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La
Plataforma Nacional por el Libre Ejercicio Farmacéutico me dice
que 40.000 licenciados en Farmacia que nunca han podido tener
una botica están deseando hacer cuantas rebajas sean menester
al facturón del gasto farmacéutico público. Esto de los
boticarios debe de ser igual que lo de los arquitectos. Una vez
le pregunté a un arquitecto de la imposible vanguardia
andaluza, a don Antonio Delgado Roig, cuántos arquitectos
había en Sevilla. "Más que albañiles", me dijo. En
Sevilla y en todas partes. Todos los cupos de inmigrantes que
pide Pujol son de albañiles, ninguno de arquitectos. Hasta
Bofill, con lo catalán que es, tiene que coger la patera y
desembarcar en Sevilla para encontrar trabajo. Estaba por llamar
a los farmacéuticos en paro de la Plataforma para preguntar
cuántos boticarios hay en España, pero me iban a decir:
"Más que medicinas en el Vademécum."
Debo de ser muy torpe,
porque no comprendo lo de los farmacéuticos sin botica. ¿Por
qué en una sociedad que se dice libre sigue existiendo el
monopolio de la botica? ¿Por qué se pueden abrir cuantas
clínicas dentales, laboratorios de análisis y consultas de
adelgazar quieran, y las farmacias van por cupo, como los
estancos de las viudas del franquismo? Hoy no, porque están
cerradas por huelga, pero mañana iré a la botica para
comprobarlo. Recuerdo en la botica hay un señor con una bata
blanca, que no suele ser el licenciado, quien me despacha lo que
pone en la receta como el librero me vende la última novela de
Pérez Reverte. ¿Es licenciado en Filología Hispánica el
librero? No, padre. Qué barbaridad... Con lo peligroso que es
un libro, y que anden por ahí vendiéndolos gentes sin
preparación. El caso es que voy luego a echar gasolina, me
acuerdo del chiste del inmigrante de El Ejido y le digo al
empleado que me eche 5.000 pesetas de 95 Súper. Le pregunto:
"¿Es usted ingeniero industrial". Me dice que nones.
Qué barbaridad, con el riesgo que es andar con líquidos
inflamables, y que al frente de cada gasolinera no haya un
ingeniero industrial... Compruebo luego, con preocupación, que
en Leroy Merlin me vende los componentes para autoconstruir una
escalera un señor que no es perito aparejador, con el peligro
que tiene eso.
Y como soy de pueblo,
muy bruto, me pregunto: si al frente de cada tienda de venta de
medicinas hay un farmacéutico, ¿por qué no un licenciado en
Botánica en cada frutería? A lo mejor el melón que me venden
está malo y me intoxico. Y en la carnicería, ¿por qué no un
veterinario que me garantice que el solomillo está de recibo?
Nada, nada, lo de un licenciado para cada farmacia me parece
poco. Me pido un teleco en cada tienda de vender teléfonos
móviles, un ingeniero de Minas en cada calicata que abran en la
calle, un titulado en Náutica en las barcas del Retiro. O todos
moros o todos cristianos. (Perdón: o todos norteafricanos o
todos fieles del inmovilista Papa polaco.)
Más
sobre el debate de la Sanidad en El Recuadro:
La
botica
Doctora
Celia
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