ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gorroneo en el Constitucional

QUERIDOS alumnos de Zoología del Mangazo: veo que hoy la clase está hasta la bandera, nada más he anunciado la lección con caso práctico que explicaremos, «Sólo los jueces, por ley, se libran del Gorrón». Lección que en cierto modo es una hijuela de la que ya explicamos sobre el Gorrón de Abogado. Hay una especie de letrado a la que bajo ningún concepto se le puede pegar el mangazo de consulta por la cara. Un, digamos, Territorio Jurídico Exento de Gorrones: la Magistratura. Los tribunales son una jurisdicción exenta contra la que el Gorrón, como Sancho con la Iglesia, se ha de topar, si no quiere buscarse un lío.

Esto, señores alumnos, es como las admoniciones de la Cadena de San Antonio: «A Vanessa, que hizo las copias y las envió, le tocó la lotería; pero a Iván Israel, que le encargó a su secretaria que se las hiciera y mandara, y a la tía se le olvidó, lo pilló un coche en un semáforo, naturalmente en Sevilla, que es donde los coches pillan a la gente en los semáforos». Con la Judicatura como Territorio Exento de Gorrones ocurre igual. Escuchen mi Cadena de San Antonio del caso práctico que nos ocupa: «A su usía ilustrísima don Guillermo Jiménez Sánchez, vicepresidente del Tribunal Constitucional y en su condición de autoridad en Derecho Mercantil, este catedrático de Gorronología intentó pegarle un mangazo de consulta sobre cómo cobrarle los atrasos de regalías a un editor que no pagaba ni quemado; pero nos dijo que la ley le prohíbe ser objeto de gorroneos, citándonos el artículo 389 de la Ley Orgánica del Poder Judicial: «El cargo de juez o magistrado es incompatible con todo tipo de asesoramiento jurídico, sea o no retribuido». Que traducido resulta: «No puede haber Gorrones de Juez, y eso que es sin trincá; eso queda para abogados, notarios y registradores». «En cambio —continúa la Cadena—, a la excelentísima señora doña María Emilia Casas, presidenta del citado Constitucional, una abogada la llamó por teléfono en forma de Gorrona de Jueza (por la igualdad de género entre Gorrones y Gorronas, Jueces y Juezas), planteándole por la cara una consulta sobre la forma de presentar ante un juzgado un recurso relativo a un asunto familiar. Y como le pasó a Iván Israel en la Cadena, por no cumplir las generales de la ley la dicha Gorrona de Jueza está en la cárcel, en un asunto relacionado con el presunto crimen del presunto guardaespaldas de la presunta actriz, presunta guionista, presunta bióloga y probada señora inaguantable doña Ana García Obregón, ojú; mientras que la magistrada objeto del gorroneo en cuestión, doña María Emilia Casas, anda pregonada en gacetas, pues no teniendo en cuenta la Extraterritorialidad de los Tribunales a Efectos del Gorroneo, ambas tuvieron la mala pata de que la conversación fuese grabada, pues los gorroneos prohibidos los carga el diablo».

¿Qué enseñanza debemos sacar de este caso práctico sobre la importancia de nuestra asignatura? Pues que es una maravilla ser juez en la España de los gorrones. El juez es la única especie protegida a efectos de la destructiva acción depredadora del Gorrón. Los tribunales son como un oasis en esta España de donde tanto Gorrón mamón pega el mangazo de consulta gratis por la cara a médicos y abogados, y éstos a su vez entre ellos. Pues ese mismo letrado que estudiábamos el otro día y que sufre los ataques de la consulta por la cara del Gorrón de Abogado es, quizá, a su vez, Gorrón de Otros Abogados, a los que se acerca tomando café tras una vista, diciéndoles:

—Oye, compañero, por cierto: tengo un asunto que posiblemente tú hayas estudiado alguna vez...

Y se lo cuenta, sin haberse molestado en estudiarlo previamente. Y le pide que le deje la carpeta y le fusila por la cara el planteamiento, para cobrárselo a su cliente como si fuera propio. Y ese mismo letrado objeto del deseo del Gorrón de Otro Abogado puede ser, a su vez, Gorrón de Notario, al que le pregunta cómo plantear, verbigracia, una compraventa chunga de un bien proindiviso que no te quiero ni contar. Lejos de ser protegido de gorrones por ley como el Juez, el Notario queda a los pies de los caballos de los Abogados Gorrones de la Fe Pública, ya que el fedatario está obligado por ley a asesorar gratuitamente a los letrados. Saquen, pues, sabia enseñanza de este caso práctico, y aprendan la máxima: «Al Abogado y al Notario le puedes mangar Aranzadis enteros, pero al Juez no se te ocurra preguntarle ni cómo quedó ayer el Betis, que te empitonan».

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