Borrell es un metal
pesado
A ver si me entero, que como
soy de pueblo y vivo en provincias, nunca sé lo que es políticamente correcto. Así que
el premio de la crítica del Debate del Estado de la Nación ha sido, como siempre, para
Julio Anguita. Si en España sólo tuvieran derecho a voto los cronistas parlamentarios,
Anguita tenía mayoría absoluta, y yo estaría encantado, porque no nos hubieran metido
en Europa sin preguntar ni le hubieran hecho la peseta a la peseta con este triunfalismo
de nauseas de cambiar la peseta. Antes del premio de la crítica, parecía que el éxito
de Borrell iba a ser como el taquillazo del Titanic. Pero lleva en su orgánica
rociera a un tío con tan mal bají, que ése es capaz de volver a hundir el Titanic,
como lo ha hundido. La clave, a ver si me explico bien desde el claro rincón de la
provincia, ha sido Barea. Barea no sólo hace que Aznar pegue el petardo, sino también
Borrell, ¿a ver si Barea va a tener tan mal bají como el otro que nombrar no quiero,
porque se rompe la rotativa mientras esté imprimiendo este papel? Este Barea podría ser
perfectamente comisario europeo. Es de estos señores que no ha elegido nadie en las urnas
pero mandan una jartá y toman decisiones que afectan a lo más íntimo de nuestra vida,
verán ustedes cuando venga la próxima directiva europea sobre calzones blancos y bragas,
la que se va a liar...
Como soy de provincias, yo me
creía que las filtraciones de metales pesados se habían producido sólo en la presa de
Aznalcóllar. Por lo que veo y por cuanto Borrell se repite más que un mal gazpacho,
deduzco que la filtración de los papeles de Barea ha sido también de Aznalcóllar. Con
la perra que ha cogido con el agujero de la Seguridad Social, Dios, qué perra, Borrell ha
resultado ser también un metal pesado, capaz de aburrir hasta a las cigüeñas. ¿Qué
digo metal pesado? Metal pesadísimo. Metal coñazo, que le dicen los técnicos que han
determinados que todas esas filtraciones vinieron, en efecto, de Aznalcóllar por lo
pesadas que son.
No
era Filschler, era Aznar
En Cataluña no existe un solo
olivo. Eso del aceite de Borjas Blancas es más falso que los zarcillos de La Contenta,
que eran de serpentinas, o que los papeles de Borrell en el debate. En Cataluña no hay
olivar. Porque si todo el olivar se echó a la calle, ¿por qué en Cataluña los
aceiteros de Borjas Blancas no movieron un dedo? Qué pregunta más tonta... En Cataluña
no hubo manifestaciones a favor del olivar porque en Cataluña hay una autonomía donde no
manda el PSOE. Las manifestaciones fueron clamorosas en las tres autonomías del PSOE. Una
cosa es una manifestación a favor del olivar y otra cosa una manifestación contra el
gobierno central del PP. El aceite, de momento, ha servido para engrasar esa máquina de
oponerse al gobierno de Madrid en que han sido convertidas las autonomías que bien
calladitas estaban cuando estos tres mismos protestones (Chaves, Bono, Ibarra) eran los
más fieles y sumisos empleados del señorito de Madrid, González Márquez.
La clave me la dio una señora
de ese voto de progreso de los garrulos de los pueblos, que llamaba a una emisora,
estrella principal de la galaxia polanquista, diciendo: "Y a Aznar, que le den
mantequilla en las tostadas del desayuno en vez de aceite, a ver si le entra una diarrea
que se caga por las patas abajo, porque es el que tiene la culpa del aceite."
Naturalmente, señora del voto de la modernidad y el progreso... Aznar es el comisario de
la Unión Europea que vino a visitar el olivar y que conoce tan bien el cultivo, que
cuando le dieron una aceituna verde, se la comió a pie de árbol. Aznar es el que ha
hecho la directiva europea, en la que tras muchas luchas del señor Fischler hemos
conseguido que se subvencione conforme a nuestros intereses. Usted coge una televisión
pública, como la andaluza, tres autonomías adictas y un multimedia amigo, y naturalmente
que en dos semanas se hace creer a la gente que Fischler no existe, que la culpa de todo
el lío del montepío del olivar la tiene Aznar.
Cristina,
la torera que es torero
A Cristina Sánchez le ha
pasado exactamente igual que Aznar: que ha confirmado la alternativa. Total, tú pones dos
hemiciclos de las Cortes, uno frente a otro, como dos medias naranjas, y te sale una plaza
de toros, en el caso parlamentario hasta con Tendido 7 y todo. Cristina Sánchez no tocó
pelo, pero mojó la pólvora de todas las escopetas cargadas que había en Las Ventas para
iniciar el alboroto y el tiroteo. Y lo más bonito de todo, sin alardear de cuota del 25
por ciento, que ella sola la cubre en la fiesta nacional. Cristina Sánchez, sin darse la
menor importancia, con esa habla mejicana por parte de novio tan bonita que le sale cuando
habla con el corazón, ha llevado la igualdad de sexos mucho más lejos que muchas
feministas profesionales, sin alardear de nada y sin ponerse vestidos de color morado como
símbolo reivindicativo. Esta reivindica la igualdad de sexos echándose la muleta a la
izquierda y bajando la mano, que tampoco es mala manera...
Lo más bonito de Cristina
Sánchez es que ha conseguido que nadie hable de eso tan discriminatorio como han sido
siempre en España las señoritas toreras. Dices señorita torera y piensas
ora en un machorro del Cuerpo General de Camioneros vestido de luces, ora en un pedazo de
putón teñido y verbenero buscando planes entre la gente del toro. Aunque es señorita y
es torera, Cristina no es lo que se entendía hasta ahora por una "señorita
torera". Dice que es torero, no torera. En el uso del género
gramatical opuesto hay más defensa de la condición femenina que cuanto se cree. Decir jueza,
decir catedrática, decir notaria es hacer, sin quererlo, la proclamación
de las excelencias de los gorilas blancos en el zoo. Ella es una más, un torero más. Y
no es que se lo diga a Rosa Villascastín. Se lo dijo a 25.000 espectadores, con la
muleta, bajando la mano. Todos quedaron convencidos de que la torera es torero.