ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un millón de Sánchez

Creo que mi germánico-brenense y muy eficaz amigo don Manuel Marchena, a quien saludo de entrada afectuosamente, contra la fama de riguroso y de tenaz que tiene, se ha equivocado en lo de la güé que manda güés. No por el asunto en sí, en el que ni entro ni salgo. Entre otras cosas, porque le doy al "enter" del ordenata de los interneses y me sale "No se puede encontrar la página" cuando he tecleado: www.facturasfalsas.com. Y lo mismo si pongo en su versión cibernética el nombre de la empresa que cuentan fundó Carlos Herrera con Paco Cervantes y Salvador Domínguez: www.llevarselocalentito.es.

Marchena se ha equivocado en lo de la güé por el conteo de Sánchez. Se ha quedado cortísimo. Lo de 15.000 es una ridiculez. Si me hubiera consultado, no hubiera metido este patulaje. Se ve que Marchena, doctísimo geógrafo, para preparar su tesis sobre la imagen de Sevilla ha leído mucho Estrabón y mucho Merimée, pero muy poco Jardiel Poncela. Pues Jardiel escribió un libro que se titulaba: "¿Pero hubo alguna vez sólo 15.000 Sánchez?" La pregunta de Jardiel no era retórica, sino de un asunto tan útil y necesario en el mundo que vivimos como el conteo y aforo de Sánchez. Ya saben: si no cuentas bien los Sánchez, eres hombre al agua. Toda la crisis, perdón, la desaceleración económica que tenemos encima es porque Solbes no ha sabido contar bien los Sánchez: los Sánchez que se iban a quedar en paro, los Sánchez que no iban a vender una escoba, los Sánchez que no iban a poder pagar las hipotecas y los Sánchez que iban a presentar suspensión de pagos, vulgo concurso de acreedores o barquinazo.

Jardiel dudaba sobre la existencia de 15.000 Sánchez porque, a la vista está, hay muchísimos más. Millones. Una burrada. Andalucía, España y la Humanidad están llenas de Sánchez. Y Sevilla, ni te cuento. Es que vas por la calle y no paras:

-- ¡Vaya usted con Dios, Sánchez!

-- ¡Me alegro verlo, Sánchez!

Y en el callejero, lo mismo: Sánchez Perrier, Sánchez Bedoya (sin premio), Sánchez Mejías, Sánchez Barcaiztegui, Sánchez Pizjuán. Podrán comprobar pronto lo que les digo, en la procesión del Corpus. Los hermanos de las cofradías salen en el Corpus mayormente para ir saludando al Sánchez que está en la Avenida, a los Sánchez de la Plaza, al Sánchez de Sierpes, al Sánchez de Cerrajería y al Sánchez de Cuna; que es completamente distinto, por cierto, aunque no lo parezca, del Sánchez de Francos o del Sánchez de Placentines. Y eso sin contar a los Sánchez que van en las representaciones de las hermandades, atiborradas de Sánchez. ¡Con lo que le gusta a un Sánchez una vara junto al bacalao!

Naturalmente que es muy difícil saber de qué Sánchez estamos hablando cuando hablamos de Sánchez. Ahí te doy toda la razón, querido Marchena. En casa mismo me pasa como a ti, y comprendo tu tribulación. Cuando estoy fuera, llamo a Laura, la institutriz de los gatos, y le pregunto quién me ha llamado. Y me suele decir:

-- Le ha llamado el señor Sánchez...

-- Pero ¿qué Sánchez, Laura? ¿Sánchez Dubé o Sánchez Dragó? ¿Sánchez Ibargüen o Sánchez Mantero? ¿Sánchez Montes de Oca o Paco Sánchez?

-- No sé, ha dicho solamente Sánchez...

Y me deja en ascuas, ¡y me entra un reconcomio y un regomello de no saber qué Sánchez es el que me ha llamado! Tantas, que si estoy en Madrid me vuelvo inmediatamente en el Ave, por si Sánchez vuelve a llamar no perder el salto. Y si estoy en Matalascañas y veo por la banda de la playa a uno con una pinta horrorosa de llamarse Sánchez, lo paro y le digo:

-- ¿Usted ha sido el Sánchez que me ha llamado a casa a Sevilla?

La Sanchelogía es ciencia complicada, por la cantidad de variedades y especies, encastes, sagas y dinastías de Sánchez que hay, por lo que comprendo y exculpo totalmente a mi dilecto Marchena. Y para que no vean que es buscar argumentos para defender a un amigo, en aplicación de los principios que mamé de chico, pueden comprobar que es cierto cuanto digo con un dato irrefutable: el domingo, en el Rocío, habrá un millón de Sánchez. No de romeros, no: de Sánchez.

 

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