
aguardar cada día al llegar del periódico, en esta lotería de
la cercanía de la sangre: "Voy a ser yo". Santiago
Oleaga, camino de la rehabilitación de su hombro de deportista,
no sabía que le iba a tocar el cuponazo de sangre. Que iba a
ser él. (Por cierto que en este cuponazo de la sangre, yo y
usted sabemos quiénes son las chicas del Telecupón que lo
promueven, hay una que se llama Begoña Herranosequé...)
Empleados... Lo que no comprenden quienes llaman
"desactivar" a que nos callemos la boca y nos comamos
con papas la conciencia, es que en este negocio de la vida, de
la libertad, de la paz, todos somos empleados. Nada más y nada
menos que unos simples empleados. Entre otros, los fieles
empleados del Estado que engrosaron durante años oscuros la
terrible pedrea del "Voy a ser yo". Hablo ahora de los
olvidados guardias civiles, policías nacionales, militares, que
durante lustros fueron los callados objetivos, cuando muchos
periodistas ahora muy objetivos miraban para otro lado en
aquellos tristísimos entierros a cencerros tapados con un
tricornio sobre un ataúd, una bandera de España que se
entregaba a una viuda o a un padre jornalero, y un avión
militar que despegaba con un cadáver camino de un cementerio
extremeño, andaluz, gallego. Como el "voy a ser yo"
cada vez lo tenemos más cerca, nos olvidamos de aquellos
tristes días en que fueron ellos. Los empleados de la
Constitución nada menos. Los empleados del Estado de Derecho.
Voy a ser yo quien recuerde a aquellos cabos de la Guardia
Civil, subtenientes del Ejército, agentes de la Policía
Nacional sobre los que ha caído esta terrible segunda muerte
que es siempre el olvido.

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