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En
estos días de cumbre de Génova, no me pierdo un telediario.
Cómo rejuvenecen las protestas contra la globalización... ¿Te
acuerdas cuando corríamos delante de los grises? Nosotros, los
de entonces, seguimos siendo los mismos, pero en Génova y
contra los países ricos. Ayer salía un tío quemando
contenedores que era exactamente igual que uno de la Joven
Guardia Roja que había en la Facultad. Y al fondo había una
maciza que era la maciza de la ORT de toda la vida, o la tía
buena del MCE, que también estaban todas bastante aparentonas.
Por eso yo pasaba estas protestas contra la globalización
del territorio de Greenspan a los dominios de Greenpeace. Son de
interés histórico-artístico y ecológico. Nos estamos
quedando sin rojos. Hay okupas, ONG, movimientos alternativos,
pero rojos, rojos, lo que se dice rojos, escasísimos. En el
mismo telediario del tío de la Joven Guardia Roja dicen que los
ecologistas están preocupadísimos, porque en España quedan
sólo doscientas cincuenta águilas imperiales. Muchas son,
comparadas con los poquísimos rojos que subsisten.
Yo tenía mis esperanzas en Marinaleda. Marinaleda era una
especie de Doñana del rojerío, como una Cuba sin maracas y sin
mojitos y con ocupaciones de fincas y huelgas de hambre. Ya, ay,
ni Marinaleda es la reserva utópica de Occidente. El alcalde
Sánchez Gordillo ha pasado directamente de Lenin a la
comercialización del pimiento del piquillo. Cuando en España
había rojos, Gordillo, como está mandando, ocupaba el cortijo
del Duque del Infantado y decía eso tan literario de la tierra
para quien la trabaja. Lo malo es dar la tierra a los que la
trabajan. Pasan estas cosas: los revolucionarios se te meten a
jefes de marketing. Antes Gordillo iba al Ministerio de
Agricultura para ocuparlo y hacer pintadas. Ahora ha ido para
firmar un acuerdo comercial con Arias Cañete. ¿Qué hace un
rojo de toda la vida con un señor del Gobierno que encima está
casado con una Domecq, firmando un convenio para vender en
Carrefour pimientos del piquillo, alcachofas y habas baby? Es
una pena: de Marx y Engels, a Carrefour y a Eroski. Por eso me
encantan los rojos por el plan antiguo que corren delante de los
grises en Génova. Están en la edad. De aquí a diez años,
todos estos están vendiéndole pimientos del piquillo al
ministro de Agricultura.
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