
Madrid, 2003 Precio:
19,00 € / 3.161 ptas. Páginas: 336 ISBN: 849734135X Formato:
14x21 cms. Cubierta: Cartoné Número
de páginas: 333. ISBN:
849734135X Editado por La Esfera de los Libros,
S.L Avenida de
Alfonso XIII 1, bajos. 28002 Madrid - Teléfono: +34 -912 960
200. Fax: +34- 912 960 206. e-mail: [email protected]
Ver
la cubierta del libro Vuelta
a la información sobre el libro
-
In memoriam de
Adriano, por Fernando Iwasaki (ABC Sevilla,
30/5/04
-
Crítica
en ABC Cultural , por
J. I. García Garzón
(3/11/03)
-
Crítica en El
Cultural de El Mundo, por Román Piña 8/1/2004)
-
"Hablemos de
gatos", por Jaime Campmany (ABC 15/1/2004)
-
"A
los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los
persigue la Bauhaus", entrevista por
Francisco Correal (Diario de Sevilla, 19/10/2003)
-
"Gatos
sin fronteras", por José Angel Barrueco
(La
Opinión-El Correo de Zamora, 22/11/2003)
-
"Miau",
por Ignacio Camacho (
ABC 19/10/2003 )
-
Remo el litergato (La Semana.es,
6/1/04)
-
Antonio
Burgos traza una defensa literaria de los gatos
(Eva Díaz Pérez, El Mundo, 21/10/2003)
-
"Teorìa
del Gato", por José Antonio Gómez Marín (
El Mundo de Andalucía, 25/10/2003)
-
Presentación
del libro en Sevilla (ABC Sevilla,
30/10/2003)
- Antonio
Burgos glosa las virtudes de los gatos
(Europa Press, 29/10/2003)
-
Burgos
se mete en la piel de un gato en su nuevo libro (agencia
Efe, por Vita Lirola)
Correo
Texto de la conferencia "Sevilla-Huelva: gatos
encerrados""
ABC Sevilla, 30/5/04
In memoriam de Adriano
Por Fernando
Iwasaki
www.fernandoiwasaki.com
«Antonio Burgos convoca a todos los
gatos literarios, desde el gato negro de Poe hasta el
Gato con Botas, pasando por el gato Félix y los gatos
refraneros, sin dejar de lado a los escritores con
gato»
Hasta hoy no me
había ocupado del entrañable «Gatos sin Fronteras» (La
Esfera, 2003) de Antonio Burgos, y sin embargo debo
hacer ahora la necrológica de Adriano, su gatico
tarifeño que acaba de morir cuando rompía en flor,
como el magnolio de la avenida Constitución. No es una
frivolidad escribir sobre los animales, pues cuando
uno vive con ellos y dusfruta de sus cariños,
restauramos la Edad de Oro y fundamos nuevos lenguajes
que sólo compartimos con esas criaturas que nos
quieren incondicionalmente. Y si Antonio Burgos dedicó
además «Gatos sin Fronteras» a su finísimo Remo –que
es de la especie «felis callis»-, considero que voy a
glosar la estampa de un personaje literario.
Antonio Burgos ha
conseguido conjurar en su libro el hechizo universal
de los gatos, pues el hombre siempre ha experimentado
una fascinación inefable al contemplar los afelpados
movimientos de esas criaturas misteriosas, ya sea al
pie de las pirámides, sobre las murallas de los
«limes» romanos, en las cornisas de una catedral
gótica, al solano en un callejón del Trastévere o
incluso en un piso de Bami. Oh, los gatos de «La
Carbonería». Antonio Burgos le ha dedicado a los gatos
un libro tan bello como el que Konrad Lorenz le dedicó
a los canes: «Cuando el hombre encontró al perro» (Tusquets,
1975).
En casa siempre ha
habido perros y por supuesto gatos. Mi madre es gatera
y yo crecí escuchando las historias de sus gatos
completos, y nuestro Robespierre –un siamés que no
sabía trepar- vivió más de dieciocho años y sobrevivió
a sus hijas Penélope y Solange. A mi scottish, en
cambio, me lo traje desde Lima hasta Sevilla, donde
aguantó cuatro veranos más, canoso y cascarrabias.
Tras la muerte de Dickens entraron los gatos a mi casa
del barrio de Santa Cruz, porque Dickens nunca superó
el recuerdo de la guasa felina de Robespierre. El de
ahora se llama Whisky y también es gaditano como
Adriano. Y antes habíamos recogido a otra gata en
Sanlúcar de Barrameda, que se hizo famosa cuando salió
en todos los periódicos en brazos del poeta Vicente
Tortajada, quien la adoptó para leerle poemas. Ella es
la única que todavía lo ve.
«Gatos sin
Fronteras» convoca a todos los gatos literarios, desde
el gato negro de Poe hasta el Gato con Botas, pasando
por el gato Félix y los gatos refraneros, sin dejar de
lado a los escritores con gato, como Borges, Hemingway,
Dickens y Churchill. Por eso me gustaría traer aquí la
memoria de Offenbach, el gato londinense de Guillermo
Cabrera Infante, quien aprobaba o desaprobaba la
calidad de las amistades de Miriam y Guillermo.
Guillermo amaba a Offenbach y hasta le dedicó un
primoroso capítulo de su libro «O», donde hay una
reflexión conmovedora: «A través de Offenbach he
podido entender la sencilla vida animal, sus ciclos
vitales y su ausencia de agonía: lo contrario de la
agónica vida del único animal que sabe que se muere».
Es verdad, los
animales no tienen conciencia de la muerte hasta que
presienten que van a morir. Lo supe cuando llevé a
Dickens a recibir la última inyección de su vida. Yo
sé que él lo sabía. Y lo peor es que Dickens sabía que
yo lo sabía, pero se durmió lamiéndome la mano y me
dejó arrasado de remordimientos. Adriano también
intuyó su muerte y a Antonio Burgos le dolió no estar
con él. Los animales no piensan en la muerte, pero la
sienten.
