ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


T-4, mal fario y Lady Aviaco

OTRA vez el pabellón de Ifema haciendo de tanatorio, otra vez los familiares en la angustia de la espera de las listas oficiales de víctimas, otra vez los psicólogos de diez en fondo, otra vez las ambulancias del Samur, otra vez la T-4, otra vez Barajas, otra vez Madrid. De la catástrofe de Spanair nos queda el desasosegante dolor de un reconcomio. Como lo tremendo que escuché en un bar donde tenían puesto el televisor con la sesión continua de la tragedia. Alguien, al ver a los heridos que sacaban de las ambulancias para ingresarlos en La Paz, dijo:

—¡Qué cantidad de negros iban en ese avión!

—No, no son negros: son carbonizados por la explosión.

Terrible. Como terrible luego, ya en el poso y el reposo de la desgracia, ir leyendo las historias de los niños que se han quedado sin madre, de las madres que fueron al aeropuerto a esperar a unos niños que nunca llegaron.

Pero lo más terrible de todo, ese cante de ida y vuelta de la negra España de la mala suerte. Todo era como un nuevo 11-M, ahora sin elecciones a la vista. O como una nueva explosión de la T-4, ahora sin Nochevieja en el horizonte, sin víctimas sudamericanas y sin falsa tregua de unos asesinos verdaderos entre los bastidores del teatro de la sangre.

Menos mal que existe el Ave, y menos mal que los sevillanos casi no pisamos ya Barajas cuando tenemos que ir a Madrid. Porque yo, la verdad, que gracias a Dios no he puesto todavía un pie en la T-4, me lo pensaría dos veces antes de usarla. No ya por eso que cuentan de que es incomodísima, y que tienes que andar más que un nazareno de la cofradía del Polígono antes de llegar a la puerta de embarque, y que aquello es el lío padre, donde los catetos nos acabamos siempre desnortando. Me pensaría dos veces poner un pie en la T-4 porque con la cantidad de aeropuertos que hay en España; con el tráfico que tienen; con ese Palma de Mallorca que es enlace para medio mundo y parte del otro medio; con ese Prat de Barcelona que es como una terminal de Europa con barretina; con ese aeródromo de Málaga que ya quisiéramos los sevillanos para nosotros, conectado con todo el orbe por línea regular... Con todos esos aeropuertos que hay, y con la cantidad de vuelos que salen y que llegan a ellos, desgracia que hay, sea triquitraque asesino de los etarras, sea avión que se estrella, ocurre en la T-4. Tanto mal fario que, ya digo, lo más descorazonador de este accidente que nos ha puesto a todos el alma en un puño es esto de que parecía la segunda entrega de un capítulo de la memoria que nunca hubiéramos querido recordar. Si tirabas para una callejuela sin salida del recuerdo, te salía el 11-M con las docenas de muertos llegando al pabellón de Ifema. Si tirabas para una plazoleta trágica de la memoria, te salían las amarillas columnas de la T-4 con las lágrimas de los emigrantes que habían perdido a su gente en la explosión asesina del aparcamiento.

Y lo peor de estos casos, las explicaciones. No, mire usted, hay escenas que no necesitan expertos de la Señorita Pepis ni truchimanes osados para glosarlas. Y menos cuando esas explicaciones las da La Maleni. Como si no tuviéramos bastante, los españoles debemos en estos casos escuchar, encima, las explicaciones de La Maleni. Que son las menos convincentes del mundo. Los americanos dicen que la solvencia de un político se mide por el coche de segunda mano: si le comprarías un coche de segunda mano a ese tío. Bueno, pues yo a La Maleni no le compraba ni una bicicleta para echarle los Reyes a mi nieta. ¿La escucharon hablar del accidente y de la investigación de sus causas? ¡Qué vergüenza ajena que sea la andaluza oficial del Gobierno! ¿Pero cómo puede estar la aeronáutica nacional en manos de quien da tan poca seguridad, de quien ofrece tantos titubeos, tanta imprecisión, tal pobreza expresiva? Sí, ya sé, La Maleni fue llamada Lady Aviaco por la cantidad de horas de vuelo gratis total que acumuló durante su etapa de consejera de esas líneas aéreas públicas. Ni Lady Aviaco ni nada: con tanta imprecisión y tal falta de seguridad en lo que explicaba, ésta no merece ser ni Lady Azafrán El Aeroplano. Así que entre el mal fario de la T-4 y la aviación, ojú, en manos de La Maleni, cualquiera pisa Barajas, ni aunque sea por la terminal antigua...

 

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