ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cambio climático... a estatal

PORQUE no soy amigo de las apuestas, pero me ponía una cena a que en esta segunda legislatura zapatera cae. Cae la palabra «nacional» del nombre de Radio Nacional de España. Que será, y si no, al tiempo, algo así como Radio Estatal de España o Cadena Estatal de Radio. De menos hizo Mariano Medina al Servicio Nacional de Meteorología, luego Instituto Nacional de Meteorología, y ya lo ven: de Nacional, nada, monada; y de Servicio y de Instituto, menos, que eso suena a franquismo, a Servicio Nacional del Trigo o a Instituto Nacional de Industria. El cambio climático ha llegado hasta la Meteorología. Ya lo habrán oído por los partes de la radio y visto en los mapas del tiempo de la tele. El que ahora da la información del «ojú, lo negro que viene por ahí» y del «anda, la que va a caer, no va a caer ná, la mundial», ya no es ni el Servicio ni el Instituto Nacional de Meteorología. Señoras y señores: lo de «nacional» referido a España hay que guardarlo dentro del armario, vergonzantemente, para que no se mosqueen catalanes y vascos, que tenemos que pactar con ellos la investidura y con las cosas de comer no se juega. El organismo que maneja la información del tiempo es uno nuevo, que tiene nombre de organismo militar de la Armada o del Ejército de Tierra: la AEMET. Tú dices que tu cuñado es teniente de Artillería o de Infantería de Marina y que está destinado en la AEMET y cuela, vamos que si cuela... Pero nada más lejos de lo militar que este servicio meteorológico que, por cierto, tuvo su origen en las gloriosas alas de España, en el Ejército del Aire. Todo eso del tiempo se llama ahora, signo de los tiempos que corren, AEMET, acrónimo de Agencia Estatal de Meteorología. No pregunten, pues:

—¿Qué tiempo hará mañana?

Le dirán:

—De momento estatal, para que no protesten los nacionalistas, y después, ya veremos si llueve o escampa.

Lo importante es borrar a fondo la palabra «nacional» referida a España, perdón, al Estado Español. Me sigo apostando algo a que dentro de nada desaparecerá el Instituto Nacional de Estadística, que pasará a ser Agencia Estatal de Estadística. Donde podrán llevar mejor que en ningún otro sitio las cuentas de la cantidad de organismos a los que van a quitar la palabra «nacional» de su denominación de origen, así como cuánto nos va a costar ese cambio sólo en la sustitución de membretes de cartas, impresos y recado de escribir, y en variación de letreros en las puertas de las respectivas oficinas y sedes.

El barómetro del fraile o el azulejo con la cola de esparto del burro pontanés han pasado, pues, a ser estatales, por más icono de España (como ahora se dice) que fueran. ¿Qué más cambio climático quieren que no llamar «nacional» a nada que pueda disgustar a los nacionalistas? Cambio climático que, por cierto, me hace mucha gracia. Si haces una predicción meteorológica de los negros nubarrones de la economía y sostienes incluso menos que lo que acaban de afirmar las Cajas de Ahorros sobre la borrasca que se cierne sobre el PIB para el año 2009, eres un antipatriota. Si dices que la economía va tan bien que el billete de 50 euros cada vez te dura menos, eres un catastrofista. Pero, ah, si las trompetas del Apocalipsis se refieren al cambio climático, entonces eres un progresista hombre del tiempo de tu tiempo, adiós, Al Gore. Decir que el mar va a subir tres metros y que de momento, adiós, apartamento de la playa, está perfectamente en sintonía con las grandes preocupaciones de nuestra época. No es antipatriota ni catastrofista predecir que a este paso los pingüinos del Polo Norte van a tener que ir en bermudas y chanclas, de la calor que está haciendo allí.

Y voy a lo de siempre, a lo mostrenco al alcance de cualquiera. ¿Cómo voy a creer en las predicciones sobre el cambio climático para dentro de cincuenta años, si los meteorólogos no han sido capaces de acertar ni en la lluvia del Sábado Santo, y se mojaron todas las cofradías que, confiadas en los partes del tiempo, se habían echado a la calle? Ah, claro, por eso será lo de Estatal. No es lo mismo un fascista pronóstico nacional que una progresista predicción estatal.

 

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