ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un catalán explica las cofradías

AUNQUE vayamos por ahí proclamando que en Sevilla hay que morir («lo mejón der mundo»), en el fondo somos los que menos nos damos a valer. El sevillano tiene un terrible complejo de inferioridad. Suelo abonar esta tesis de lo poco que el sevillano se valora a sí mismo con mi teoría de tomar café. El sevillano se cree tan mierda-pinchá-en-un-palo que no concibe que algo que esté a su misma altura pueda tener valor alguno. Resulta que a un sevillano, vamos a poner que se llama Menéndez, le conceden un premio destacado. Y el sevillanito, cuando sabe la noticia, salta inmediatamente con su incredulidad sobre la valía del paisano, por el mero hecho de serlo. La mujer del sevillanito va y le dice:

—Oye, Pepe, que acabo de oír por televisión que a Menéndez le han dado un premio importantísimo.

—Sí, Mari, ya lo he visto en el ABC. ¿Pero cómo le han podido dar ese premio a Menéndez, si yo tomo café con él todos los días?

El sevillanito se cree que el que toma café con él es tan mierda como él, y que no puede llegar a nada ni ser nadie. El sevillanito sólo valora lo que tiene lejos, lo que llega de fuera, mientras desprecia todo lo suyo. Aquí los mejores profetas son los de otras tierras. Y no lo digo por decir. De cosas tan nuestras como la Feria, la Semana Santa y el Corpus se encarga en el Ayuntamiento una señora que es de Granada, toma ya. ¿Pondrían en Granada a una sevillana para los asuntos de la tarasca?

Y para hablar de cofradías en la Universidad, como homenaje póstumo al profesor Alberto Ribelot, han invitado a dar una conferencia capillitona al cardenal arzobispo de Barcelona, eminentísimo señor don Luis Martínez Sistach. Como si aquí nadie supiera nada de Semana Santa, traen para hablar de cofradías al cardenal de Barcelona, escolta, noi.

—Esto es como si llevan a monseñor Amigo a Montserrat para que les explique a los catalanes cómo es lo de la Moreneta.

¡Antier se van a dejar los catalanes! Pero aquí estamos encantados con hocicar ante los de fuera. Por lo visto monseñor Sistach sabe tela de Derecho Canónico referente a las hermandades. Pero a juzgar por lo que ha largado por esa purpurada boquita, no tiene ni idea de cofradías. Con nuestra dosis de masoquismo y nuestro complejo de inferioridad, lo traemos no obstante para que pontifique. A su modo y manera. Considerando nuestra Semana Santa como si fuera la de esa ciudad a la que le han puesto de mote Lleida, este buen señor nos ha pegado la bronca a los sevillanos, a quienes nos encanta la Semana Santa tal como nosotros la entendemos, sin que nadie venga a decirnos cómo la tenemos que hacer, porque ahora por lo visto está muy malamente. Vean, vean, lo que ha largado el catalán: «Centrarse en la espectacularidad de las cofradías como algo alejado o que sustituye a la religión es traicionar el cometido pastoral. Hay que evitar el culto a las imágenes separado de la fe y no caer en la espectacularidad o el costumbrismo popular, ya que la finalidad del culto es escuchar la Palabra de Dios y acoger así la llegada de la Resurrección de Jesucristo».

—Como tantas veces, está usted equivocado, Burgos. Este buen hombre, esta eminencia reverendísima, pedazo de cardenal, tiene mucha razón. Se ve que está harto de venir a Sevilla en Semana Santa, y es que lo vive. Dice eso porque, como usted sabe, cuando la Esperanza vuelve por el puente camino del Altozano, hasta el Mudo de Santa Ana pregunta: «Oye, ¿falta mucho para la llegada de la Resurrección?» Y cuando los costaleros llevan al Gran Poder quebrando albores por el Museo, con el paso racheado de su divina zancada, el capataz les suelta: «Vamos a dejarnos de costumbrismo, que aquí venimos a acoger la llegada de la Resurrección de Jesucristo». Y los armaos salen nada más que para eso, para acoger la llegada de la Resurrección del Señor.

¡La que va a liar en Castilleja monseñor Martínez Sistach cuando lo lleven a hablar de la Resurrección, ya que debe de saber de la Calle Real más que nadie! ¿Pero de las cofradías? Si de las cofradías no se ha enterado todavía ni el cardenal de Sevilla, con la de años que lleva aquí, ¿cómo se va a enterar el cardenal de Barcelona?

 

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