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Cuando
un señor extranjero en un tono muy científico habla de la
aldea global para hacer el panegírico de este mundo cotidiano
que a don Bill Gates ha hecho rico, nadie tiene que explicarme
cómo es la aldea del símbolo. Porque yo he visto esa aldea
entre marismas y pinos (pinos llorones por cierto, unos pinos
muy sentidos, qué pechadas de llorar si las carretas se han
ido...) Con las calores de junio, con la cigüeña en su nido,
la amapola en el trigal y el ruiseñor pío, pío, muchas veces
fui a la aldea, que más global no la he visto, pues a ella
llegan gentes desde Australia, desde Vigo, llegan de La
Moraleja, de la Colonia del Viso, desde París, de Bruselas,
desde Donosti, de Bilbo, desde la Quinta Chimbamba y los mismos
Chirlos Mirlos.
Así que cuando me dicen que este mundo en que vivimos es una
aldea global, yo digo: "Qué polverío, cuánto caballo,
maestro, cuántas coplas, cuánto vino, cuánto baile, cuántas
tapas de jamón y langostinos, cuánta carreta de bueyes,
cuánto tamboril y pito tañendo el toque de alba, que aquí no
duerme ni Cristo, que es el que lleva la Virgen cuando era un
niño chico, cuando hacía la FP de Pastorcito Divino..." Y
como esa aldea global yo tantas veces la he visto, puedo seguir
describiéndola de este modo que aquí explico: "Qué arte,
cuánta majeza, qué devoción, qué tronío, ay, madre,
cuántos jinetes vestidos de señoritos de cortijo y de pernada
y en verdad son nuevos ricos que han pegado el pelotazo, se
lucen en el camino con carriolas donde llevan hasta polibán los
tíos, y luego montan la casa en plan de poner el mingo, tres
millones de alquiler, cinco de costo y vino, tres Land-Rover,
diez charrés, venga cante, venga fino, el fino que sea Imperial
y el cante, de Los del Río. Si quieren aldea global, no busquen
más: el Rocío. Un millón de criaturas se meterá allí el
domingo.
Mas pongan en cuarentena todo esto que he descrito, porque al
alcalde de Almonte la Virgen le importa un pito, y desprecia al
rociero que desde tan lejos vino a proclamar esa fe que ahora
escuchan en sus gritos: "¡Viva esa Blanca Paloma y el
Pastorcito Divino". Porque el alcalde almonteño, y a los
hechos me remito, pasa de Blanca Paloma, pasa de Divino Niño y
le importa más Bruselas, de Fondos Feder ahíto, y ha
proclamado a la aldea, que en los carteles lo ha escrito:
"Aldea Mundial del Caballo". Lo digo porque lo he
visto. Nada de fe ni rosarios, que el tío va por lo hípico,
que es la Aldea del Caballo ésta a la que el Papa vino, pues ya
saben que Wojtila se pirra por los equinos. Si fuera por este
alcalde hasta cambiaba los gritos: "¡Que viva esa blanca
yegua, viva el potro que ha parío...!" (Las peores
borracheras son éstas, las de laicismo...)
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