En los Andes
peruanos todas las casas tienen un «Wasitukuy», una
cruz de colores con figuras alegóricas y diminutas
vasijas con vino y agua bendita, que los indios
colocan en los tejados en memoria de sus animales
muertos. Antonio querido, la próxima vez que vaya al
Cuzco te traeré un «Wasitukuy». Y así habrá dos en
Sevilla.
www.fernandoiwasaki.com

"A
los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los
persigue la Bauhaus"
Antonio
Burgos. Escritor y periodista. Pensaba empezar otra
biografía (es biógrafo de Curro y
Juanito
Valderrama) o una obra de creación, pero un gato se
cruzó en el camino. Esa aparición, unida a la
correspondencia suscitada por un artículo felino en
el ¡Hola! lo impulsó a adentrarse en la bibliografía
del gato. Poemas, ensayos, fábulas, de Lorca, de
Borges a un libro de Desmond Morris, el que desnudó
al mono humano.
 |
(Foto
Manuel Gómez) |
FRANCISCO
CORREAL. Diario de Sevilla, 19/10/2003
Gatos sin fronteras es el último
libro de Antonio Burgos. Sevillano, hijo adoptivo de Cádiz,
tiene los premios Mariano de Cavia y Mariano José de
Larra. Mariano Rajoy, dice, ha sido el gran error de
Aznar. "Debió nombrar sucesor a su gato
Manolo". Escribió en Triunfo, la revista en la
que firmaba Manuel Vázquez Montalbán.
-¿Quién es 'Remo'?
-Un gato atigrado y callejero, gato romano de Hispalis
que Isabel se encontró abandonado en la calle. Le podíamos
haber puesto Baygón por su destreza cazando moscas.
-¿Es un gato documentado?
-No creo que haya un animal más literario que el
gato. Su prestigio literario, avalado por los 57 gatos
que tenía Hemingway en su casa de La Habana, por
canciones de Lorca y poemas de Borges, es muy superior
a su prestigio social.
-¿Lo del perro como mejor amigo del hombre es amistad
o amiguismo?
-El perro representa todo lo contrario. Los perros son
para sus dueños lo que eran los agradaores para los
señoritos de Jerez. Mueven la cola en señal de
complacencia, lo que nunca haría un gato.
-¿Cuántos gatos tiene?
-Remo, Rómulo y Adriano. Son gatos de piso. Los
arquitectos son los grandes enemigos de los gatos. Si
en la Edad Media los persiguió la Iglesia satanizándolos,
ahora los persigue la Bauhaus. Mis gatos juegan a
matarse haciendo kárate. A Remo le pusimos Roma
porque creíamos que era una gata.
-'Platero' es un burro que ganó el Nobel de
Literatura. ¿Cuándo se lo darán a un gato?
-Borges no lo tiene, ¿no? Es muy gatuno el premio
Cervantes. Se lo dieron a Umbral, muy de los gatos.
-Si en vez de a 'Remo' le hubiera dedicado el libro a
'Rómulo', igual le dan el Rómulo Gallegos.
-El premio que he recibido con este libro, el más
inglés de todos los que he escrito, es descubrir la
universalidad de la escritura.
-¿Entiende su gato?
-Comprende algunas palabras: pájaro, caramelo,
siesta. No duerme mucho, sólo veinte horas al día.
Una casa se convierte en un hogar cuando hay un gato
dormitando en el sillón más cómodo. No hay mayor
sensación de placidez y antiestrés. Ser gato debe
ser un buen negocio, si como decía Lara un negocio
que no da para levantarse a las once de la mañana ni
es negocio ni es nada.
-¿Es un lince este gato?, se pregunta en el libro. El
gato de 'Ágata ojo de gato' de Caballero Bonald era
un lince...
-Cuando era pequeño, las orejas tan grandes, las
proporciones del rabo. Parecía uno de esos linces que
todos los días sale en los periódicos. Un lince que
se había escapado de Doñana y que había aparecido
en Bami. Desgraciadamente no era un lince, porque Remo
tendría un presupuesto de veinte millones al año
para su dieta.
-¿Los gatos son de derechas o de izquierdas?
-He descubierto una interpretación de la lucha de
clases a través del perro y el gato. El gato es un
animal burgués que hizo la Revolución Francesa para
destronar al perro. Los Reyes sólo se hacen retratos
con perros o con caballos. En la cena del premio
Mariano de Cavia, la Reina Sofía me preguntó qué
estaba escribiendo. Un libro de gatos, Señora. Como
griega que es, sabe mucho de gatos y en el libro hay
una foto en la que aparece acariciando a un gato
callejero en La Habana.
-¿'Remo' prefiere los libros o los periódicos?
-Empezó comiendo papel de periódico, pero sabe que
el que come de los periódicos es su dueño.
-Un perro que te adore, un gato que te ignore. ¿El
hombre, el lobo de Hobbes, es un perro para el gato?
-El gato te obliga a hacer ejercicios espirituales
preconciliares. Ya le puedes dar langostinos de Sanlúcar
o caviar, que nunca te lo agradecerá. Te hace saber
que tienes la obligación de dárselo.
-¿El gato, tigre en miniatura?
-Decía Mark Twain que Dios creó al gato para que el
hombre pudiera sentir el placer de acariciar a un
tigre. Un tigre minimalista, un tigre de la galería
de Pepe Cobo. A diferencia del tigre, el gato es el único
animal que nunca actuará en un circo.
-Se equivocó la paloma del Arca de Noé: pensó que
se la comería un león y se la comió un gato...
-No salen gatos en las Escrituras. Ni en el Viejo ni
en el Nuevo Testamento. Y seguro que en la carpintería
de San José había un gato comiéndose los ratones.
-Su gato Mil Rayas se reencarnó en conejo en un guiso
de arroz.
-Es lo que me contó una de las criadas. Desde
entonces aborrezco el conejo.
-¿Quizá en venganza el lince, primo del gato, acabó
con todos los conejos de Doñana?
-Puede ser. No es descabellado.
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
Burgos
se mete en la piel de un gato en su nuevo libro
El
escritor reivindica a los felinos en "Gatos sin
fronteras. Andanzas y fortunas de Remo"
"Diario
de Jerez" 19/10/2003
 |
Abad/
Foto Efe |
Por
Vita Lirola
Sevilla,
18 oct (EFE).- El escritor y periodista Antonio
Burgos cuenta que recuperó parte de su infancia
el día en que su mujer, Isabel, rescató de la
calle a un gato, al que llamaron Remo, que le
animó a escribir su nuevo libro, que se centra en
el que, a su juicio, es el animal "más
literario" que existe.
