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Gabilondo
me ha dado hecho este artículo navideño, este polvorón de
papel. Así que dime, Iñaki, dónde te mando el aguinaldo de
sus regalías. En el pregón radiofónico de la Navidad que son
las mañanas de la lotería, Gabilondo se buscó a cuatro
talluditos niños de San Ildefonso para cantar los números
premiados en todas las lenguas oficiales, cooficiales y hasta
suboficiales del Reino de España. El uno cantaba el número en
catalán; el otro, en vascuence; un tercero, en gallego y el
último, con aproximación y centena, en castellano. Gabilondo
convertía la Navidad en un Pentecostés del don de lenguas
peninsulares. Aunque eché en falta algunas lenguas más, espero
que el próximo año las ausencias se conviertan en presencia.
Me quedé sin saber cómo se dice 42.473 en valenciano, en
mallorquín, en bable. O cómo se pronuncia en habla andaluza:
"Cuarentidos mí cuatrosientos setentitré". O en
caló, que los gitanos del Sacromonte y quienes venden cal en
Salamenca camelarán que naqueren los números en romaní, y
más con la de loteros de esa etnia egiptana que hay
ofreciéndonos la fortuna para mañana, ¿quién me compra un
quince mil?
Gracias a Gabilondo puedo poner
al día ese tópico que hace de premio de consolación cuando la
suerte, un año más, nos vuelve esa espalda que Fortuna, como
señora que es, no tiene. Dice tal frase que la mejor lotería
es el trabajo y la salud, los dos pétalos de las tres hojas del
trébol al que le falta el dinero. Eso era antes. Ahora la
lotería es la mejor Constitución. La palabra
"nacional" produce rechazo general, excepto cuando se
engancha a los millones de la Lotería. Es un milagro que no
haya objetores de Lotería Nacional que la llamen con la
cursilería de "Lotería del Estado Español". España
existe cuando se agitan victoriosas las banderas
constitucionales en los partidos de la selección nacional de
fútbol y cuando los niños de San Ildefonso cantan los números
de la Lotería Nacional. Todos los que piden una Agencia
Tributaria propia hocican ante los comunes y nacionales bombos
de la Lotería Nacional cada 22 de diciembre. Cuando los niños
de San Ildefonso cantan la suerte no sale ningún tío de la
trompeta tocando el Gordo de Riego. Su cantinela es como una
Marcha Real de todos, con el estribillo de los mil euros.
¿Y la maravilla del lotero de
Sort? Con su camisa negra, vestido con el uniforme de Esquerra
Republicana, el lotero de Sort, catalán donde los haya,
leridano puro y con puro, no pide que reformen el Reglamento de
Loterías y Apuestas del Estado, y acepta los millones
españolistas sin el mejor separatismo maragalliano. En San
Sebastián, oh maravilla, toca también el gordo y no sale
ningún nacionalista rechazando los opresores millones
españolistas y centralistas que vienen del Madrid represor de
las libertades del pueblo vascongado.
Así que no es que yo esté en
Belén con los pastores si digo que pueden reformar la
Constitución lo que quieran mientras no nos toquen la Lotería
Nacional. La Lotería Nacional es de la poquita España común
que nos va quedando.
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