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Hay
señoras que van por la calle con la cremallera del bolso sin
cerrar, medio abierto, y de este modo se paran a ver los
escaparates y quedan extasiadas ante lo que contemplan. Momento
en que los virtuosos de las bandas de carteristas les meten
diestramente la pinza que usan para sus manejos, y les quitan la
cartera. Lo sé porque Isabel, mi mujer, es de esa secta de
señoras descuidadas, gracias a las cuales existen los
descuideros. Cuando vamos por la calle le digo:
-- Haz el favor de cerrar el
bolso porque a ti no es que te vayan a robar los expertísimos
carteristas colombianos. A ti es que te deja sin monedero hasta
un ratero que esté de becario en prácticas.
Estas señoras descuidadas
llevan así los bolsos diciendo robadme por su enorme
generosidad. Saben que los alumnos de la FP de Carteristas
tienen las prácticas muy difíciles y ellas se las facilitan al
máximo. Son parecidas a Chaves. Chaves parece sacado de la
historia que se cuenta de don Ramón Areces, el recordado
fundador de El Corte Inglés y astur paisano de Leticia Ortiz.
Gustaba a don Ramón pasearse de anónimo asturiano por sus
establecimientos. Como no salía retratado en los periódicos ni
lo sacaban en televisión, sus dependientes no lo conocían.
Areces se metía en un departamento de su negocio, observaba a
los clientes y se fijaba en el trato que recibían de los
empleados, cómo les vendían. Y cuando comprobaba que a algún
dependiente torpe se le iba un cliente sin comprar un par de
calcetines, sin darse a conocer siquiera lo abroncaba:
-- ¿Usted no ve que ese señor
se le ha ido sin comprar nada? Eso no era un cliente... ¡Eso
era una cartera sangrando billetes que usted no ha sabido
aprovechar! Siempre sostuve que el PP, que tan mal vende las
cosas que hace, tenía que hacer un cursillo de marketing en El
Corte Inglés. Desconocía, empero, que Maragall ya ha hecho ese
cursillo. Y con notable aprovechamiento. Maragall se ha dado
cuenta de que las carteras de Bono, de Ibarra y de Chaves están
chorreando billetes procedentes de Cataluña y está dispuesto a
quedarse hasta con la última pela. Bono e Ibarra son como el
cliente que se resiste a comprar los calcetines. Pero Chaves, en
cambio (será cuestión de paisanaje), a efectos de dejarse
robar la cartera es igualito, igualito que mi mujer. Eso que
Chaves quiere hacer de la alianza política entre Andalucía y
Cataluña es igual que cuando mi mujer va viendo escaparates con
el bolso abierto: una invitación a que le quiten la cartera.
Igual que los rateros de los primeros cursos hacen las
prácticas con mi mujer, Maragall está haciendo con Chaves las
prácticas de quitarle la cartera al resto de los españoles. Y
Chaves, encantado en su papel de dejarse quitar la cartera.
Hombre, siempre que la cartera que le quitase Maragall fuera la
suya de él, con su dinero, por mí encantado, que haga todas
las alianzas con los catalanes que tenga por conveniente. Lo
malo es que Maragall, cuando meta la mano en el bolsillo de la
alianza de Chaves, nos va a quitar la cartera a todos los
andaluces.
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