"Gatos
sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un
gato callejero" (La Esfera de los Libros)
son trescientas páginas de literatura felina que
Burgos ha dedicado a un animal que, como el toro,
"lo pone a uno en su sitio" ya que el
escritor, monárquico confeso, apunta que
"todo dueño de gatos se siente un rey
destronado cuyo trono ha sido ocupado por la
soberanía popular de un gato".
En
Remo, un gato romano, pardo, de ojos verdes y
elegante que supervisa los escritos de su dueño
desde la atalaya que ocupa en la alfombrilla de su
ordenador, donde le gusta dormitar, el periodista
ve como una reencarnación, "la quinta o
sexta vida" del gato de su infancia, Mil
Rayas.
Este
gato desapareció, robado por el "Hombre del
Saco" en la época no tan lejana en que los
felinos saciaban el hambre que merecía llevar tal
nombre.
Cree
Antonio Burgos, en una entrevista concedida a Efe
en presencia de Remo, que los gatos no están bien
vistos en España por la cultura judeocristiana,
ya que, según recuerda, este felino ni sale en la
Biblia ni aparece en el Nuevo Testamento "a
pesar de que en la carpintería donde nació
Jesucristo seguro que San José tenía un gato
para acabar con los ratones".
"Por
el contrario las culturas paganas, la Grecia y la
Roma clásicas, tomándolo del antiguo Egipto,
divinizan al gato", y por ello "los
pueblos anglosajones, donde es menor el peso de la
cultura judeocristiana, tienen mayor veneración
al gato que en estos pueblos católicos que
arrastran ese estigma de la Edad Media, cuando la
Iglesia mandaba y consideraba al gato compañero
de las brujas en los aquelarres e imagen del
Demonio".
Los
gatos, según Burgos, que en su nuevo libro ofrece
hasta un análisis felino y humorístico de la
Historia, son animales profundamente burgueses que
hicieron la Revolución Francesa "hartos de
que los nobles y los reyes, cuando se pintaban un
cuadro nunca se retrataran con un gato, siempre
con un caballo o con un perro".
El
Romanticismo, explica el escritor, reivindicó al
gato, que "fascina por su sentido de la
independencia y de la libertad: cada gato es como
San Martín y Bolívar en una sola pieza",
además de por su "belleza, armonía,
elegancia y serenidad".
"Todos
los que odian a los gatos es porque fueron ratones
en su vida anterior", ironiza citando un
proverbio alemán, si bien Burgos confiesa que, a
raíz de la publicación de su libro, está
"descubriendo a muchos gateros que están
saliendo del armario", así como a "gatófilos
ilustres hasta debajo de las piedras", cuando
"al gato precisamente le faltaba eso,
prestigio literario y prestigio social".
Dice
el autor que en este mundo todo sirve para algo y
en las casas en las que vivimos que ya no hay
ratones como en los pueblos o en el campo, por lo
que el gato no sirve absolutamente para nada,
"en todo caso coge alguna mosca de vez en
cuando, pero su función de insecticida es a lo
más que llega este viejo cazador".
Con
sus "Gatos sin Fronteras" espera
"ampliar el cupo de gateros y convencer a mis
lectores de que cada vez que alguien quiera matar
a un gato, o más bien asesinar a un gato, porque
detrás de esos ojos tiene que haber un alma, como
decía un poeta, que lo adopten".
Antonio
Burgos ha descubierto en su gato Remo
"sentimientos de solidaridad que creía
exclusivos del hombre", especialmente
después de que su familia haya sido adoptada por
otros dos mininos, Rómulo y Adriano.
Explica
sus nombres tan clásicos porque "sin Roma,
que nos dio el Derecho, la lengua y los gatos no
se comprenderían muchas cosas" y añade sin
dudarlo que "el próximo, será
Trajano". EFE
vl/vg/ero
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
Crónicas
Profanas: Miau
Por Ignacio Camacho -
ABC 19/10/2003
Decía
el gran Saint Exupèry, por boca de su encantador
principito de las estrellas, que cada uno es
responsable de lo que ha domesticado (apprivoisé). A
un ciudadano alemán lo han procesado por enseñarle a
su perro, de nombre Adolf, a hacer con la pata el
saludo nazi. Adolf y su dueño tenían la costumbre de
pasear por las calles levantando las extremidades al
modo de las SS, vestido el amo además con toda la
parafernalia al uso. Como en la República Federal de
Alemania no existe ningún complejo a la hora de
empapelar a alguien por apología del nazismo, sus
vecinos han denunciado al ostentoso nostálgico y
hasta están dispuestos a reeducar al can, que por
cierto es pastor alemán... pero no de pura raza, para
mayor escarnio del fanático ario. Las comparaciones
son odiosas, pero los tribunales de los «landers» no
desobedecen las leyes federales, como ocurre en
ciertos lugares más cercanos cuando se trata de
procesar a los apologetas de otra clase de dictadura
etnicista.
El agresivo tardohitleriano no habría podido exhibir
sus dotes amaestradoras si en vez de un perro hubiese
tenido un gato. Como señala Antonio Burgos, revelado
como un maestro de la fenomenología gatuna, nadie ha
podido domesticar a un minino ni apacentar un rebaño
de gatos, que son, en su infinito egoísmo, el
paradigma de la libertad individual. Burgos acaba de
publicar todo un tratado («Gatos sin fronteras») en
el que se lleva al agua de su fina literatura el gato
del existencialismo cotidiano, y con el pretexto de
reivindicar el romanticismo casero, rozador y mimoso
de los felinos ha retratado toda una galería de
personajes y situaciones con la que construir un
hermosísimo fresco sentimental. El eterno truco de la
anécdota y la categoría, elevado al rango ramoniano,
albertiano y borgiano de la parábola, la greguería y
la paráfrasis, un reto del que Burgos sale airoso y
desafiante con el orgullo de los gatos sin escaldar,
alzando el lomo brillante de su excelencia literaria.
En el tratado gatuno de Burgos, el organista que ha
trocado las teclas del instrumento por el teclado del
procesador de textos, no salen los gatos en la barriga
que tiene su paisano Felipe González, que desde que
perdió las elecciones pasea una mirada vidriada por
los cristales del rencor. Los gatos que maúllan en el
interior del expresidente salen a pasear cada vez que
su dueño abre la boca para infamar al Gobierno que le
quitó el poder sin que haya podido asimilarlo.
González, que en su momento se apropió del
pragmatismo chino ?«gato blanco, gato negro, lo
importante es que cace ratones»? para justificar su
desapego a los principios de la ideología, derramó
esta semana ampollas de veneno en un acto de homenaje
a Barrionuevo, Vera y otros selectos espíritus
bienhechores injustamente condenados por mandar
secuestrar a un ciudadano y meter la mano en la caja
de los fondos reservados. Barrionuevo se compara con
Hernán Cortés, José Antonio y Grimau como víctimas
de la injusticia histórica, y Felipe se limita a
exhibir su indisimulada inquina contra Aznar, que en
vez de gatos tiene unos cockers aficionados a morder
los calcetines de las visitas. Gato viejo y resabiado,
González parece no darse cuenta de la poca justicia
que se hace a sí mismo, a su talento de estadista y a
su antiguo magnetismo carismático, al comportarse
como un minino caprichoso, enfadado por la dura
evidencia de que este país se levanta cada mañana
sin pensar en él. Pero ya no cuela el gatuperio.
Subir
al comienzo de esta página
Vuelta
a la información sobre el libro
Antonio
Burgos traza una defensa literaria de los gatos
EVA
DIAZ PEREZ El Mundo (21/10/2003)
SEVILLA.-
Antonio
Burgos sorprende en su último libro con el más
inesperado de los protagonistas: su gato, un ejemplar
de gato romano, gato de piso y, por tanto, ex
callejero, llamado Remo Romano de Híspalis.
Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un
gato callejero (La Espera de los Libros) es un libro
que se adentra en los raros campos de la zooliteratura.
Una enciclopedia sentimental del gato o una historia
novelada del mundo visto con los ojos de un gato.
«En nuestra cultura
judeocristiana, el gato es un animal impuro.No sale en
la Biblia, y en la Edad Media es asociado con el mundo
de las brujas y los aquelarres. Todo cambia a partir
de la Ilustración, donde hay una clara reivindicación
laica y civil del gato. De igual modo que sucede con
la gran rebelión literaria del romanticismo»,
explica Antonio Burgos, columnista de EL MUNDO y autor
de obras como Andalucía, ¿Tercer Mundo?, Las cabañuelas
de agosto o Jazmines en el ojal.
Burgos hace una
defensa literaria del gato a través de Remo, ese
felino que lo adoptó a él como mascota humana un día
de invierno de 2002. En los meses de preparación de
este singular libro, Antonio Burgos ha rescatado
muchas historias de gatos insignes, como White Heather,
la gata persa de la Reina Victoria de Inglaterra;
Kitten, el gato del presidente John F. Kennedy; o
Socks, el que también deambulaba por la Casa Blanca
en tiempos de Clinton.
Junto a estos
aristogatos, hay otros gatos de la raza de los
literagatos, a la que pertenece Remo, el gato de
Antonio Burgos, que tiene la rebeldía caprichosa y
sibarita de los gatos poetas, como Karoun, al que
Cocteau dedicó su libro Drôle de ménage, o como
Odin y Beppo, mascotas de Borges.
Rebeldes y ácratas
Precisamente,
este último es uno de los autores que ha dedicado más
hermosas páginas a los gatos, animales literarios
gracias a su carácter rebelde, ácrata y jacobino. «Es
absolutamente falso que el gato sea un animal
domesticado. Sigue siendo libre. Nadie es dueño de un
gato. El gato es la criatura más libre del mundo,
libertad que ha obtenido sin necesidad de revoluciones
ni de guerras», afirma Burgos.
En esta indagación
humorística sobre el gato, Antonio Burgos no olvida
lo que de elegíaco puede tener un gato. Para él, lo
es por pura definición biográfica. Y tiene -o más
bien tenía- un nombre, Mil Rayas, el gato de su
infancia.
«A Mil Rayas se lo
llevó un día el hombre del saco y, desde entonces,
no me he curado de ese trauma infantil. Mil Rayas era
un gato de la posguerra, con todo el hambre que había
en la posguerra, cuando en los corrales de vecinos se
cazaba a los gatos para comerlos. Yo creo que Remo es
como una reencarnación de Mil Rayas, por lo de las
siete vidas».
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página

TEORÍA
DEL GATO
José Antonio
Gómez Marín (El Mundo de Andalucía,
25/10/2003)
Antonio Burgos ha
escrito un libro sobre gatos. No un libro cualquiera
sino uno tan excepcional que me atrevería a llamarle
"El libro de los gatos" si no fuera porque
ese título es un clásico en la aurora de nuestras
letras. No es de fácil clasificación, ni falta que
le hace: es historia y literatura, sociología y arte,
crítica de la civilización (de las civilizaciones) y
psicología de la ‘Gestalt’ aplicada a al gato
mismo, al dueño del gato, a sus amigos y enemigos.
Una idea señorea ese libro: hay dos tipos básicos de
sociedad histórica, el uno, tradicional, agrario y
aristocrático; moderno, burgués y urbano el otro. Y
según Burgos, el tótem del primero es el perro como
el gato lo es del segundo. Por eso el retrato –ese
protocolo inagotable—no registra gatos pintados y
sí muchos perros, perros reales, con perdón, perros
nobiliarios, gozques falderos, lebreles cazadores,
galgos o podencos. Claro que, por encima de esa
historia profana, hay otra sagrada: el gato fue
divinidad en Egipto pero encarnación demoníaca en el
ámbito cristiano, y por eso campó por sus respetos
en lo antiguo mientras que durante la Edad Media fue
talismán de brujas y ruina de sus dueños. La teoría
de Burgos es que al gato lo redime, por decirlo así,
su funcionalidad, el beneficio que su celo reporta al
troje o a la cilla, su impagable servicio en la guerra
contra la rata en una sociedad en la que la peste
asomaba cada equis años y se llevaba por delante, a
lo peor, a seis de cada diez pecheros. Pero se redime
sin doblegarse. Dice Burgos que el gato no se ‘domestica’
nunca sino que se acomoda junto al hombre, más bien
se apropia del territorio de éste como un precarista
desahogado y sin complejos contra el que no valen
desahucios como no valen halagos. Si Noé lo metió en
el Arca sería porque le dio algo, sostiene Burgos. Y
yo lo creo.
---
No seré yo quien les
destripe esta obra que es sustancia narrativa, ensayo
zoológico, escarceo de sociología parda o historia
heterodoxa. Los historiadores franceses inventaron eso
de "lo real maravilloso" para dar cabida a
estas realidades y a estas teorías cimarronas, nada
académicas, que hacen patria en los tejados de la
imaginación y maúllan a la luz de la luna tentando a
la prójima. Burgos censa gatos famosos o famosos con
gato, desde Chateaubriand a Lorca, de Borges --¡qué
poema reproduce!-- a Wilde, pasando por Gautier,
Carlyle, Mark Twain o Dickens. Recuerda que el padre
de Cleopatra –Cleopatra significa precisamente ‘gloria
del padre’—no evitó que el pueblo linchara a un
legionario que había matado un gato. Retrata a los
gatos testigos del poder, rorros de Richelieu o de
Roossevelt, de De Gaulle o de Clinton, gatos de la
Moncloa que heredó Aznar de González --se le ha
olvidado, ay, el gato de Lenin—y descubre el cisma
íntimo entre un Rey castizo y velazqueño y una reina
helena y anticuaria, cisma duplicado especularmente en
el que vive en la Moncloa el matrimonio inquilino. Y
habla de "Mil Rayas", el suyo infantil -- a
cuyo conjuro comparece el recuerdo del niño, la
sombra del padre, el sueño del hogar—cervantinamente,
como en una novela dentro de un cuento, preñada y
tierna matrioska de la memoria. Pero no les
destriparé ese libro, ya digo. Hay en él una noble
insistencia en esa libertad irreductible del gato que
linda con la insolidaridad, en esa acracia felina que
se afila las uñas en las patas del sillón Luis XV e
inventa un juego devanando la alfombra de nudos. En su
entusiasmo, Burgos entrevé una Historia paralela en
la que los gatos urden su Ilustración y se
encasquetan el morrión republicano para hacer la
Revolución Francesa cantando una Marsellesa gatuna:
"Allons les chats de la Patrie…". No en
plan esópico, nada de fábulas: en ‘verídico’,
que es un raro dialecto literario. Su gato,
"Remo", no se lo agradecerá, como él sabe
bien. Estas epopeyas no se escriben para halagar al
tirano sino para aclarar la verdad. Ahí está
Suetonio.
JOSE ANTONIO GÓMEZ MARÍN [email protected]
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
ABC Sevilla, 30/10/2003
Antonio
Burgos elogia al gato como «un monumento a la
independencia»
La
presentación corrió a cargo de Carmen Tello y
el periodista Jesús Quintero, en un concurrido
acto que tuvo lugar en el Museo de Carruajes de
Sevilla
J.
MORILLO
SEVILLA. Dicen,
con razón, que Antonio Burgos sabe mucho de
periodismo. Entre otros premios de articulismo,
ha ganado el Mariano de Cavia y, hace algo más
de una semana, el Romero Murube que convoca ABC
de Sevilla. Lo que no estaba tan claro, al menos
hasta hace poco, era que también sabía un rato
de gatos. La prueba: «Gatos sin fronteras.
Andanzas y aventuras de Remo, un gato callejero»
(La Esfera de los libros).
Remo es su
gato, bueno, uno de los tres que viven en su
casa, aunque cronológicamente el último que ha
recogido de la calle y al que por lo visto salvó
la vida cuando los niños de su barrio iban a
ahorcarlo.
Posiblemente,
por las vivencias con su gato y para contribuir
a enmendar la mala fama que han tenido históricamente
estos animales, el periodista sevillano ha
escrito este libro, que ayer presentó en el
Museo de Carruajes de Sevilla, en compañía de
Carmen Tello y el periodista Jesús Quintero.
Hasta allí se
desplazó numeroso público, entre los que se
contaban el vicepresidente segundo del Gobierno,
Javier Arenas; el delegado del Gobierno, Juan
Antonio Zoido; el Jefe de Policía Nacional de
Andalucía Occidental, Antonio Bertomeu; la
Duquesa de Alba, Curro Romero, María Teresa
Campos, Juan Valderrama, Dolores Abril, José
Luis Montoya, María Teresa Campos, la popular
Amalia Gómez, el adjunto al director de ABC de
Sevilla, Ignacio Camacho; Los del Río, el
director de Fibes, Felipe Luis Maestro; el
director del Aula de Cultura de ABC, Fernando
Iwasaki, y el presidente de honor de la CEA,
Rafael Álvarez Colunga.
Carmen Tello
fue quien abrió el turno de intervenciones,
quien definió a Antonio Burgos como «sevillano
por los tres costados, ya que el cuarto es
gaditano por adopción» y recomendó la lectura
de un libro del que dijo que «no hay edad que
no pueda leerlo».
Por su parte,
Jesús Quintero alabó la sagacidad del
periodista: «es tan listo que ha conseguido que
un ratón colorao presente un libro sobre gatos»,
animal que calificó como «individualista como
los andaluces». Según Quintero, «si los gatos
fueran agradecidos, que no lo son ni falta que
les hace, le harían un monumento a Antonio
Burgos por este libro».
Antonio Burgos
tuvo palabras para su Remo al comienzo de su
intervención, al que excusó al decir que, «como
es un gato educado y burgués, me ha dicho que
les presente sus disculpas, pero hoy ha dormido
muy poco, solamente veinte horas».
El periodista
sevillano alabó la independencia de los gatos,
para lo que recordó una máxima de Garfield, el
felino más famoso de la historia del comic. Y
es que al contrario de tigres, leones, osos,
pulgas, chimpancés..., «los que nunca hemos
hecho el imbécil en un circo somos los gatos».
Burgos agradeció
la presencia de Javier Arenas en la sala, del
que dijo que estaba «en representación de
Manolo y Margarita, los gatos de la Moncloa. Y
es que Aznar tendría que haber nombrado, en
lugar de Rajoy o de Arenas, a Manolo como
sucesor».
El periodista
también tuvo palabras para Carmen Tello, al
recordar que en el antiguo Egipto «los gatos más
maravillosos vivían al lado de los faraones. Mi
gato remo me ha dicho que Carmen Tello es como
una nefertiti de ahora que acompaña con su amor
al faraón de Camas».
El acto terminó
con una entrevista improvisada entre Quintero y
Burgos, donde el periodista definió al gato, en
divertida charla, «como un monumento a la
independencia».
Vídeo
de Europa Press-Yahoo sobre el acto de presentación
del libro (Sevila, 29/10/2003)
|
|
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
|
Antonio
Burgos glosa las virtudes de los gatos
EUROPA
PRESS (El Mundo de los Libros,
29/10/2003)
El
libro 'Gatos
sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato
callejero' ' de Antonio Burgos (Esfera de los
Libros Ediciones) narra las vida de un gato en
particular, Remo, una de las mascotas
"humanas" del escritor sevillano. Con esta
obra, Burgos se declara "relaciones públicas
de todos los gatos del mundo" para acabar con
la "mala prensa que soportan", según apuntó.
En
este sentido, Burgos emprende "una defensa
literaria del gato" y propone recuperar el
prestigio que en épocas como la romana tenía este
animal, "como describía Alberti en 'La arboleda
pérdida'" y con ello "desterrar la visión
judeo-cristiana que inmiscuía a los gatos en prácticas
como aquelarres y brujerías y, a su vez, los
declaraba impuros".
Como demostración de
esta visión del autor, Burgos expuso que en su obra
aparece una versión "libre" del pasaje 'El
Buen samaritano', donde "ahora es Jesús quien
recoge a un gato de la calle", una interpretación
que, como matizó el autor, "no aparece en las
Sagradas Escrituras".
Para Burgos, en la
actualidad continúa "satanizada" la figura
del gato por esta concepción y se valora más a los
perros, situación que ironiza el autor indicando que
"cuando los veo con sus dueños por la calle, a
veces, no sé quién pasea a quién".
Por otra parte,
Burgos calificó al gato como "el mejor acompañante
de un escritor" porque otorga "una lucidez
importante al escribir" y destacó los ejemplos
de figuras como Borges, García Lorca, Elliot, Huxley
o Hemingway, quien albergaba en su casa más de 50
gatos. En este sentido, Burgos apuntó que "he
sustituido la alfombrilla del 'ratón' de mi ordenador
por mi gato Remo" quien "corrige con su
mirada todo lo que escribo".
Los gatos de
Burgos
Remo, el protagonista
de 'Gatos sin Fronteras', apareció en la vida del
autor "una mañana que lo recogió de la calle mi
esposa Isabel" y desde entonces, ha
"rejuvenecido" al escritor.
Este gato le hace
recordar a Burgos al "leonado Milrayas", el
gato de su infancia y también su desaparición que,
como comenta el autor, "se produjo en los
'tiempos del hambre' cuando se lo llevó para guisarlo
el 'hombre del saco', que era lo que entonces se decía".
Burgos subraya que,
desde la llegada de Remo, "hemos instaurado en
casa una ONG de gatos" a la que denomina
"colonia gatuna hispalense" y a la que se
han incorporado "Rómulo, el 'hermano' de Remo,
que lo recogimos cuando lo maltrataban en la calle
unos niños y Adriano, que lo salvamos en Tarifa (Cádiz)
cuando unos cocineros le iban a dar lo denominado como
un 'paseo'", situación que le hizo recordar a
Burgos la "España de 1936".
Comienzo de una
saga
Burgos adelantó que
continuará con la temática iniciada con 'Gatos sin
fronteras' y argumentó que trabajará en este propósito
porque la compañía de un animal le parece "un
claro indicativo de la civilización de las
sociedades". En este punto, Burgos avanzó que
recopila información por correo electrónico de dueños
de gatos de todo el mundo para conformar su próximo
libro, como la de "un gato hemipléjico,
Pastorras, que logró andar gracias a sus dueños".
Especialmente, el
autor mostró su interés por escribir acerca de
"los deportes olímpicos de los gatos", que,
como enumera Burgos, son "esconder medias de señoras,
beber a morro del grifo de la cocina o acercarse a la
mesa cuando está preparado el pescado".
En cuanto a la
presentación de su libro 'Gatos sin fronteras',
Burgos indicó que se lo pidió a Carmen Tello
"por ser la gata del Faraón de Camas", en
referencia al prestigio que tenían los gatos para los
faraones en la Antigua Egipto, y al periodista Jesús
Quintero "como perro verde y ratón colorao'".
Antonio Burgos nació
en Sevilla en 1943 y ha sido premiado con el premio
'Almenara', entre otros. En la actualidad publica sus
artículos en el diario El Mundo y colabora en el
programa Protagonistas de Onda Cero Radio. Entre sus
obras destacan 'Las cabañuelas de agosto' (premio
Ateneo de Sevilla), 'El contrabandista de pájaros'
(premio Ciudad de Marbella) o 'Mirando al mar soñé',
entre otras. Autor de canciones clásicas como las
'Habaneras de Cádiz', es miembro de número de la
Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
ABC Cultural (3/11/03)
ANTONIO
BURGOS: "GATOS SIN FRONTERAS"
J. I. García
Garzón
Con total propiedad,
puede decirse que Antonio Burgos, recién galardonado
con el Romero Murube, ha escrito un encendido alegato,
una rendida gatomaquia de fervor felino. O mejor, que
la ha escrito su gato, pues a Remo Romano de Híspalis,
que así se llama el monarca de cuatro patas que ha
adoptado al escritor y a los suyos como familia de
compañía, se debe, como aclara el escriba, algo más
que la inspiración: el dictado de la obra.
En su siempre nutricio Diccionario de símbolos,
asegura Juan Eduardo Cirlot que en Egipto se asociaba
a los gatos con la Luna y que eran animales
consagrados a las diosas Isis y Bast, esta última
protectora del matrimonio. Y a Bast, nombrada como
Bastet, alude el oficiante de este rito gatuno cuando,
en el paseo que realiza por historia y anécdotas del
universo minino, menciona las necrópolis egipcias de
Bani Hassan, Saqqara y Bubastis, con enterramientos
exclusivos para estos felinos domésticos.
