ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Embustes, mentiras...y Olimpiadas

Al paso que vamos, España va a tener que conseguir las medallas no en Pekín, sino en la tienda de los chinos de los veinte duros. Aunque visto lo visto de las falsías de la ceremonia de apertura de la Olimpiada, no me fío yo mucho de que las medallas de oro sean de oro, ni que las medallas de plata sean de plata. Las medallas de oro serán, en el mejor de los casos, de oro del que cagó el moro, que es un metal de muchos quilates en el peso de la tradición popular sevillana. Y las medallas de plata serán, en el mejor de los casos, de plata de la que cagó la vaca, que es la versión argéntea del metal áureo que defecó el sarraceno, me alegro verte bueno.

Cuando España, quizá por equivocación, ganó oro en ciclismo, nos sorprendió que en el podio del triunfo Samuel Sánchez mordiera la medalla que le acababan de imponer. Una medalla muy vieja, con un cordón renegrío, que apenas se ve la cara de chinos de aquellos tíos. ¡Qué mordisco le pegó a la medalla! Desde el mordisco de Eva a la manzana en el paraíso no se veía una dentellada así, vamos, "Tiburón 2" total. ¿Supersticioso que es Samuel Sánchez? No, adivino. Como aquella compañía de seguros que había antiguamente en Sevilla y que se llamaba Los Previsores del Porvenir. El ciclista Samuel era un previsor del porvenir que se olía ya que los chinos eran unos virtuosos en el arte de la bacalá, de dar gato por liebre. La frase que tanto citó Felipe González no es "gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones". Yo, que sé tela de gatos, les digo que la verdadera frase que los chinos se dicen entre sí es: "Gato blanco o gato negro, lo importante es que sea gato, ten mucho cuidaíto porque aquí al que se descuida le dan gato por liebre y niña guapa por niña fea en los cantos regionales de la ceremonia de apertura".

Así que Samuel Sánchez mordía el oro para saber si era oro chachi, de verdad, o si le habían dado la clásica bacalá china, imitalllll. Habría ganado un Pulitzer el cronista deportivo que le hubiese preguntado su impresión al ciclista no sobre el triunfo, sino sobre la propia medalla en sí. La sección de Deportes podía haber abierto con este titular a toda plana: "Los chinos tangan a Samuel Sánchez con una medalla de oro que ni es de oro ni es ná".

Porque tras el descubrimiento de la tostá de las tomaduras de pelo de la ceremonia inaugural yo ya no me creo nada de lo que ponen por televisión de la Olimpiada de Pekín. Vamos a ver: si los fuegos artificiales eran fuegos artificiales propiamente dichos, fingidos con el fotochó como las tersas caras de la Preysler o de Tita Cervera en el "Hola", ¿por qué me voy a creer que ese americano tan feo y tan largo que lo gana todo, Michael Phelps, existe de verdad, y no es un chino al que han convertido en americano blancuzco con un taparrabos hasta los tobillos, el taparrabos tobillero que le dicen, por obra y gracia de un ordenador, con el que estos chinos hacen milagros? ¿No cambiaron a la niña fea por la niña guapa y se inventaron el triquitraque del coheterío de inauguración? ¿Por qué entonces mantienen al americano feo y no le han pegado el cambiazo por otro guapo, así en plan del antiguo novio polaco de la Obregón que sale todas las tardes desnudándose en el programa de Bea? Si los fuegos artificiales son de mentira y las niñas que cantan no son las niñas que cantan, ¿por qué nos vamos a creer que el americano que lo gana todo es el americano que lo gana todo? Como Gasol y Nadal. ¿Seguros que son Gasol y Nadal, que no son unos dobles que han puesto los chinos para que estos dos monstruos no se lesionen y puedan seguir ganando el dinero como tierra en sus negocios deportivos particulares?

Una última hora que acabo de escuchar en el programa de deportes de Onda Macuto me aclara, finalmente, todas mis dudas. La CIA ya ha descubierto la tostá y ha advertido a los americanos que mucho cuidado con las medallas de oro, que ni son de oro ni ná, que son de plástico. De metal, nada, monada. Por eso Michael Phelps está ganando tantas medallas de oro. Las junta como quien reúne Puntos Carrefour. Creo que por cada cinco medallas de éstas de plástico que parecen de oro, los puñeteros chinos embusteros dan una de oro de verdad. La Olimpiada toda es un cuento chino. Los Príncipes de Asturias no estuvieron allí. Eran unos teleñecos chinos perfectamente imitados, como los bolsos Dior del serrín.

 

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