ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Defensa del carné de sevillano

¿SE acuerdan del abogado que me encontré la otra mañana? Sí, el que tomando café me aclaró la incomprensible persecución al juez Tirado, a quien culpan poco menos que de la muerte del pobre Soto Vargas en la plaza de toros de Sevilla, que ya están muy vistas las comparaciones con Manolete en Linares o con Paquirri en Pozoblanco, y nadie se acuerda de Ramón Soto Vargas. Bueno, pues me lo he vuelto a encontrar, cuando llegué en el artículo del otro día a la Plaza del Salvador y dejé al tío del pregón de los cacharros viejos, que siguió el hombre para la calle Córdoba: sería que iba por la calle Dados hacia la Encarnación para ver si le vendían como chatarra el mamarracho de las setas. Me encontré al abogado de marras delante de la mismísima Alicantina. Y como hacía un solecito tan bueno, nos sentamos allí a tomarnos una cerveza, ¿será por darle juego a los veladores de este Ayuntamiento que tanto vela por los veladores?

Y tras darme las gracias por el éxito que con este impreso altavoz tuvo su tesis sobre el «caso Evangelina» (erróneamente llamado Mari Luz), fue y de sopetón me largó la leña, antes que nos trajeran las dos cervezas como homenaje a la nueva fábrica de La Cruz del Campo, cuyo Gambrinus está allí en las paredes de La Alicantina en una azulejería tan antigua e ilustre, que la coge Carranza y pide otro museo, qué señor más pesado con los azulejos, cuidado que traer azulejos a Sevilla, donde si sobra algo son barros vidriados. Seguro que Carranza va a Estepa y se lleva los mantecados puestos, y los quiere donar para un museo. Así que va el abogado y me larga:

—No estoy de acuerdo con usted en lo del carné de sevillano. Creo que esta idea del carné de sevillano es la única buena que ha tenido el alcalde. Y además debe hacerse como paso previo a su concesión un examen de sevillanía, obligatorio, aunque sea facilito. Preguntar algo así como cuáles son y dónde están todas las parroquias del centro, dónde está Santa Paula o dónde venden las yemas de San Leandro. Preguntar si se ha subido a la Giralda o se ha visto bailar a los seises por lo menos una vez, de chico. Por dónde iban las murallas y los nombres de las puertas. Si se ha entrado aunque sea una vez en el Alcázar. Dónde ponen el Jueves y alguna cosita simple sobre las leyendas de Sevilla. Yo qué sé: algo sencillo, la Cabeza del Rey Don Pedro, el Hombre de Piedra. Así, una vez expedidos los carnés de sevillano a los cabales, se pondrían accesos controlados al centro en Semana Santa y fiestas grandes. Y quien no tenga el carné, no pasa. Porque, total, ¿pá qué? ¿Se imagina usted qué a gusto íbamos a estar los de siempre, los sevillanos con carné, viendo sin bullas las cofradías por los sitios de toda la vida? ¿Y los altares del Corpus, sin bulla de parguelones y moñas importados de los pueblos? Y ese Rinconcillo, y esa Casa Morales, y ese Trifón, ná más que pá nosotros, ni uno del Ave. ¿Y esa Alameda vacía de tíos zarrapastrosos con rastas? ¿Y esa plaza de los toros llena de gente seria y respetable, que no saca el pañuelo ni para un resfriado? Y todo el centro lleno de gente bien vestida, porque los cabales vestimos bien, que el sevillano siempre ha sido sencillamente elegante, y además que Galán, O´Kean, Cañete, Javier Sobrino y Fernando Ávila tienen que comer, joé. La Encarnación, sin las setas; y el tranvía, desmantelado. El Ayuntamiento, subvencionando los balcones con macetas o colgados con mantones las mañanas de Majestad en Público. Y en Feria, ni le cuento. Se acabó el problema de exceso de coches de caballos, porque los nuevos ricos que enganchan casi ninguno tiene el carné de sevillano y no podrían entrar. Y con el carné se solucionaba también el exceso de nazarenos en las cofradías. Quien no tuviera carné de sevillano no podía entrar vestido de nazareno en La Campana, ¡hala, a las de vísperas! Lo malo es que iba a aprobar muy poquita gente el examen, y eso preguntando nada más que lo que le he dicho, sin meternos en honduras de Correa de Arauxo, del Conde del Águila o de Dominguito Martínez. Así que, por favor, corrija su artículo y ponga lo que le digo. ¿El carné de sevillano? El carné es lo mejor que ha parido este alcalde. Y que conste que se lo digo desde el Bando de los Tristes Saboríos, no desde el Bando de los Alegres Trincones.

 

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