
Antonio. Ordóñez
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Ha muerto el
peor enemigo de Antonio Ordóñez. Ese gran enemigo de Antonio Ordóñez, una de las
cumbres del toreo en el siglo XX, se llamaba Antonio Ordóñez Araujo. Digo que Antonio
Ordóñez era el peor enemigo de Antonio Ordóñez porque en los últimos años estaba
harto de oír: "Vaya tela cómo es Antonio Ordóñez; las cosas de Antonio
Ordóñez..." Y a nadie le oí, por el contrario, decir: "Vaya torero que fue
Antonio Ordóñez, qué importancia ha tenido su figura en la historia de la Tauromaquia
del siglo XX..." Quienes tal callaban serán probablemente los que a estas horas ya
llevarán escrito y dicho que no se puede entender el toreo del siglo que se nos va sin
comprender a la figura que se nos ha ido. Si es que no han dicho ya que fue el mejor
torero de la Historia aquellos mismos que hasta ayer por la mañana largaban de Antonio
Ordóñez Araujo...
En la muerte del maestro Ordóñez tenemos
una singular perspectiva del siglo taurino: el siglo que en su primer tercio se llama
José y se llama Juan, se llama luego Pepe Luis y se llama más tarde Antonio. De los tres
primeros nombres, ni siquiera hace falta decir los apellidos para saber que nos referimos
a Gómez Ortega, Belmonte, Vázquez. Pero cuando llegamos a Antonio, hay que añadir
Ordóñez. ¿Por qué? Yo creo que por culpa del propio Ordóñez. Quien menos importancia
le daba a su figura en el mundo de los toros creo yo que era el propio maestro de Ronda.
Era tan rondeño, tan hondamente serrano, tenía tanta retranca, que a veces sus palabras
eran un Tajo que la gente no sabía comprender. Podía haber pintado la mona y vestido el
muñeco con la propia Escuela de Ronda. Podía haber reclamado con toda justicia los
derechos de la herencia de Pedro Romero. Pero Ordóñez se negaba a ir por la vida de
Antonio Ordóñez y de figurón, porque era sencillamente figura. Y hasta negaba que
hubiera tal escuela rondeña: "En el toreo no hay más escuela que la de los que
saben torear y la de los que no saben".
Por esta llaneza de sus verdades, a
Ordóñez le regatearon hasta su maestría. Decíamos Juan, y era Belmonte., Decíamos
José, y era Gómez Ortega. Decíamos Pepe Luis, y era Vázquez. Pero decíamos Antonio...
y era el bailarín. Porque este otro Antonio nunca le bailó el agua a los pontífices del
toreo, a los archimandritas de las famas pasajeras. Solamente sus partidarios le daban ese
título de Grande en España que es el uso a solas del nombre de un artista, aunque
precedido por el don de la maestría: "Don Antonio".
Yo a nadie he visto abrir el compás
delante de los toros como a Antonio. A nadie asentar así las plantas, medio renco, de
cuajado y abierto ese compás. Como pocos tuvo la cabeza fría y el corazón caliente
delante de los toros. Pocas veces se unieron arte y técnica con esa delicadeza. Antonio
fue como José y Juan en una sola pieza. Y junto a ese arte y esa técnica unidos, un
valor que también se le ha regateado en su hoja de servicios. Pocas geografías de
cornadas como las de su cuerpo bien plantado, desde la leyenda sangrienta de Hemingway en
el "Life" hasta al tantarantán de "Costillita" en Madrid. He escrito
el nombre de un toro al que Antonio le cortó la oreja y siento ahora la tristeza de los
olvidos de sus grandes faenas, el estricto silencio sobre su carrera, como si nunca
hubiera matado aquel "Bilbilarga" de Atanasio, aquel "Mimoso" de
Garcigrande... Estuvo casi un cuarto de siglo en el toreo, y casi un siglo llena. Esto,
ahora, lo dirán todos. Hasta ahora, apenas lo decía nadie. Si al final de sus días se
le reconoció la importancia histórica, fue con la terrible conmiseración española que
se otorga lastimosamente a los que sabemos heridos de vida, heridos de muerte.
En esta hora de su muerte, me acuerdo de
Antonio Ordóñez muchos olvidados Viernes Santos de Sevilla, vestido de lo que fue
durante toda su vida: nazareno de la Soledad. A esa cofradía, la de la Soledad, que es
también la del silencio, se apuntan de voluntarios los grandes artistas que no están
dispuestos a participar en el mercachifleo de famas. Otros que no le hubieran servido a
Antonio ni para llevarle el búcaro pasan por grandes figuras del toreo. Espero que la
muerte, juez supremo, coloque a Antonio en el lugar singularísimo que le corresponde con
toda justicia en la Historia del Toreo. Ha muerto Antonio Ordóñez Araujo. Quiero decir
que ha muerto el más íntimo enemigo que el mito Antonio Ordóñez, el maestro Antonio
Ordóñez, el histórico Antonio Ordóñez, tenía. Ha muerto el que había quedado poco
menos que como el de "Las Cuarenta", el del pisito en la calle Iris, el hermano
de Alfonso, el cuñado de Luis Miguel, el suegro de Paquirri, el abuelo de Rivera, el
padre de Carmina. Ahora es cuando empieza a vivir Antonio en la Historia del Toreo. - |