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Es
como una terrible copla de campanilleros por la madrugada en los
campos de mi Andalucía. O como una petenera aterradora de mala
suerte y desgracia: "Niño que en cueros y
descalzo..." Hombres en cueros y descalzos, tiritando de
frío, con los labios quemados por el sol y el viento, siguen
llegando a las playas de Tarifa. Ya no son hombres, sólo
números de estadísticas. Lo peor de las desgracias es cuando
se convierten en estadísticas. Cuando los muertos se cuentan a
centenares en lejanos terremotos de América del Sur parece que
no fueran hombres los sepultados en una Pompeya de la escala
Richter. Cuando el domingo por la noche la radio da el balance
de los muertos en la carretera del fin de semana no parece que
sean hombres los que los bomberos sacan destrozados entre
chapas, en el autobús despeñado.
A los inmigrantes sin papeles les está ocurriendo igual. Ya
no son hombres los que llegan a Tarifa, de la ensenada de
Valdevaqueros al levante de la playa de los Lances. Los
abandonados búnkeres de la II Guerra Mundial que guardaban las
costas de un posible desembarco aliado, contemplan ahora esta
terrible Playa Omaha de los desheredados. Números. Cifras en un
boletín informativo. A todo se acostumbra el cuerpo. Las
desgracias repetidas sólo llevan a la insensibilidad. Oímos el
número de pateras llegadas, la cifra de marroquíes o
senegaleses detenidos con la misma indiferencia con que
escuchamos los kilómetros de pistas esquiables en Sierra Nevada
o los litros por metro cuadrado recogidos en Labacolla. Las
últimas cifras de este desembarco de los días más largos han
sido terribles. Llegaron mil inmigrantes sin papeles a las
costas de Cádiz. La Guardia Civil detuvo a 300. Quiere ello
decir que 300 tuvieron mantas, cobijo, un suelo donde echarse a
dormir, comida caliente, agua. ¿Pero y los otros 700? Nadie
dice nada de los otros 700 de la última oleada de este terrible
Estudio General de Medios Generalmente Inhumanos. Huyeron. Por
los montes de Andalucía, por los cortijos de la sierra, por las
abandonadas cabañas de pastor, vagan 700 seres humanos en busca
de su propio destino. Medio en cuero y descalzos. Asfixiados de
calor. O tiritando de frío. Nadie les dice que entren, que se
calentarán. No cabe la menor duda de que en esta tierra ya no
hay caridad. Ha sido sustituida por las estadísticas de las
pateras.
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