ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La segunda muerte de Mari Luz

IBA a decir que es una furgoneta, pero no: es una furgona. Una furgona que puede ser coche de cuadrillas de uno que su padre quiere que sea novillero, y que antes de poder comprarse una casa ha tenido que hipotecar la suya. Lo que descubrió Emilio Muñoz cuando dijo que antes los chavales querían ser toreros para hacerse ricos y ahora hay que ser rico para hacerse torero. Así que es una furgona que puede ser coche de cuadrillas, o, mejor, vehículo de mercancías propias para la venta ambulante por los mercadillos semanales de los pueblos. Me pega más. La veo y estoy oyendo el pregón de la gitana al pie del puestecillo de hierros desmontables:

—¡Mujeres, el Chemí Lacó a tres leuros!

Esta caminera furgona vende por los mercadillos de las plazas españolas las mercancías propias de una familia rota por el dolor: sed de justicia. Y en el capó, donde si fuera de un novillerete pondría Iván o Yónatan no sé qué (que es como se llaman ahora los que quieren ser toreros), y donde si fuera de los gitanitos aleluyas del mercadillo pondría «Cristo vive», está pintado un lema que se quiere olvidar: «Caso Mari Luz, Por una Justicia Justa».

Igual que Contador ha llegado a la meta del Giro y se ha puesto el chaleco rosa, la furgona del Caso Mari Luz ha vuelto a Huelva, sin que nadie entregue una copa en forma de dorada serpentina. Como Colón, de Huelva salió esta nueva carabela de la realidad judicial de España, para descubrirnos un triste nuevo mundo. Y a Huelva ha vuelto. Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, con el abuelo Juan y el tío Valentín, megáfono en mano, mesa de campimplaya con los folios y los bolis a portagayola de los ayuntamientos de 26 capitales, se han recorrido media España recogiendo firmas para pedir la cadena perpetua para los pederastas. Con esta recogida de firmas, los Cortés calorrós que venden cal de justicia nos han dado una lección a los payos más blancos que un olivo. No, no es sólo la serenidad y el sosiego, el destierro de todo sentimiento vengativo del ojo por ojo. Es la lección del sentido de la familia que los gitanos nos dan siempre a los payos. La familia paya se tambalea; la familia gitana está más firme que las murallitas de Cai. Vivo junto a un hospital. Estoy harto de ver, por las madrugadas, las candeladas de familias gitanas enteras, de abuelos a bisnietos, que acampan de fortuna en los aparcamientos. Tienen ingresado a un patriarca, o a Tío José Heredia, o a Tía Juana Montoya, y están todos allí, a pie de hospital, ya que no pueden velar al enfermo dentro. Quizá en la habitación donde comparte cama con un payo del que dicen las enfermeras:

—¿Y este hombre no tiene familia, que nunca viene nadie a verlo al pobre?

La familia gitana Cortés se ha puesto en pie, se ha echado a los viejos caminos con el carromato de la furgona y pian, piandito ha recogido un millón de firmas para pedir la perpetua para los pederastas. No sé si Juan José Cortés quedó encandilado por la palabrería del poder cuando lo recibió ZP en La Moncloa. Lo que sí sé es que le dijeron allí que nanai a la petición, que la cadena perpetua no cabe en la Constitución. Seguramente algún flamenco con gracia diría, al oír tal:

—¿Que la perpetua no cabe en la Constitución? Pero si la Constitución es mondrigona... ¡Pues anda que no le cabe ná! ¡El «Juan Sebastián Elcano con tó el trapo desplegao», que decía Tío Beni de Cai!

A la Constitución, en efecto, le cabe de todo. Le cabe el Estatuto catalán, le cabe la negociación con la ETA, le cabe la desigualdad hidrológica y fiscal, le caben los ayuntamientos proetarras de ANV, le cabe la discriminación del hombre en la ley sobre malos tratos... ¡No le cabe ná! ¿Y no le va a caber a la Constitución la cadena perpetua, tras el asesinato de Mari Luz? Un millón de firmas no puede ir a la papelera de la Moncloa, como en una segunda muerte de Mari Luz, por grandes que sean las papeleras de la Moncloa. Lo que debe hacer la familia Cortés es convertir ya ese millón de firmas en iniciativa legislativa popular. Y que los partidos se retraten y den la cara, a ver quién apoya y quien no esa suprema verdad que ante tanta Justicia pachequiana, de cachondeo, lleva pintada la furgona: «Por una Justicia justa».

 

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