ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Musealización del Costurero

EN esta dichosa Sevilla yo ya he perdido la cuenta de muchas cosas. He perdido la cuenta de la de veces que han dicho que de este año no pasaba que trasladaran la Feria, y ya ve usted. De la de veces que han dicho que íbamos a tener 26 aparcamientos subterráneos, y ya ve usted. De la de veces que han dicho que iban a abrir la Casa de los Poetas, con el legado de Rafael Montesinos, y ya ve usted. De la de veces que han dicho que ya han tomado todas las medidas para que los gamberros no sigan destrozando la Plaza de España, y ya ve usted. Del Museo de Cerámica y de las donaciones por las que ayer clamaba Pablo Ferrand en este cernudiano desierto que llora mientras canta, ni le cuento. Pero sobre todo he perdido la cuenta de la de veces que han restaurado y pintado el Costurero de la Reina. Nunca un edificio tan pequeño llevó encima tantas manos de pintura vendidas como restauración integral ni derrochados tantos millones de pesetas antes y miles de euros ahora.

Mientras se anuncian regulaciones de empleo, caídas de venta de pisos, despidos, cierres de empresas, batacazos del sector del automóvil, suspensiones de pago y los escaparates de muchos comercios pregonan «liquidación por cierre de negocio», este Ayuntamiento no hace más que seguir despilfarrando el dinero como si no pasara nada o anunciando nuevos proyectos donde seguir tirando el dinero. En plena crisis, y teniendo el Parque de María de Luisa y el Parque de los Príncipes, y el Parque Miraflores, y el Parque Amate, y el Parque Celestino Mutis como los tenemos, aquí, por ejemplo, anunciamos la creación de parques a pares, ¡hala! En Tablada, un Parque, el mayor que haiga: fagamos un parque tal que los siglos venideros nos tomen por primos, y no precisamente del Lolo, que ése está en taco. Y en el Charco La Pava, échale guindas al pavo, otro parque. Un parque dunar, hala, como si esto fuera Matalascañas, qué linces tirando nuestro dinero.

Y como ejemplo de austeridad en el gasto público y de inversión productiva (¡tararí, que el toro va a salir!), han abierto el Costurero de la Reina, restaurado por vez número nosecuántos, y dedicado a lo mismo que estaba ya con absoluta inutilidad, porque los visitantes pasan por allí de largo: a Oficina de Información Turística. El Costurero está como estaba, y dentro hay lo que había. Ah, pero lo han «musealizado» y puesto de nombre Centro Temático, que queda más progre. Para la «musealización», ¡toma ya!, se han gastado de nuestro dinerito 700.000 euros, que así en euros parece menos, pero que son 166,5 millones de pesetas. ¿Servirá ese dinero para que vengan más turistas, para que llenen los hoteles y los restaurantes y no dejen una camiseta viva en las tiendas cutres con que han degradado el Barrio de Santa Cruz? Según lo cuentan, parece que sí. No me lo creo. Ese Centro Temático del Costurero de la Reina ofrece «una serie de recursos multimedia e interactivos que ayudarán al turista a conocer ocho nuevos itinerarios agrupados en tres atractivos turísticos, como son Rutas por la Sevilla de 1929, Rutas con Encanto y Rutas Temáticas». En cristiano: que ha puesto unos vídeos y unas pantallas de ordenador para explicar el Parque. No lo abandonado, sucio, guarro y seco que están el Parque y los restos de la Exposición del 29, que es la realidad, sino unas tonterías muy grandes, las inventadas con el dinero despilfarrado, como la Ruta de la Arquitectura Indigenista. Esto es tan ridículo, que imagino a esos turistas americanos en Oklahoma, preparando llenos de ilusión su viaje a Sevilla:

—Johnny, ¿vamos a ver la Giralda, y el flamenco, y los toreadores?

—No, Deborah, eso no vale un pimiento: tenemos que ver la Ruta Indigenista y empaparnos bien de los paneles interactivos del Centro Temático del Costurero. Ah, y la Ruta de los Jardines, que estos sevillanos son dignos de ver, darling: en vez de tener sacado de brillo el Parque de María Luisa, que es el que queremos ver, se gastan Sagasta, la de los millones, en hacer una Ruta de los Jardines, para resaltar la importancia del Ciprés Calvo o del Árbol del Cepillo, los muy capullos.

Visto lo visto, el Costurero me parece pequeño. Porque aquí lo que hay que «musealizar» es la poca vergüenza. Sevilla toda es el Museo de la Poca Vergüenza.

 

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