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Hay
quien vive de un cortijo, o de las rentas más o menos antiguas
de unos pisos, o de un paquete de acciones que heredó de una
tía solterona. Y hay quien vive de las querellas. Hasta tal
punto, que querellante se ha convertido hoy en España en una
profesión como otra cualquiera. Un honor bien administrado
puede dar al año mucho más que el mejor cortijo de Cayetana,
que el mejor consejo de administración de los Albertos o que
los centros comerciales de Isidoro, por citar únicamente ricos
que por su solo nombre de pila, de pila de millones, sabemos
quiénes son. Ni don Pedro Calderón de la Barca, que se pasó
el pobre la vida entera escribiendo del honor por cuatro perras
gordas, le sacó a la honra tanto como los que la tienen en
cuarentena y más tocada que la canción de "Operación
Triunfo", pero que hallan la habilidad de saber asesorarse
por otra especie que ha florecido como los naranjos cofradieros
de mi tierra: el abogado demandante.
De los profesionales de las querellas, lo que más me
divierte es la pinta del abogado demandante que los suele
acompañar. Los abogados de pleitos generales son unos señores
de oscuro que pasan inadvertidos. Los abogados de querellas, no.
El uno aparece con los pelos color panocha. El otro, siempre con
un sombrero Panamá calado, bajo el que le rebosa la melena
hasta los hombros. Cada vez que veo al abogado del jipijapa, me
pregunto:
-- Pero éste, ¿a qué viene? ¿A presentar una querella o a
hacerle el son a Compay Segundo?
La querella es una industria subsidiaria de la exclusiva,
otro gran recurso del PIB español, donde Jaime Peñafiel viene
a ser como el estudio del reparto provincial de la renta del
BBVA. Según el último Anuario Peñafiel, calculo que las
exclusivas producen en España anualmente mucho más que la
fábrica Seat. A cuyos índices de producción hay que sumar los
beneficios anejos de las querellas. No basta con sacar 30
millones del ala y del "!Hola!" a Eduardo Sánchez
Junco por una exclusiva más o menos tocoginecológica. Debes
montar inmediatamente el gabinete jurídico de crisis, con dos
abogados de guardia, y poner a tu madre de vigía de querellas
en lo alto del palo mayor. Como Colón puso a Rodrigo de Triana
para que gritara "¡Tierra a la vista!", debes poner a
tu madre para que se desgañite donde María Teresa Campos:
"¡Querella a la vista!" Al solo grito, todos
callarán. Vi la otra noche el "Tómbola" de mi
admirado Chimo Rovira, y la Cofradía del Silencio era la plaza
de Pamplona en los Sanfermines comparado con el que había
allí, callados todos por miedo a la querella.
Comprenderán, pues, que no diga el nombre de la querellante.
No tengo posición. Por culpa de las profesionales de la
querella esto se está poniendo de una manera que sólo si
aciertas el pleno al 15 puedes permitirte el lujo de ejercer la
libertad de expresión.
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