ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Guionizar las chorradas

MIRA que lo he intentado, pero como Chiquito: no puedo, no puedo.Mira que me gustaría, pero no soy tan listo, ni me ha dado Dios esas prendas, qué le vamos a hacer. Hablo del lenguaje de la camelancia al uso de los tertulianos, con esos abundantísimos excipientes que nada significan, pero que le ponen paño al púlpito. Bien que me gustaría decir, antes de afirmar cualquier tontería, en un tono enfático y hueco, como de estar muy enterado:

—Hasta donde yo sé, más pronto que tarde se pondrá blanco sobre negro la deriva de un escenario de ese calado.

¿Qué dicen que venden con estos trabalenguas? Pues venden estar en el ajo. Venden suficiencia, dominio de las claves más secretas. Tan secretas, que ni ellos mismos las conocen. ¡Ah, pero dicen con una solemnidad sus tonterías, apoyados en estas muletillas de moda! Me encantaría saber decir tales tonterías con mucha solemnidad, que en eso me parece que consiste el quid de la cuestión: en dar mucha pompa y circunstancia a las más impresionantes chuminadas de la Carlota de cada momento.

Según llevo estudiado, y hasta donde yo sé (¡toma ya jerigonza del fraile!), lo fundamental es repetir las palabras de moda. ¿No se han puesto de moda este verano las sandalias de romanos, que van las muchachas por la calle y te parece que estás viendo pasar a los armaos de la Macarena, que nada más que les falta a las tías el lábaro con el S.P.Q.R.? Pues igual que las sandalias de la Legio III, la Pasarela Cibeles del Lenguaje Político impone tendencias en forma de voces de moda. Que duran como las tendencias de los trapos en Mango, en Zara y en la butic del Cortinglés: un suspiro. Ya, por ejemplo, está completamente pasada de moda la envergadura. Antes la política era de Aviación. Los temas se medían por su envergadura. ¡La que nos dieron con el envergue de la envergadura! Hasta que de la Aviación, de las gloriosas alas de España, pasamos a la Armada, y los asuntos empezaron a ser comentados según calado:

—Es un tema de mucho calado...

Se olvidaban, ay, de la manga y de la eslora, sólo preocupados por el calado, que la vacua solemnidad en la proclamación de lo obvio no tocara fondo. Ya tanto envergadura como calado no se llevan. Últimamente ha estado muy de moda la deriva, por seguir con el lenguaje de la Armada o de la Marina Mercante. Los asuntos políticos no tenían nunca perspectiva, aspecto, rumbo. Nada de eso. Todo era deriva:

—Hay que poner blanco sobre negro la deriva de los nacionalistas...

Pues nada, hija mía, por mí ponla: si quieres, te dejo una carta marina de la Bahía de Cádiz, no vaya a encallar el calado de tus obviedades con los fondos de la Punta de la Nao en la Caleta gaditana.

Las modas del lenguaje del comentario político desembarcaron de la deriva y el calado, y le pusieron puertas y rampas a la envergadura, y la última moda ha sido meteorológica: La Que Está Cayendo. Si por cada vez que, refiriéndose a la crisis y a la incompetencia gubernamental y al achantamiento de la oposición, alguien dice el remoquete de La Que Está Cayendo le dieran 10 euros al que lo oye por la radio o por la tele o lo lee en un periódico, los españoles tendríamos una renta per cápita que ni Alemania, y no habría el menor riesgo de un PIB fláccido y pendulón.

Y como La Que Está Cayendo es una frase que está más vista que el logotipo amarillo de «Gobierno de España», ya ha salido una nueva voz que es la que está verdaderamente de moda: el guión. Ya no vale lo de «escenario» que se decía hasta ahora. Del teatro hemos pasado al cine. Ahora todo es guión. Los políticos no tienen programa, tienen guión. Las empresas no tienen negocios o proyectos, tienen guión. La realidad no tiene circunstancias determinantes, tiene guión. Hasta los partidos de fútbol y de baloncesto o las carreras ciclistas tienen guión. Parece que toda España es un homenaje a Rafael Azcona. No hay Oscares en Hollywood para premiar tanto guión. Y su verbo correspondiente, que es para llorar: guionizar. A ver si con esta moda aprendo por fin a decir con tanta solemnidad como ellos sus mismas chorradas: «Hasta donde yo sé, más pronto que tarde el Gobierno guionizará la deriva de la que está cayendo». Y me quedaré, como ellos, vaheando.

 

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