ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los últimos de Olavide

En Jerez no lo saben ni los máximos expertos en brandy, pero, en 1767, Carlos III se remontó en Fundador. En ese año, aquel gran Rey, el mejor alcalde que Madrid tuvo, otorgó a Pablo de Olavide, el indiano asistente de Sevilla, el Fuero de las Nuevas Poblaciones. Carlos III le añadió a Olavide el cargo de Intendente para que colonizara Sierra Morena y sus estribaciones. Como aún no había Ave, el camino de Madrid a Sevilla era entonces un París-Dakar con bandoleros. Las diligencias eran asaltadas y robados sus pasajeros en cuadrilla y despoblado. Carlos III decidió acabar con el desierto de Sierra Morena, actual provincia de Jaén, con el desierto de La Parrilla, en Córdoba, y con el de La Monclova, en Sevilla.

Carlos III había recibido un plan de Gaspar Thurriegel para contratar campesinos alemanes y flamencos a fin de revalorizar las tierras de los virreinatos de América. De ahí que Carlos III se hiciera Fundador: las Indias quedaban muy lejos, y pensó que en el camino de la Andalucía había más necesidad de poner orden. E ilustrado como era, pensó en un correligionario de las luces, en el limeño Olavide, el precursor con nombre de Universidad que era alcalde de Sevilla.

El Rey y Olavide, que se conocían el paño, desconfiaban de los españoles para repoblar la Andalucía desierta. Pensaron que mejor que con españoles haraganes del PER sería importar alemanes cuadriculados, tercos, sobrios y trabajadores, así como suizos exactos y reglamentistas. La de Olavide en las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena fue la primera gran operación de inmigración con papeles. Y ahí están los resultados, en aquellos pueblos de Carlos III, empezando por La Carolina, que llevaba su nombre, siguiendo por La Carlota y La Luisiana, y por otros muchos, como San Sebastián de los Ballesteros o Fuente Palmera. Los alemanes, fundamentalmente de Baviera, hicieron realidad la utopía ilustrada. A cada familia le dio el Rey una suerte de tierra, una casa, una yunta, aperos de labranza, semillas, gallinas, cerdos. Trabajadores como pocos, los alemanes de Baviera, apencando, hicieron pronto un vergel del antiguo desierto de Sierra Morena y los bandoleros tuvieron que irse todos a trabajar a los Romances del 800 de Fernando Villalón, porque allí no había ya forma de pegar el trabucazo.

Si miran la guía telefónica de La Luisiana, La Carolina, La Carlota e incluso Ecija, se encontrarán muchos apellidos alemanes. Son los bisnietos de los nietos de los fundadores carolinos. No están todos. Igual que los últimos de Filipinas, para mí que hubo también unos últimos de Olavide: unos alemanes que llegaron esnortaos a Sevilla, creyendo que la colonización del asistente peruano aún no había terminado. Fueron los germánicos Moeckel, que llegaron desde Baviera al Arenal de Sevilla siglos más tarde, para lo mismo que los colonos del XVIII: para meter el hombro con tenacidad, con un sentido estricto y cumplidor de la vida, con honradez, en una tierra de flojos vivalavirgen.

Estos últimos de Olavide, los Moeckel, no llegaron con yuntas, sino con motores, bobinas y reostatos a una Sevilla preindustrial, y electrificaron todo lo electificable. De guasita con tomate de "Arenal de Sevilla y olé", nada: Arenal de Sevilla y mucha seriedad, mucho trabajo, mucho rigor. Como los colonos carloteños con su Pascua de los huevos pintados, los Moeckel entroncaron con las costumbres de Sevilla sin abandonar sus principios, el teutón RH de la seriedad en la ciudad chuflona. Supieron no creérselo en la prosperidad y fajarse contra la adversidad, aunque a alguno lo nombraran Kaiser del Arenal, cosa fácil, llamándose Herr Otto Moeckel von Friess. Ni compraron cortijos, ni engancharon en Feria. Sólo mucha entrega a la Hermandad del Baratillo, y los principios muy claros y firmes. Ahora el Papa, alemán tenía que ser, ha concedido la Cruz Pro Eclessia et Pontifice a sus paisanos los dos últimos colonos de la repoblación de Olavide en el Arenal. Muchos más bávaros nos hacían falta en Sevilla. Dos son pocos. Igual que Olavide repobló Sierra Morena con alemanes, yo colonizaba con germánicos moéqueles el Ayuntamiento y la Junta. Vería usted cómo esto empezaba a funcionar con seriedad y con rigor. Como si fuera la restauración del Salvador o la Hermandad del Baratillo en los tiempos malos.

 

Articulos de días anteriores

Ir a página principal (Inicio) de www.antonioburgos.com

 

Para buscar dentro de El RedCuadro

 
    

 

Correo Correo

Clic para ir a la portada

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio