ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Trincón del Año

Como el que avisa no es traidor, advierto que se acercan días de premios. Pero no premios entendidos como rimas obscenas al número 5 y sus correspondientes hincamientos. Me refiero a los premios como vanidad de vanidades, oropel de galardones y prez de perifollos. Cuatro amiguetes de la peña Los Pintamonas se reúnen, hacen balance y conceden el premio al Pintamona del Año.

—Y se lo dan a Carmen Lomana, naturalmente.

No crea usted que está tan claro. Hay gente que ha hecho muchísimos méritos. Ahí tiene a Garzón, sin ir más lejos ni más hondo en las fosas. Y quien dice el Pintamonas del Año dice el Mangante del Año, el Mala Gente del Año, el Sablista del Año, el Arruinado del Año y así hasta el infinito. Se trata de salir en la prensa y de organizar una cena. Cada vez que se acerca el final de año hay tómbolas de premios de chichinabo espurreados por cuatro compadres, a los que nadie les plantea nunca la cuestión de fondo: quiénes son ellos para otorgarlos. Deciden, un suponer, darle el premio de la Chuminada del Año a un artista, a un político, a un empresario, a un médico. Y van los tíos, y llaman, verbigracia, a todo un presidente del Consejo Supremo del Poder Judicial, o de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, o al rector de la Universidad de Salamanca, y le dicen que le han dado el premio. Y, oh maravilla, todos tragan. A nadie le amarga un dulce para su vanidad. La respuesta de aceptación que dar suelen siempre es del mismo tenor:

—Muchísimas gracias por este alto honor. ¿Cuándo es la entrega? Es que me gustaría invitar a la familia y a algunos amigos.

Tragan. ¡Vamos que si tragan! Nadie pone en su sitio a los osados otorgantes. España es el paraíso de los osados. Tú llamas a La Zarzuela, dices que la Asociación Humanitaria Española le ha concedido su premio de Filántropo del Año al Príncipe de Asturias, y Su Alteza va a recogerlo en persona, vamos que si va a recogerlo. Y acompañado por Doña Letizia además. Porque en este español paraíso de los osados nadie pone a nadie en su sitio. A éstos que montan su tómbola anual para conceder premios chuchiperris, totalmente chungaletas, con el fin de hacer la propaganda gratis de su asociación, de su peña, de su empresa, de su medio de comunicación, de su hotel, de su restaurante o de su bar de copas, nadie los pone en su sitio. Cuando llaman al galardonado para anunciarle la distinción, saben que nunca les van a decir:

—¿Y quiénes son ustedes para darme a mí un premio? ¡Vetalcarajo con el premio, que yo no me presto a hacer la propaganda a nadie!

A la gente le gusta tanto que le pongan medallas, que no distingue entre el premio Príncipe de Asturias y el galardón anual de la Asociación Nacional de Paseadores de Perros. Acude al hotel que les paga a los perropaseadores su cuchipanda, a recoger el premio, como si fuese a Oviedo a recibir el Príncipe de Asturias de la Concordia. Si la fe mueve montañas, la vanidad mueve sistemas orográficos y confederaciones hidrográficas enteras.

Ah, y todo esto con el fotocol al fondo. Ya saben qué es el fotocol («photocall»): ese telón de fondo empetado de logotipos publicitarios que ponen a la entrada de los llamados «eventos», para que las celebridades, famosos y famosillos de tres al cuarto se hagan allí la foto y les peguen el canutazo de la tele y salga en la prensa o en la televisión el fondo publicitario de las marcas patrocinadoras o convocantes, el producto que se promociona o el espectáculo que se presenta, que es lo que importa, al retratado que le den por saco.

Cómo se pondrá la gente de loca porque le den un premio, porque hagan un festolín para entregárselo y por salir retratados como una lechuga entre fotocol y fotocol, que tú concedes el Premio Trincón del Año y el galardonado va a pegar el mangazo de estatuilla y de cena de entrega como si le hubieran dado la Gran Cruz de Carlos III. Aunque he puesto un mal ejemplo. ¡Lo disputado que iba a estar el premio Trincón del Año! Yo, sin exagerar, tengo 584 candidatos. Y si quieren, empiezo a dar nombres, con sus correspondientes despachos, cortes de asesores, coches tuneados y parientes colocados por la cara, tanto del PP como del PSOE.

 

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