En un itinerario guiado por los dioses del humor, la
amenidad y la ternura, Burgos enhebra, al hilo de la
narración de cómo Remo, cachorro y aterido en medio
de un diluvio, decidió adoptar precisamente a esa
familia, la historia de los gatos que ha conocido,
como el Mil Rayas de su infancia o el Fernández de su
amigo Josemi, y los gatos que se han asomado a la
historia, como el reciente Socks de Bill Clinton, el
Nemo que reinaba en el 10 de Downing Street en tiempos
de Harold Wilson, el Jock que motivó que Churchill
afirmara que «los gatos nos miran como sus súbditos»,
Suzi, la gata que llevó a África Albert Schweitzer,
los múltiples micifuces de Hemingway, el Beppo
cantado por Borges, o Manolo y Margarita, la pareja
gatuna aposentada en el palacio de La Moncloa... Una
deliciosa lectura en la que, provechosamente, el autor
nos da gato por liebre.
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
La Opinión-El Correo
de Zamora, 22/11/2003
Escrito en el viento
Gatos sin fronteras
JOSE ANGEL BARRUECO
Hablaba ayer de los gatos de la ciudad, del insomnio, y de cómo terminé la lectura de un exquisito, divertido y necesario libro de Antonio Burgos, "Gatos sin fronteras", a medio camino entre el libro de memorias, la fábula, la Historia, la novela y el diario. Un título sorprendente y que ya era hora lo escribiese alguien, como desagravio a la mala fama de los gatos y como recetario o manual imprescindible para quien quiera aprender de los felinos de la mano de quien mejor los conoce: quien ha convivido con ellos. Una tarde merodeaba por la sección de noticias sobre cultura de algún periódico en edición digital, y tuve la suerte y la sorpresa de hallar una crónica o reportaje sobre el libro que acababa de publicar Antonio Burgos. "Trata de gatos", me dije. "Por fin alguien se ha atrevido". Luego entré en la extensa y muy rigurosa página web del escritor, con ánimo de informarme más.
Había leído en ocasiones algunos de sus artículos, pero nunca me había topado antes con aquellos que tratan de los gatos, fueran suyos, de Cádiz, de Sevilla o del mundo. Leí con la fe de quien ama a estos animales-dioses un par de artículos. Y me pareció como si encontrara a un extraño hermano de cofradía gatuna, alguien que osaba juntar las letras y los gatos en un periódico. Hasta entonces, sabía que acaso sólo Umbral tocaba el tema de vez en cuando, para hablarnos de su gata o de los felinos de Madrid. Rebuscando entre mis viejos artículos compruebo que he derramado mucha tinta para consagrar letras a los gatos que rondan nuestro cementerio, a los gatos de Semana Santa asustados por el barullo que rompe la monotonía y la calma de la ciudad, a los gatos que uno encuentra abandonados por ahí. Creí que estaba solo en la empresa, y que probablemente algunos lectores pensaban que había perdido ya el juicio al escribir sobre estas joyas de cuatro patas ("El más pequeño gato es una obra maestra", dijo Leonardo Da Vinci y leemos en "Gatos sin fronteras"). Los artículos de Burgos y su libro, indispensable para toda persona con fervor gatuno, me sirvieron para hermanarme con quien, en palabras del propio autor que no hallarán en el libro, "ejerce en nuestros días de sacerdote laico en el culto a la felina Bastet".
"Gatos sin fronteras", subtitulado "Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero", va camino de la tercera edición, y sus ventas han sorprendido incluso a los responsables de la editorial, acaso ignorantes de que en España hay mucha afición por el felino. El libro recorre, en un tono ameno y entreverado de exquisita prosa, las peripecias, las filosofías y los lances de un gato callejero y atigrado que convive con Antonio y su mujer desde que lo hallaran en el portal de casa, empapado de lluvia y afilado por el hambre. No todo compañero de gato (los amantes de la especie sabemos que ellos nunca tienen dueño, si acaso siervo o compañero doméstico que camina a dos patas) sabe observarlo como es debido. Antonio Burgos ha sabido hacerlo. Uno gana muchas horas viendo los movimientos de estos animales, sus múltiples y habilidosas hazañas y virtudes, sus egoísmos y estrategias de caza, sus usurpaciones de nuestro sillón favorito. Y el autor de este libro ha obtenido una lección maestra de su Remo, y le ha regalado unas páginas memorables donde, además de consignar las observaciones y las aventuras sibaritas de su gato, recopila algunos datos históricos: los gatos que acompañaron a monarcas, presidentes, poetas o literatos, su devenir a través de los siglos, desde que fueran dioses en el Antiguo Egipto y emisarios del mal en la Edad Media hasta nuestros días, y los poemas y frases que les dedicaron.
www.kankel.da.ru
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
La Semana.es -
Martes, 6 de Enero de 2004
Remo el litergato
Cristina Campo de Pablo.-
Las aficiones de Remo
apenas se diferencian de las de un felino más. Le
gusta esconderse en las faldas de las señoras y
aparecer por la cocina mientras se está preparando
pescado. Pero la devoción de su dueño, Antonio Burgos,
hacia su carácter liberal y rebelde le han llevado a
convertirse en el protagonista de su última obra,
Gatos sin Fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un
gato callejero.
Burgos crea una nueva raza de animales: los
literagatos, con la que pretende, según declara,
"desterrar la visión judeo-cristiana que inmiscuía a
los gatos en prácticas como aquelarres y brujerías y,
a su vez, los declaraba impuros". Con este fin, Burgos
crea un mundo desde los ojos de su gato Remo, quien,
según dice el propio autor, le adoptó a él como
mascota humana en el invierno de 2002. De este modo,
el lector se sumerge en una enciclopedia sentimental
del gato, en la historia del mundo desde el punto de
vista felino.
Para escribir esta indagación humorística sobre el
gato, Antonio Burgos ha rescatado las historias de
mininos tan insignes como Kitten, el gato de J.F.
Kennedy, o White Heather, la gata de la Reina Victoria
de Inglaterra.
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
El Cultural de El Mundo,
8/1/2004
Antonio Burgos está enamorado de su gato Remo y
nos lo cuenta sin pelos en la lengua en este libro.
Esta generosa semblanza de un gato se ha escrito como
un tratado alocado y por fortuna poco riguroso.
