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El Recuadro   

 Antonio Burgos
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El Mundo,  lunes 15 de diciembre del 2003

  ¿QUIÉN HACE ESTO?    Abel Infanzón de hoynewchico.gif (899 bytes)          


ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Dos tazas de Carod

A las mayorías absolutas les pasa como al "Bolero" de Ravel, que parece que no van a terminar nunca. ¿Se acuerdan del felipismo? Parecía que nunca llegaría la alternancia en el poder. Todo pasa y todo llega, y los años del felipismo son ya un recuerdo que las jóvenes generaciones ni conocen y que un día de estos saldrá en el "Cuéntame". Serie donde recordamos que el franquismo parecía que tampoco iba a terminar nunca. Hay en España una como predestinación a que todo poder se perpetúe como régimen. ¿Sociedad progresista? Quizá. Pero en el mantenimiento de los poderes, de lo más conservadora. El voto progresista conservó, paradójicamente, los años de régimen felipista. Como conserva los perdurables, aburridísimos mandatos de los barones regionales de los partidos.

Millones de chavales gallegos que no conocen otra cosa que Fraga, qué señor más pesado. Nos imaginamos una Extremadura sin Gabriel y Galán ni Chamizo, pero no sin Ibarra. Bono es ya casi tan simbólico de La Mancha como Don Quijote, el vino de Valdepeñas, los quesos de Manzanares o las berenjenas de Almagro. De Chaves, ni te cuento. Tanto lleva en el poder, que hay muchachos que creen que quien está en el escudo andaluz no es Hércules con los leones, sino Chaves con dos linces de Doñana o dos intelectuales orgánicos. ¿Cómo serían Galicia sin Fraga, Extremadura sin Ibarra, Castilla-La Mancha sin Bono, Andalucía sin Chaves? Pues aproximadamente como España sin González. Hasta mejor. Se demostraría que cuando se produce la alternancia en el poder no sólo no se hunde el mundo, sino que suele brillar más claro el sol.

La alternancia, la bendita alternancia, tuétano de la democracia y alegría de la libertad, era lo que querrían en Cataluña muchos votantes de Maragall. Lo de Pujol, aparte de un régimen, era una pesadez. Votando por Maragall, muchos electores socialistas querrían saciar su curiosidad de cómo sería la autonomía catalana administrada por un partido no nacionalista. Que debe de ser posible. Aunque no por el momento, en que del respeto a las minorías hemos pasado a las minorías que campan dictatorialmente por sus respetos. A los que querían quitar a Pujol por nacionalista les han dado Maragall dos tazas del mismo caldo, pero más cargado de independentismo. Y llenas. ¿No quieres caldo nacionalista de Pujol? Pues no te preocupes, dice Maragall a sus votantes: aquí tienes dos tazas de nacionalismo independentista de Carod, puro de oliva de Borges Blanques, republicano. Maragall le dará esas dos tazas de puro nacionalismo del más radical, por ejemplo, a los socialistas catalanes de origen andaluz, a la novena provincia andaluza de la inmigración de los 60 y 70, que lo votaron para quitar el radicalismo cultural excluyente de Pujol y para que sus hijos y nietos no llegaran a ser unos semianalfabetos en castellano. Habrá alternancia en Cataluña, pero de un nacionalismo moderado a un nacionalismo radical. Seguiremos sin saber cómo sería Cataluña gobernada por los no nacionalistas.


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