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Antes
que fuesen creadas las facultades de Ciencias de la Información,
en España había varias escuelas de Periodismo: la oficial, la de
la Iglesia y la de Navarra. Pero la más importante de todas no
era ninguna de las tres, sino la escuela de "El Norte de
Castilla". Escuela no académica, sino de oficio, de raza, de
olfato, de tardes de plomo en la platina y noches de café y
telegramas en papel posteta. Buena parte de los que son y están
salieron de esa escuela. De allí salió el nuevo director de la
agencia Efe, Alex Grijelmo. ¿Que pasó luego por el grupo Prisa y
ha ido directamente desde el polanquerío a la agencia
informativa de bandera de España? ¿Y qué? Aunque no pretendo
pegarle el mangazo de colaboraciones en su agencia para los
diarios hispanoamericanos ni que me coloque a ningún sobrino
periodista en paro, como hablante de la lengua castellana me
siento en la obligación de celebrar la llegada de Grijelmo a un
rompeolas del idioma español como Efe. No crean eso que dicen de
limpiezas y esplendores de la lengua en la Real Academia
Española. La lengua viva y cambiante de nuestra hora se acuña en
los telediarios, en los boletines informativos de la radio, en
las letras gordas de los titulares de los periódicos. Surge de
un telegrama de agencia. De ahí salta a la calle, a las
tertulias, a los discursos políticos.
Si cada vez se habla peor es porque cada vez
se redacta peor. Los medios de comunicación tienen la culpa, por
ejemplo, de la práctica desaparición del "cuyo". ¡Qué
circunloquios por no saber usarlo! Dicen: "La relación de obras
de las que ayer se aprobaron los presupuestos..." Con lo fácil
que es decir: "Las obras cuyos presupuestos se aprobaron ayer".
Gran parte de estos bodrios expresivos que difunden los medios
proceden de un telegrama de agencia. De ahí la importancia de
que dirija Efe quien como Grijelmo se ha batido el cobre por "La
seducción de las palabras" y la "Defensa apasionada del idioma
español". O quien en diarios y emisoras ha combatido los vicios
de expresión, ha descubierto la trampa del lenguaje del poder,
que llama "crecimiento cero" a la ruina o "daños colaterales" a
los crímenes de guerra, y que en el caso del terrorismo es
derrotado por la jerga de los asesinos.
Hay ejemplos recientes. De una mala traducción
al castellano de un despacho extranjero surgió hace unos días el
pánico por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Un mal uso
del lenguaje hizo mártires o héroes "inmolados" a unos asesinos
que cobardemente se suicidaron. Y hay ejemplos antiguos. De una
mala traducción de agencia, cuando surgieron Los Beatles, en
España dimos en llamarlos "Los Escarabajos", como si fueran un
Volkswagen y no el revolucionario conjunto de Liverpool. Sé que
desde tiempos de Ansón la agencia Efe tiene un cuidado especial
por la lengua, y que en su Departamento de Español Urgente hay
casi un académico de guardia. Más ha de tenerlo ahora. Como de
todas las lenguas peninsulares el español es la menos cuidada y
más maltratada, es como si le dijera a Grijelmo: "¡Alex, te
necesito!"
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