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Hubo
esta primavera una vergonzosa noche en Sevilla, de cuyo nombre
no quiero acordarme: La
Madrugá la llamaron en toda España. Unos sanfermines a lo
divino, donde si corrían los nazarenos, más en pelo era la
carrera que emprendían los devotos de la Macarena y de la
Trianera, ora diciendo que habían visto a un penitente
empuñando una pistola, ora asegurando que hasta a Pilatos,
con la palangana bajo del brazo, habían visto huir en
tropel. De lo que
pasó en verdad aquella noche, nunca se supo. Las
dignísimas autoridades no se han dignado dar aún una versión
fiable. Lo único que hemos sacado en claro es que los
sevillanos quedamos ante España como unos colectivos Caganchos
en un Almagro donde, en tropel, corríamos más que la Jaca de
la Algaba.
Con la luz tenue de los soportes de alta
sensibilidad, aquellas filmaciones de escarnio las vio España
entera. Aún está corriendo por todos los televisores un
nazareno con un guión sacramental al hombro. La misma luz tenue
de los soportes de alta sensibilidad tienen las filmaciones que,
por fin, ha visto ahora España entera. La película de otra
madrugada, no de pánico, sino de valor colectivo. Llevaban al
asesino de Cariñanos
(de presunto, nada, flagrante) a identificar el piso franco y
oirían por el televisor que el vecindario de Sevilla, en esta
otra madrugada tan distinta de aquella Madrugá, le llamaba de
todo y por su orden, y no precisamente en euskera.
Quiero decir con ello que si los han cogido,
ha sido en parte por el valor colectivo de la colaboración de
los mismos del tropel histérico de la Madrugá. Ahora, taxista
hubo que hasta se tiró de espontáneo con su coche para ayudar
a la Policía. Los mismos teléfonos móviles causantes del
pánico de la Madrugá fueron ahora los telégrafos de banderas
de este hombro con hombro colectivo. Que sepan los asesinos que
esto es territorio hostil. ¿Hubiera ocurrido esto donde está
usted pensando, la gente llamando para dar pistas, apuntándose
voluntarios en el banderín de enganche del cerco a los
criminales?
Esta es mi tierra, no la conocen. En mal sitio
han ido a poner la era los asesinos de Cariñanos,
de Portero,
de Carpena. Lorquianamente, pasamos de la nieve al trigo, del
pánico de aquella Madrugá al valor cívico y colectivo de esta
otra ejemplar madrugada. Aquí, gracias a Dios, no hay una
Policía Autónoma casi como ellos, que haga la vista gorda, ni
una sociedad cómplice que mire para otro lado ante la negación
del derecho a la vida. El mismo taxista que en otro lugar,
Jarrai puro de nogal, dice que no ha visto nada es el que aquí
va y se tira de espontáneo con el micro de su emisorilla de 10
metros. Menos mal que en esta triste madrugada nos hemos sacado,
por fin, la espina de aquella vergonzosa Madrugá.
Sobre el asesinato de
Antonio Muñoz Cariñanos, en El RedCuadro:
"Un militar de
puertas abiertas"
"El coronel de la corbata de lazo"
"Lazo,
voz, tumba"
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de artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
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