Abro el ABC por la sección económica y compruebo que debo poner al día mis conocimientos de literatura clásica. Leo, enchampelados, como pescados con potera, la siguiente rastra de titulares, pesadillas (no pescadillas) que se muerden la cola: "El líder inmobiliario español acuerda suspender pagos por la crisis", "El Ayuntamiento de Valencina recurre al ERE para salvar su economía", "Ya hay 2,5 millones de españoles inscritos en la lista de morosos", "Roca rescinde 398 contratos por el parón inmobiliario", "La caída del consumo baja un 70% el beneficio de Adolfo Domínguez". Pavor y terror. Me palpo la cartera. No, aún no me la han quitado. Pero veo que aprendí mal los grandes autores de la tragedia clásica. Sólo me sé tres. Y los grandes autores de la tragedia son: Esquilo, Sófocles, Eurípides...y la crisis económica española. Tú le pones a lo de Martinsa unas túnicas y unos coturnos, y cuela en el teatro romano de Mérida como tragedión griego, vamos que si cuela.

-- Pues no es mala idea, así a lo mejor pueden cobrar algo los acreedores y Cajamadrid puede hacer caja del pufo.

Lo más acongojante de la crisis es que nos anuncian que pronto cambiaremos de juego de sobremesa: del ajedrez al dominó. Ahora, dicen, estamos en la fase de ajedrez. La ruina avanza en salto de caballo. Tras Martinsa, sostienen, puede empezar la fase de dominó, que caigan las fichas de las suspensiones de pagos, arrastradas unas por otras: si yo no cobro, no te pago, y si no te pago, tú no puedes pagar, y al charco que vamos todos.

Probablemente cuanto acabo de escribir es catastrofismo, y ya habrá por la red de Internet miles de fieles cibermilitantes que anden transmitiendo las consignas de su partido y diciendo que soy un chufla y facha. Si miedo me da la crisis, más los cibermilitantes, que pueden hacer de lo blanco, negro, con ayuda de las nuevas tecnologías. En el último congreso del PSOE estaban acreditados los grandes medios informativos, pero también un reducido pero efectivo grupo de cibermilitantes que mantienen en Internet los mentideros llamados "blogs". El fenómeno no es español. Es global, mundial. Y tan preocupante, que a los progres americanos de "The New Yorker" les ha forzado a llevar la polémica portada de Obama vestido de moro de la morería con su señora esposa ataviada como terrorista islamista, ambos junto a una chimenea con el retrato de Ben Laden donde arde la leña de la bandera americana. Aseguran que la portada es una ironía para reventar y desmentir una calumnia difundida por Internet por los cibermilitantes del partido republicano, quienes se han dedicado a difundir que Obama es moro de toda morería, más mahometano que Tarik y Muza juntos, y que estudió en una madraza islámica. Un bulo repetido miles y millones de veces en Internet por los disciplinados cibermilitantes puede convertirse en una verdad:

-- No vayas a votar a Obama, es islamista.

-- ¿Y tú cómo lo sabes?

-- Lo he visto en Internet.

En Internet da igual que lo veas en el sitio de la BBC o en el "blog" de un niñato. Ese es el peligro de los activistas cibermilitantes. Como Internet no hace distingos, y menos los buscadores que rastrean su red, si yo escribo "Obama es mariquita" en una tertulieta digital, sale con igual fuerza cuando entro en Google que si otro colega pone en el comentario anónimo a la noticia de un diario serio y responsable: "Obama no sólo es mariquita, sino además moro, y ya sabes que según la ley de Mahoma..." Los partidos se han dado cuenta, y al igual que el republicano lo hace en Estados Unidos, aquí en España hay organizaciones que tienen montada, organizada y pagada toda una trama de fieles militantes que inundan cada día la red de comentarios con las consignas recibidas y las anteojeras del pensamiento único. Hay sitios que son piras de la nueva Inquisición de lo políticamente correcto. Cuando los diarios abren sus encuestas, los cibermilitantes se apresuran a votar la opción más políticamente correcta conforme a las directrices del aparato de su partido. Están preparados para eso, dedicados a eso como servicio a la causa. Y si "The New Yorker" lo quiere desmontar con una portada, peor. Ya saben: Obama es moro. ¿Por qué? Ah, porque lo pone en Internet...