ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los cortocircuitos de 1936

LOS numerarios de la Academia de Historia Eclesiástica tienen que ver mucha televisión en la sobremesa. Pues a su justo, equitativo y saludable XIX Simposio de Historia de la Iglesia en España que ayer empezó en el Alcázar le han puesto un nombre que suena a serial televisivo de sobremesa en La 1. ¿A que «La Iglesia en tiempos difíciles» suena a «Amar en tiempos revueltos»? Y tan revueltos. Y tan difíciles. Los tiempos que estudia el simposio son, toca madera, los que van de 1936 a 1939. Esto es, la Guerra Civil para unos, el Movimiento para otros, y para todos la tragedia fratricida que ojalá nunca se repita.

Lo más justo, equitativo y saludable del simposio de Historia de la Iglesia es que, tratando de lo que trata, se celebra en el Alcázar. Ya era hora de que en el Alcázar, donde cada lunes y cada martes se organiza una conferencia, una exposición o un coloquio sobre la mal llamada Memoria Histórica, se empezara a hablar de la totalidad de dicha Memoria, que a menudo no tiene nada de histórica, pues de modo revanchista contarse suele sólo de la misa, la media.

Con los tiempos que corren, que sí que son verdaderamente «tiempos difíciles» para la proclamación de la Verdad, es muy equilibrado y objetivo por parte del Ayuntamiento abrir el aula histórica del Alcázar, hasta ahora monocolormente tricolor y más republicana que el traje de flamenca de Paula Garvín, para esclarecer tantos intencionados olvidos. Abrirla a la Verdad, toda la Verdad, de lo que pasó y olvidarse quiere. A estas alturas de curso de manipulación de la Historia Contemporánea (¿no, profesor Alfonso Lazo?) es de laureada de San Fernando pronunciar una conferencia como la que dará don Antonio Montero, el que fue obispo auxiliar de Sevilla con Bueno Monreal y luego arzobispo de Mérida-Badajoz. ¿Saben cómo titula Montero su conferencia? Pues igual que su libro absolutamente imprescindible, que publicó en la BAC en 1961 y que hoy es joya inencontrable, porque todos quieren silenciarlo y quitarlo de enmedio: «La persecución religiosa en España 1936-1939». Ya era hora que alguien recordara científicamente que aquí, señores, fueron asesinados muchos obispos, muchos sacerdotes, muchos religiosos, muchas monjas, muchos católicos rasos, por el mero hecho de serlo. No es que vayamos a empezar una guerra civil otra vez, arrojándonos muertos a la cara, pero es muy triste que empezando por la propia Iglesia, por sus pastores y por los «católicos profesionales», todo esto se silencie y vergonzosamente se esconda, cuando desde el otro bando, cuyas trincheras han vuelto a abrir junto con las fosas cuando todo estaba ya olvidado y perdonado, se nos están restregando cada día por la cara los crímenes de los nacionales, que también los hubo, que conste.

A muchos que redactan boletines cofradieros y programas e informaciones de Semana Santa yo les matricularía en este simposio obligatoriamente, a ver si de una vez pierden el canguelo que tienen en llamar a las cosas por su nombre. Pues estoy harto de leer en tales textos cofradieros frases como: «La primitiva Virgen desapareció en un incendio en 1936, y fue sustituida por otra de Castillo Lastrucci». Siempre me digo, con guasa con tomate, cuando veo cómo los propios capillitas ocultan la realidad de la persecución religiosa no en China, sino aquí en Sevilla: «Hay que ver lo malamente que estaban las instalaciones eléctricas de las iglesias sevillanas en julio de 1936. ¡La cantidad de cortocircuitos que hubo por causa de unos cables pelados! ¿Cuántas imágenes, retablos y tesoros procesionales ardieron fortuitamente y se perdieron?» A todos los que ocultan que los milicianos le pegaron fuego a San Julián, a San Gil, a San Román y siga usted poniendo iglesias, les haría yo escuchar la conferencia del profesor Jesús Palomero Páramo sobre «La gran pérdida de patrimonio artístico y religioso y la irradiación del modelo sevillano». Ya está bien de avergonzarse de nuestra propia Historia y de colaborar en la manipulación de la Verdad, señores católicos profesionales. ¿Qué «incendios» ni qué «incendios» de los templos sevillanos? Pero, claro, si recordamos a aquéllos, ¿cómo les vamos a entregar nuestras varas doradas a éstos, que se proclaman sus herederos políticos, y cómo les vamos a pedir que nos restauren el Cristo gratis total en el IAPH?

 

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