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Como el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y expresar en público
ciertas preferencias literarias es fechoría imperdonable, vuelvo a algo tan pasado de
moda como dar la cara por Pemán, que es la mejor forma de que los progres a la violeta te
la partan. Lo que me importarán a mí los progres... Un carajo de mar de la Caleta
gaditana, por ejemplo.
Mientras no dejemos de enfrentar a Pemán con Alberti, seguirán
existiendo las dos Españas, e incluso las dos Andalucías, que son la peor de las dos
Españas, dos Españas más goyescas, más enterradas hasta las corvas con el mandado de
arrear viajes en la mano cada una de ellas. Lo digo por la Casa de Pemán y los habituales
ataques a su memoria que la iniciativa de la Caja San Fernando ha despertado. No sé cómo
nos la aviamos los que sin sonrojo y con bastante orgullo nos profesamos pemanianos con
ejercicio y servidumbre (bastante servidumbre), que a pesar de nuestros esfuerzos no hemos
conseguido quitarle a don José la camisa azul de la Junta de Burgos, la sotana de
"El Divino Impaciente", el sombrero de ala ancha de "El Séneca" y la
casaca de "Cuando las Cortes de Cádiz". Sólo hemos logrado, y muy a
regañadientes, que se reconozca a Pemán como articulista. Ahí hay que mamar, en sus
Terceras del ABC. A lo más que hemos llegado los pemanianos es a conseguir que se admita
que don José era un escritor de quinta que escribía Terceras...de primera.
¿Y para qué se le ha ocurrido a la Caja San Fernando restaurar y revitalizar la casa
que don José se compró en la plaza de San Antonio dicen que con las regalías de
"El Divino Impaciente", morada a la que los gaditanos, con la gracia de la
Tacita, le pusieron de mote "El Castillo de Xavier"? Nos presentan a Pemán como
una momia, que si no fuera por el Toisón de Oro que lleva por su defensa de la Monarquía
Parlamentaria frente a la dictadura, hasta crearían algunos momia fenicia. O algo peor.
Nos presentan a Pemán como lo que nunca fue: como una momia falangista. Como el
desconocimiento es temerario, olvidan de un plumazo su labor por las libertades junto a
Don Juan de Borbón en el destierro de Estoril. Por ejemplo.
Qué le vamos a hacer. Pemán sigue vivo en Cádiz, y eso mosquea. Las gaditanas, para
vestirse con el traje regional, se visten de pemanianas. Esto es, de piconeras. Pero nada
de Pemán vale un real. Por el contrario, cuando El Puerto de Santa María restaura la
Casa de Alberti no con dineros privados de una Caja, sino con públicos caudales, divino y
paciente (de pacer). Alberti era de los nuestros. A Pemán, entre las cejas, que no cojee
ni una sola hoja de sus obras completas, de su cultura clásica, de su humanismo
ilustrado, de su sabiduría, de su gracia literaria. Pemán era monárquico, liberal,
sobrado de ingenio, y, encima, un guasón casado con una Domecq que se cachondeaba del
mundo, hasta de Franco, porque era rico por su casa. Una sola de esas cosas basta en
España para que vayas de patitas al infierno de los progres. Y Pemán las era todas
ellas, y más. Excesivo. Nada, nada, lo dicho: que Pemán no se quitó la camisa azul en
toda su vida, en plan Isabel la Católica, que es lo que le pega. En cuanto a Alberti,
sabrán que nunca se puso el mono azul de miliciano y que nunca fue un poeta orgánico del
comité central al servicio del estalinismo que cercenó las libertades de media Europa.