¿Cuántos años cumplió ayer Rafael
Alberti? No sé, 3.000 quizá, como su Cádiz de la Ora Marítima, a lo mejor 27
como su generación, o los 40 en oro de la madurez. Los dioses no tienen edad. Resisten al
tiempo y resisten las manipulaciones. Cuando Alberti ha resistido su conversión en
vaporcito del Puerto viviente, en fondo de butacón de mimbre de Enmanuelle para el
politiqueo de "hágase una foto con el marinero en tierra", es que lo aguanta
todo. Alberti resiste hasta a Alberti. Aquel Alberti primero, espléndido, el del Premio
Nacional de Literatura, el escudero de Garcilaso, el neopopularista, resistió al terrible
Alberti civil de la invasión de Checoslovaquia por los tanques rusos, al Alberti del
premio Lenin, al Alberti que el comité central del PCE tenía como un jarrillo de lata
para mandarlo a por reconciliación nacional en vísperas de huelga general
revolucionaria.
Veo en el
"Diario" gaditano la fotografía de un Alberti senecto, vencedor del tiempo,
vencedor de todos los Albertis, y hasta de los albertianos, y me conforta el ánimo en
velazqueña materia. Desde lo alto de este almanaque de 1999, con la agenda nueva que nos
acaban de regalar, otro Año nos espera. Ahora, el Año Velázquez. Salimos a
conmemoración de andaluz glorioso por año. Años que se convierten, por su hartazgo, en
años horribles, años espantosos. En palabras del XIX, en los mal llamados años. Años
que duran una eternidad, qué jartibles. Años donde hablan del objeto de la añada a
celebrar aquellos que en su vida se preocuparon por ese asunto. Años de diseño. Años de
moda. Años de pasarela de la historia y de la cultura. Años para hacerse la foto.
Centenario, en Andalucía, era hasta ahora el nombre de un coñac del Puerto (perdón,
brandy), a cuyas botellas las mujeres de la Ribera del Río le hacían doradas mallas de
seda, tomándole prestados los colores al sol del atardecer del Guadalete. Centenario,
ahora, es una cosa horrible y oficial, un asunto de Consejería de Cultura. ¿Consejería
o conserjería? Más bien Conserjería de Cultura. En el mostrador de la Conserjería de
Cultura se piden las llaves para abrir los cuartos oportunistas de las modas.
Qué gran poeta es García Lorca. Su obra ha resistido el
hartazgo de su centenario. ¿Cuántos poetitas de hoy, de estos EE, Engreídos Exquisitos,
resistirían cien gramos de centenario de Lorca? Acaba 1998 y, menos mal, no han sacado el
Seat Lorca, pero hemos estado a punto. Y ahora, Velázquez. Velázquez en el sillón de
mimbre de Alberti, y que vayan pasando los políticos: "Hágase una foto con
Velázquez en su centenario". Nos espera otro Annus Horribilis. Como grande es
Velázquez en la pintura de la verdad, resistirá a su centenario, como resistió siempre
todos los centenarios que le echaran, hasta libros de Bernardino de Pantorba aguantó.
"Ponga un Velázquez en su vida", es el lema del año que empezará con las
uvas. A Don Diego, oyendo las campanadas de las doce, doce, desde el bronce de su estatua
de la Plaza del Duque, puede que hasta se le atraganten las uvas. Un símbolo de cuanto
nos espera: Velázquez, delante del Cortinglés. Velázquez en el Cortnglés de la
cultura. ¿Con dinero o con tarjeta? Con tarjeta de oportunismo. Ya hay corbatas con las
Meninas, y las habrá con lanzas de Breda, con hilanderas, con Vulcanos de la fragua.
Consuma Velázquez. La cultura a lo Edu: "Hola, soy Edu, feliz año
Velázquez..."