|
Si
no ando mal de olfato sociológico, nunca había habido un
gobierno tan belicista en una sociedad tan pacifista como en
toda esta guerra anunciada se está mostrando la española.
Tengo amigos de progresistas y conservadores, culés y
madridistas, ricos y tiesos como una regla. De conocidos, ni les
cuento. Bueno, pues todavía no he encontrado a nadie que
defienda no sólo que España se meta en guerra contra Irak,
sino que ni los americanos, como autonombrados policías del
mundo que son, sigan adelante con los faroles en esa guerra que
más que un objetivo bélico parece un encoñamiento, tan
irracional y ciego como un oscuro amor desbocado en un claro
soneto de Rafael de León. Vamos, que ni podemos permitirnos el
lujazo de retirarle el saludo a un amigo que se ponga farruco
defendiendo la guerra contra Sadam. Hasta tengo un argumento por
estrenar, que con lo bien que lo llevo pensado, nada, no me ha
salido ocasión de ponerlo a funcionar con mi bien lubricada
maquinilla de silogismos. Dice así ese argumento que tengo por
estrenar: "Si, vale, Sadam es un dictador; pero también lo
es Fidel Castro y no por eso van a desembarcar los
"marines" en el Malecón habanero; sí, vale, Sadat
tiene armas secretas de destrucción masiva, ¿pero es que no
las tienen acaso también los americanos, y a lo mejor no tan
lejos como en Irak, sino tan cerquita como en Rota?" Pero
no hay forma de sacar mi panoplia aristotélica del pacifismo,
porque por más que lo busco no encuentro a nadie que defienda
esta guerra, que de momento va a hacer sacar de los armarios del
Carnaval gaditano aquel estribillo de El Peña de Cai cuando la
guerra del Golfo: "Hay qué casualidad/ahora una guerra
mundial,/la gente no respeta/ni que estamos en Carnaval".
Y si nadie en España está a
favor de la guerra, la pregunta que sigue tiene menos respuesta
todavía: ¿con quién habla entonces Aznar para que se gaste
ese ardor guerrero de cabo gastador? Debe de ser que, en el
síndrome de soledad de la Moncloa, no habla más que con Bush y
con Blair. O, en todo caso, con Federico Trillo, que
probablemente está deseando otra vez deshojar la rosa de los
vientos para su poema verbal del alba y del levante.
Menos todavía me explico la
exhibición previa de esta guerra. ¿No quedamos en que en las
guerras era fundamental el factor sorpresa? Esta guerra tiene
menos sorpresa que un número de magia de Tamarit. Todo se les
va en anunciar los portaaviones, los batallones, los aviones,
los barcos hospitales que mandan hacia allá. Los americanos, en
público, nos piden protección de sus convoyes para cruzar el
Estrecho, será para que no se lleven por delante dos o tres
pateras. Es como si los americanos hubieran anunciado su
concentración de paracaidistas en Inglaterra antes del
desembarco en Normandía. Los espías iraquíes lo tiene
facilísimo: basta con que se pongan ante la CNN y llamen a
Bagdad a cobro revertido: "Jefe, que van dos portaaviones
más, ahora ingleses..." (No dicen por la CNN ni por TVE lo
que todos pensamos: "Guerra no, gracias".)
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
Correo
|