ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Muy costoso asomarse al exterior

ME monté el otro día en ese observatorio de la realidad sociológica española que es el Ave, como una alargada y plateada plaza de toros rodante, y me enfrasqué en la lectura de los diarios. Lo que no era disminución de las ventas en un 66 po ciento y barquinazo total de una franquicia de venta de pisos, era descenso alarmante de la compra de coches nuevos. Y lo que no era colapso judicial por las suspensiones de pagos, era aumento de las tarifas eléctricas. Y al cerrar los periódicos tras el susto diario de «hoy hay más crisis que ayer, pero menos que mañana», advertí que todos los higiénicos reposacabezas de papel de los asientos no eran como en otros viajes, con las siglas de Renfe peladas y mondadas, sino de propaganda de la Junta de Andalucía, promocionando su campaña contra los accidentes de trabajo. ¿Cuántos accidentes de trabajo evitarán los publicitarios reposacabezas del Ave, los que sustituyen a los paños de croché que tenían los butacones de Primera en los trenes de tan baja velocidad que hasta le daban tiempo a Antonio Machado de escribir y fechar un poema en su vagón parado en la estación de Lora del Río? Pues no sé cuántos accidentes habrá evitado ese dineral de todos tirado literalmente por la ventanilla. Lo que sí sé es que aquí los gobiernos locales, provinciales, autonómicos y nacionales (ora nacional de España, ora nacional de Cataluña), siguen tirando el dinero como si lo regalaran, como si no tuviéramos la que tenemos en todo lo alto.

Censuran al Gobierno que no toma medidas contra la crisis. Pasa como con el embajador inglés y los manifestantes: mejor que adoptar medidas contra la crisis es que deje de despilfarrar el dinero público como si no la hubiera. Aparte de suprimir las millonadas dilapidadas en publicidad para que al final suene lo de «Gobierno de España» y la gente crea que todo te lo da ZP porque es muy buena gente y extraordinaria persona, como urgente medida de contención del gasto público y superación de la crisis yo propondría que aquí no salga al extranjero absolutamente ningún ministro o ministra, presidente o vicepresidenta más. No por lo que cueste el viaje en sí, ni por la cantidad de gorrones que lleven convidados, que si acarrear empresarios del Régimen a China o feministas del pesebre a África, sino por el Domund por lo civil que suponen estos viajecitos, que es lo que nos cuesta, y nunca mejor dicho, un Congo.

¿Cuánto nos ha costado que la vicepresidenta se haga en Nigeria la foto del polígamo? No por la foto en sí, sino por el dinero suyo y mío que hemos espurreado por allí, donde no se nos ha perdido nada, en este «Bienvenido Mister Spain» que el Gobierno se monta cada vez que alguien de su Consejo de Ministros se mete en carretera. Volviendo a los trenes antiguos, en sus ventanillas ponía el famoso letrero: «Es peligroso asomarse al exterior». Esa advertencia hay que cambiarla y poner: «Es muy costoso asomarse al exterior».

Déjame que te cuente, limeña: ¿cuánto nos ha costado que ZP vaya a ronear de potencia europea en la V Cumbre Latinoamericana? Pues zascandileando por la letra chica de los acuerdos del Consejo de Ministros he sabido que, de momento, el viajecito de ZP para retratarse con sus amiguitos los sátrapas hispanoamericanos, el Hugo, el Evo, el otro y el de la moto, nos va a costar 1.500 millones de dólares que vamos a apoquinar para crear la Oficina del Fondo de Cooperación para el Agua y el Saneamiento en Hispanoamérica, ¡toma ya!, que es como lo de llevar agua a Barcelona, pero con música de Los Indios Tabajara. ¿Cómo nos podemos gastar 1.500 millones de dólares en remediar la sed ajena, cuando ni en Almería ni en Murcia tenemos resuelta la sed propia? ¿Cuántos kilómetros de tubería gorda para llevar el agua del Ebro hasta Murcia o Almería podrían hacerse con 1.500 millones de dólares? O puestos en la demagogia Montilla-Moriles: ¿cuántas piscinas podrían llenarse y cuántos jardines regarse en Barcelona con 1.500 millones de dólares?

Pues nada, como si el dinero lo regalaran. Cuando van de viaje al extranjero se creen que van de reyes magos encima de la carroza de la noche de la ilusión: «¡Baltasar, echa caramelos!». Caramelos ajenos, claro. Caramelos suyos y míos, que el mes que viene tenemos que pagarlos con la renta. Lo único que en la presente crisis no decrece, sino que aumenta: la presión fiscal, para que estos pobres hartos de sopa sigan despilfarrando.

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