Comprendemos que el gato en cuestión, que el autor
creyó gata al principio, llega a la vida del
columnista y humorista como la reencarnación de un
gato de su infancia llamado Mil Rayas, y que su
condición de resucitado invita a apasionados
panegíricos.
Si el lector tiene un gato recogido de la calle, sin
pedigrí, como es Remo, simpatizará con el
retrato del felino. De hecho este libro nace de la
convicción del autor de que todos los adoptadores de
gatos callejeros están encantados de su suerte,
felices de haber descubierto que un gato no se posee
ni se domestica. Un gato es un dios camuflado de estos
tiempos impíos. Es la quintaesencia del instinto fino
y la elegancia a cuatro patas.
El gato para Burgos se convierte en religión, en lente
por la que mirar el mundo. Los gatos de raza o de
campo no merecen tanta admiración como los de piso. A
Nueva York le faltan gatos. Lees y te sientes
desgraciado de no tener un gato en la butaca de al
lado, descuartizándola. Casi te convence Burgos de que
puedes quererlos, hasta que te enteras de que acaban
comiéndosete el caviar o el mousse de salmón. Entonces
te das cuenta de que el gato perfecto es de ficción,
como Garfield, o de peluche, como el de la madre de
Burgos.
Lo mejor de Gatos Sin Fronteras es que está
escrito con ese sentimentalismo desaforado y cómico, y
que es un ejercicio entrañable de romanidad. Gatos que
merecen “hacer sus cosas” en la arena del Coliseo.
Como al gato, a Antonio Burgos deberían dedicarle un
monumento en Roma.
Román PIÑA
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
ABC, 15 enero 2004
Hablemos de gatos
Por Jaime Campmany
ANTONIO Burgos tiene
un gato que incluso le permite vivir en su casa y de
vez en cuando le deja usar el ordenador. Otras veces,
no, porque se le queda acostado encima del teclado. O
sea, que no ha tenido más remedio Antonio que escribir
un libro de gatos. Si yo tuviera un gato le pondría de
nombre Apeles, como aquel cura que salía tanto en la
televisión y como el hermano de Carod-Rovira, el
bienpagao. Dice Burgos que
a ese Apeles Rovira se lo
podría ligar Yola Berrocal. Seguro que esa ha sido una
ocurrencia del gato, que los gatos son muy
observadores, y en cuanto ven a Yola Berrocal ya saben
lo que busca.
Pero yo no puedo
tener un gato porque Daphne no lo soportaría, y Daphne
es lo primero para mí. Las dos personas de mi casa que
más me aman son mi suegra y Daphne. Para librar a
Daphne de las garras del gato tendría que convertirla
en laurel, que es lo que hizo Zeus con la Daphne
primera para que no se la tirara Apolo. Mi hija Laura
tiene una gata desconfiada y presumida, llamada
Holanda. Un día la gata tuvo la atención de llevarle a
la cama un pajarillo muerto, y mi hija escribió un
poema muy tierno. Yo prefiero a Daphne, que es una
maltesa blanquísima y fidelísima, que no mata a nadie
y que ha alcanzado la gloria de que la retrate Goya.
El grave problema de
preferir a los gatos o preferir a los perros es muy
anterior al de la preferencia política de izquierdas o
derechas. Cuenta Manolo Alcántara que una noche que se
discutía sobre ese viejo e intrincado asunto, alguien
dijo: «Yo prefiero los gatos porque no conozco ningún
gato policía». Es un juicio injusto, sobre todo ahora,
pues, según el ministro Acebes, ha descendido el
número de delitos, y eso será, creo yo, mérito de los
policías. Rodríguez Ibarra es un gatazo travieso y
arañador al que Rodríguez Zapatero quiere limarle las
uñas. Un gato leonés limándole las uñas a un
extremeño. Pues ya tenemos ahí otro conflicto de las
autonomías. Maruja Torres es una gata de mala leche,
uñas de tejado solitario y maullido menesteroso, que
se ha puesto a decir que todos los votantes del PP son
unos hijos de puta.
El gato de Antonio
Burgos, además del ligue entre la Yola y el Apeles, se
ha inventado una palabra: «Meuyermá», que es la
traducción al catalán del andaluz «Mienmano». Hay
gatos por todas partes. Anasagasti, por ejemplo, tiene
los gatos en la barriga, y sus gatos le han dicho a
Rodríguez Ibarra que les den a los vascos la
independencia de una vez y así se le quitará el dolor
de cabeza. Anasagasti es un gato peinado por
Llongueras, y siempre tiene en la cabeza un dolor en
forma de ensaimada. Arzalluz es un gato que se dejó al
morir Sabino Arana y acaba de decir que ahora, al irse
de la presidencia del PNV, se va a dedicar a hacer el
ronrón. Se va a convertir en un gato de la Doña
Estefaldina valleinclanesca. Antonio Machado, según
don Ramón María, fuera pastor de mil corderos y de
leones a la vez. La única persona que yo conozco capaz
de hacer eso con perros y gatos es Gustavo Pérez Puig,
pero se ha topado con una gataza rojales llamada
Alicia, otra Maruja Torres, que lo ha echado de casa.
Vuelta
a la información sobre el libro
Subir al
comienzo de esta página
Avance
de las primeras páginas del libro
Anticipo
del libro en el "Magazine" de El Mundo,
28/9/2003 Capítulo "Y Dios creó
al gato" (con ilustraciones del libro)
Comentario
del libro por José Luis Montoya, en ABC de
Sevilla (8/10/2003)
"Gatos
sin fronteras" en el sitio de Internet de La
Esfera de los Libros (noticias, informaciones y
críticas)
Recomendado
por Veterinaria Org
Reseña
sobre el libro en la revista "Gatomaquia"
"Gatos sin
Frontera" en Plata y Oro
"Gatos
sin frontera" en "El Gato en la
literatura"
Remo
tiene su propio sitio en Internet: "Los
Gatos Contados por Sí Mismos"
Textos
de A.B. sobre gatos, perros y otros maravillosos
animales
ANTERIORES
LIBROS DE ANTONIO BURGOS
Compra
de libros de Antonio Burgos por Internet (El Corte
Inglés Libros)
Compra
de libros de Antonio Burgos en La Casa del Libro
|
|
|