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Las
primeras páginas de los periódicos son cada día más parecidas al
testamento de una loca, de liados que andamos. Ha venido la
noticia de que el gobierno de Holanda ha prohibido que los
funcionarios públicos usen calcetines blancos y ni siquiera
Alfonso Ussía, el máximo especialista en calcetines blancos en
lengua española, ha escrito un artículo. Calcetines blancos de
los funcionarios holandeses o camisas negras de los Carod y los
Benach del tripartito, lo importante es que cace ratones, como
aprendió en Pekín aquel González al que ahora, como vieja
gloria, el comité federal del PSOE le da el tímido
partido-homenaje de un aplausito, "palmitas" llamaban a estos
entusiasmos tan descriptibles los revisteros taurinos.
Lo de los calcetines blancos ocurre en Holanda
porque Agatha Ruiz de la Prada va poco por allí. Si Agatha
cultivase más aquel mercado con sus diseños, el gobierno
holandés prohibiría a sus funcionarios los calcetines color
capote mezclados con verde limón, unas florecitas rojas y unos
corazones amarillos. Calcetines que, naturalmente, los
funcionarios no se habrían comprado en las tiendas oficiales,
sino en el "Agatha manta" de los mercadillos. Agatha dice que en
España hay mucho copión, a pesar de que todos sabemos lo que le
ocurre al que la copia. De lo que se infiere que en España hay
mucho mamón. Mamón de diseño, naturalmente.
Todos estamos mamoneando con la copia del
diseño. Copiando a Agatha, Maragall y Carod por un lado e
Ibarreche por otro quieren diseñar una España modelo Ruiz de la
Prada. La campaña electoral va a ser la Pasarela Cibeles del
diseño de Estado, cada cual con su modelito. Arenas va ya por
esa pasarela enseñando los mamarrachos que quieren imponernos,
comprados en las tiendas de "Todo a 17". Y por si esto no
estuviera suficientemente liado, que no se sabe ya quién copia a
quién, si Maragall copia el independentismo de Carod o el
separatismo de Ibarreche, vienen las abuelas y abandonan a los
perros, o al revés, que me he hecho un lío: vienen los perros y
abandonan a las abuelas. (Mi
gato Remo no lo haría. Mi gato Remo no se separa de la
abuela desde que la trajimos del hospital tras superar un
infarto.) Llegan los jueces y por abandonar a una abuela ponen
una multa menor que por abandonar a un perro. Y mientras,
abandonada, tirada en la calle, sin que nadie se ocupe de ella,
está la idea de España, abuela común de todos, a la que le han
puesto en Cataluña y en las Vascongadas las maletas en la
puerta, como un perro. Pero los jueces no se atreven a poner ni
una multa por mal aparcamiento de maletas.
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