ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Odia al delito y compadece al juez

«ODIA al delito y compadece al delincuente», afirmaba la tópica cita de Concepción Arenal, esculpida en un mármol en la cárcel del Pópulo de Sevilla. Piedra histórica que luego pasó a Ranilla, cárcel inaugurada en los albores de la II República por Victoria Kent como modelo penitenciario, que acaban de derribar. Al modo de la letra del «Pichi» del que fue protagonista, Victoria Kent le diría el «anda y que te ondulen» de su chotis a la frase de la Arenal, porque la amoldó a su tiempo: «Odia al delito y redime al delincuente». Bueno, pues ya, ni Concepción Arenal, ni Victoria Kent, ni Mercedes Gallizo, actual directora general de Hacinaciones Penitenciarias. A la vista del «caso Mari Luz» la frase debe ser corregida urgentemente, para quedar así: «Odia al delito y compadece al juez, sobre todo si es el juez don Rafael Tirado Márquez, que se le va a caer el pelo».

La famosa cadena de errores judiciales que hizo que un pederasta asesino anduviera suelto no ha terminado. En esta España pretendidamente garantista, la que consume todas las existencias de papel de fumar para cogerse las páginas de la Constitución a la hora de esgrimir la presunción de inocencia, verán ustedes que ese vil asesino de la niña de Huelva no hay telediario ni titular de prensa donde no salga con el «presunto» por delante. En el «caso Mari Luz» todo el mundo es presunto... excepto el magistrado titular del Juzgado de lo Penal Número 1 de Sevilla, el ilustrísimo señor don Rafael Tirado Márquez. Para ese juez, de presunción de inocencia, nati: Nati Mistral y Nati Abascal juntas. Es culpable de toda culpabilidad. Están pidiendo la cadena perpetua, ¿no? Pues yo no creo que sea para el asesino de la niña de Huelva, ni para los pederastas. Yo creo que la solicitan para el juez, para que se le caiga el pelo y se vaya a hacer puñetas, ya que lo que quieren es quitarle las de encaje de su toga y mandarlo directamente a los albañiles, con la crisis que hay en la construcción...

De milagro hemos sabido el nombre del asesino de Mari Luz. Porque era la cuestión muy sangrante. Por eso hemos conocido que se llama Santiago del Valle García. Lo normal y habitual era que hubiese salido en los papeles con sus iniciales, como S.V.G., según tradicional uso de nuestro muy garantista sistema. Aquí matas a un guardia civil, robas un banco, quemas un bloque de pisos para que no te desahucien y sales con el presunto por delante y con las iniciales de tu nombre. Y si aparece tu imagen, las televisiones y los periódicos se ocuparán, por la cuenta que les trae, de poner en los ojos de tu fotografía o de tu vídeo un como antifaz electrónico, para que no te conozca ni tu padre. Y si eres de la Operación Malaya y te has llevado hasta los elefantes de bronce de las duchas del paseo marítimo de Marbella, no te preocupes, que cuando te saquen de los juzgados o de la comisaría aparecerás en la prensa encapuchado con tu cazadora por encima de la cabeza, para que nadie te reconozca.

Pero si eres juez, ay, si eres juez... No te arriendo las ganancias si eres juez. Y si eres, además, de una honorabilísima familia tradicionalmente vinculada a la Administración de Justicia, pues date por expeditado, por empurado, por sancionado y por condenado. Y no saldrás con tus iniciales, ¿qué R.T.M. ni R.T.M.? Saldrás con todo tu nombre y con todos tus apellidos, y con tus antecedentes profesionales, hala, para que la gente se ensañe contigo y te condene sin juicio. Y de ponerte veladuras en la cara, cero cartón del 9. Te sacarán en el telediario de las 3, en el de las 9 y en el de madrugada, con tu verdadero rostro. Y no en estrados, sino en una imagen ladina en la que estás saliendo de algún sitio con cancela, de modo que apareces ya entre rejas. Y con una trenca, para que vean cómo eres de niñato en el atuendo indumentario. Ah, y además, fumando, que eso sí que es delito, fumar a estas alturas de Ministerio de Sanidad. Y nada de trámite previo de audiencia: usted, señor juez, se enterará por la prensa del puro que le vamos a meter. De presuntos nada. Suscribo, pues, que urge una reforma del Código Penal. Entre otras cuestiones, para que del mismo modo que quitamos la pena de muerte, suprimamos la pena de banquillo de papel para los jueces que, como no son asesinos ni etarras y no parecen muy amiguitos del poder, no merecen ni el derecho constitucional de presunción de inocencia.

 

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