ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El G-8 descubre las pinceladas

EL censo de contradicciones contemporáneas es infinito. Yo no sé cómo los progres de mierda que están contra la pena de muerte (como hay que estar) pueden simultáneamente estar a favor del aborto de barra libre y de la eutanasia a granel, si se trata de defender la vida. Y cómo pueden decir, como La Carapasa, que triturar un feto con la túrmix es vanguardista, ¿sabrá esta tía lo que es la vanguardia? O quizá lo sepa y por eso lo dice: muchos artistas de las vanguardias de entreguerras desembocaron directamente en el fascismo mussoliniano o hitleriano.

En ese catálogo de contradicciones tampoco me explico cómo en los restaurantes a quienes más les gusta pedir cosas al centro es a los de izquierdas. Como nunca pagan de su bolsillo, los de izquierda con coche oficial a la puerta, escolta y Visa Oro con cargo al presupuesto son los que piden más y mejores cosas al centro, según relatan en Sevilla TV cada miércoles Micer Francisco Robles y Moeckel & Ollero Asociados:

-Al centro pónganos unas pinceladas...

Las pinceladas, ya saben, son de Sanlúcar, y tienen bigotes. O son como los enganches de la exhibición vesperal de Feria: de tronco. Por eso creo yo que ha sido uno de aquí, quizá un paniaguado trincón del Consejo Audiovisual, el que ha organizado en Tokio esa suprema contradicción contemporánea de que los barandas del G-8, reunidos para luchar contra el hambre en África, se hayan pegado una cena de 19 platos, 19, preparada por el embaucador Ferrán Adriá de allí, un tío que se llama Katushiro Namakura y que debe de ser alférez de cocina, porque me han dicho que tiene una estrella. Michelín, pero una estrella.

Para acabar con el hambre en África, Katushiro Namakura les ha dado gloria bendita a Bush, Merkel, Brown, Berlusconi, Sarkozy, Fukuda, Harper y Medvedev. A saber: maíz con caviar, dados de atún con aguacate, salmón ahumado, almejas hervidas, erizos de mar, gambas, ternera, verduras y así hasta 19 platos, 19, regados con Chateau Latour, castillo francés que no es de Don Simón precisamente. Y digo yo que esa suprema contradicción de ponerse púo mientras se habla de los que están caninos ha tenido que organizarla uno de aquí, que los citados contertulios de Sevilla TV conocen de sobra, porque, ¿saben ustedes cómo se llamaba el menú del escándalo?

Pues «Bendiciones de la Tierra y del Mar». Y eso me suena. Eso me suena a pinceladas pagadas con dinero público. Yo es que lo estoy viendo, a ese G-8 de Sevilla, al Fukuda del Ayuntamiento o a la Merkel de la Junta, sentados en La Buena Pesca, en la Marisquería del Arenal, en Bajo de Guía o en Jaylu, diciéndole al metre, en la eterna búsqueda del centro mangón desde la izquierda trincona:

-Pónganos al centro unas bendiciones de la tierra y del mar, pero recargando más la parte del bendito mar. ¡Ah, y la tierra que sea toda de Jabugo, bendita tierra serrana!

Eso, por un lado: aquí ya habíamos inventado las bendiciones de la tierra y del mar, sin tanto cuento de estrella Michelín y del G-8, sólo que les llamábamos pinceladas, como homenaje a Sorolla (sin premio), porque tales pinceladas no pueden ser de un pintor de brocha gorda, que voy que mancho con el Titanlux. Y por otro lado, que no sé de qué se escandalizan porque los gachós del G-8 se hayan puesto púos mientras hablaban del hambre en África, si es la contradicción habitual aquí cada lunes y cada martes: unos señores y señoras desoficiados y riquitos, que para no aflojarse su bolsillo y recaudar fondos para los pobrecitos niños o para los enfermos, organizan unas cuchipandas que se ponen morados y oro y se lo pasan de muerte. Las cenas benéficas, ¿qué son, sino contradicciones como la del G-8 en Tokio? Y en Marbella ahora en el verano, ni te cuento. La de chuflas y pintamonas que cogen a los pobrecitos niños, o a los negritos de la patera, o a los enfermos de no sé qué como pretexto para organizar un fiestón del ca..rácter benéfico, y salir todos en el corazoneo de la tele y del cuché, muy vestidos de blanco y muy morenos de la playa, con las señoras enjoyadísimas y arrugadas como lagartos de tanto tomar el sol. ¡Con la de hambres que se quitaban con lo que pagamos todos por esos «audiovisuales» facturones G-8 de las bendiciones de la tierra y del mar!

 

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