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"La Quinta
Angustia", marcha fúnebre en el entierro de S.A.R. la Condesa de
Barcelona |
Era de
repeluco. Sevilla sonaba la otra mañana en el Patio de la
Armería de Palacio, cuando enterraban a la Condesa de
Barcelona. Sonaba Sevilla en una marcha de Semana Santa. Suena
una marcha de Semana Santa y suena Sevilla. Los secretos
sonidos de la ciudad, que incluso se han recogido ya en un
disco. Digamos que es la banda sonora de la película de los
silencios de Sevilla. Los oles de la plaza de los toros. Las
campanas de la Giralda. El ruido de la fuente en el patio del
Museo. La campanilla del muñidor de la Mortaja. Las
alpargatas de una cuadrilla de costaleros que llevan con paso
racheado al Gran Poder. Los cascabeles de los coches de
caballos camino de la feria. Los pregones de las loteras de la
calle Sierpes en vísperas de sorteo. Los palillos del baile
de los seises. Los tamboriles del Rocío las tardes de novena
en el Salvador. Los cohetes de la Velá de Triana. La
esquilita de la espadaña del convento de la Encarnación,
oída desde los naranjos de la plaza de Santa Marta. El
tintineo de las bambalinas de un palio. Sonidos inconfundibles
de la ciudad. El verso clásico habla de la pena de ser ciego
en Granada, pero anda que ser sordo en Sevilla tampoco es mal
castigo, de maldición gitana:
-- Premita Dios
que no puedas oír las campanas de la Giralda la mañana de la
Virgen de los Reyes...
Esa Sevilla,
tan honda, tan verdadera, tan alejada de los tópicos de las
falsedades, era la que sonaba en los solos compases de una
marcha cofradiera cuando en Madrid enterraban a una andaluza
con grandeza, ejercicio y servidumbre. Esa marcha se llama
"La Quinta Angustia", casi homónima de la del
iniciador de la saga de los Font de Anta, y la compuso
Francisco Grau, director de la música del Regimiento de la
Guardia Real. No era la vez primera que esta marcha sevillana,
que estos sonidos de Sevilla, se oían en Palacio, en el
ceremonial de un entierro regio. Fue la marcha que ya se
había oído en el Patio de la Armería cuando era enterrado
Don Juan, Conde de Barcelona. Pero entonces sonó segundona.
Cuando el entierro de Don Juan sonó primero la "Marcha
fúnebre" de Chopin cuando el armón con su féretro
salía de Palacio. Sólo después que fuera interpretada la
Marcha Real y disparadas las veintiuna salvas de ordenanzas de
los honores al Rey Don Juan III que se iba, empezó a oírse
"La Quinta Angustia". Repetido exactamente el
ceremonial de entierro de Reina con Doña María, alguien
(¿quién, la Infanta Doña Elena acaso?) tuvo el acierto de
pensar que a la sevillanísima Condesa de Barcelona lo de
Chopin no le gustaba nada, que lo suyo era lo nuestro. El
sonido de Sevilla. Que no había mejor Chopin que un secreto
sonido de Sevilla para expresar un dolor de silencio de tarde
de Viernes Santo en la Carretería, cuando ya han entrado las
cofradías de la Madrugá.
Sonido de
Sevilla que ya queda incorporado a los ritos de la Corona. La
Monarquía, para sus grandes fastos, cuando el Rey revista las
tropas, en las ceremonias de Palacio tiene su marcha
histórica, que es "El Abanico", que suena a Don
Alfonso XIII entre los alabarderos, que suena a Constitución
y a libertades bajo la Corona. Para los lutos del Reino,
Sevilla ha puesto ya el ceremonial no escrito de "La
Quinta Angustia". Sonará en la Madrugada próxima
detrás de la Macarena, detrás de la Esperanza de Triana y
será el mejor recuerdo a una gran sevillana. Será como un
varal de luto de una sevillana que moría con nuestras cosas y
que con nuestras cosas, con nuestro sonido, ha sido enterrada.
Sobre la
muerte de la Condesa de Barcelona, en El RedCuadro
Un hijo
La Reina de Estoril
Una sevillana de pasión
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